
Para su estudio, Redelmeier y Singh cotejaron los datos biográficos de los intérpretes con estatuilla (de la primera edición de los Oscar en 1929 hasta 2020) con los de actores y actrices del mismo género y edad que habían trabajado en esos mismos filmes sin resultar nominados.
Como ejemplo, los científicos mencionan a Meryl Streep, cuya carrera fue puesta en paralelo con la de Margaret Whitton, actriz que trabajó junto a Streep en “El amor es un eterno vagabundo”, la cinta que le granjeó su primera candidatura como actriz protagonista en 1988. Pese a ser un año menor que su compañera de reparto, Margaret Whitton falleció en 2016 a los 67 años. Streep, que suma ya 72 años, sigue con nosotros (y que le dure).
En general, de los 2.111 actores estudiados, 1.122 habían muerto en julio de 2020. Las estadísticas formuladas en el estudio indican que la esperanza de vida media para los ganadores del Oscar es de 77,1 años, mientras que aquellos que se quedan sin premio tienen propensión a aparecer en el in memoriam de la gala correspondiente a partir de los 73 años y seis meses de edad. Unas cifras cuya diferencia, aseguran los autores, superan sus expectativas.
Basándose en esto, el estudio concluye que “la gente con éxito tienen estilos de vida más adecuados o pueden evitar los daños del estrés”.
“Los hallazgos de nuestro estudio no implican que la gente deba tomar lecciones de interpretación para mejorar su salud, o que los médicos deban recetar premios”, sentencian los autores. “En lugar de eso, los datos sugieren que un gran éxito puede contribuir a que los individuos se comporten de formas que, potencialmente, mitigar el desgaste de los años”. O, en otras palabras, que Meryl nos va a enterrar a todos.

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