Dr. Jorge Corrado* -Especial Total News Agency-TNA-
“Lo esencial es invisible a los ojos”.
A. de Saint Exupery.
- La naturaleza de los nuevos riesgos estratégicos.
A partir de los reiterados documentos del Episcopado Argentino referido a la grave situación actual de inseguridad nacional y en particular al acelerado avance del narcotráfico, se han producido algunas discusiones y entredichos entre personas no especializadas en el tema pero, dada su condición de dirigentes, acarrean una gran confusión en “el hombre de a pie” y puntuales reacciones de impotencia colectiva, no deseadas. El tema central de la controversia dirigencial estuvo y está referido al “empleo de las FFAA” en la lucha contra el narcoterrorismo y -como ya lo hemos dicho- esta es una disputa equivocada, falsa e inconducente.
Hemos encabezado este trabajo con una frase de Saint Exupery que creemos necesario explicitar, como condición necesaria para entender que el citado entredicho entre legos, es ocioso. Si los sentidos -Saint Exupery dixit- no nos muestran lo esencial, ¿con qué sensores podemos penetrar en la profundidad del concepto, que es donde lo esencial anida?
En primer término debemos entender la naturaleza del fenómeno. De lo contrario nos equivocaremos de instrumental para ingresar a su análisis y a su resolución. El narcoterrorismo, como tal, ¿configura un delito común?, ¿es un tema meramente policial? O, por el contrario, es un fenómeno político-estratégico que afecta al Estado -en todos sus niveles- vaciando a sus Instituciones y corrompiendo espiritual y físicamente a la sociedad, hasta desintegrar a ambos, alcanzándose los estadios de “Estado Fallido” y de “sociedad transculturizada y mafiosa”.
Nuestra ciudadanía intuye que éste último es el curso que hemos seguido -en las últimas décadas- y que en los últimos años su ritmo de avance ha aumentado progresiva y aceleradamente, dejando una estela de profunda tensión social y muerte, en todo el país.
El lego observa -en superficie- aquello que le aportan los sentidos. Por falta de formación específica en lo que hace a la Seguridad Nacional, entiende que puede resolver el nuevo desafío que “perturba” a la sociedad, aumentando la presencia policial, comprando más patrulleros, aumentando el “control civil” sobre las policías, mejorando el control electrónico y algunas otras medidas operativas, entre ellas convocar a las FFAA. Y se equivoca.
Como con dichas medidas no se lograron soluciones, el improvisado piensa que debe recurrir a las FFAA para aumentar el “poder de fuego”. Grave error. No es una cuestión cuantitativa ni operativa. La solución se alcanzará el día -que esperemos llegue cuanto antes- en que se entienda la naturaleza de los nuevos desafíos estratégicos.
Hay dos grandes obstáculos que hasta hoy impiden alcanzar dicha solución:
- la perversa legislación de Seguridad Nacional y
- la política ideologizada de derechos humanos, que se inauguró con el decreto 158/83 y se reabrió -aun con mayor vigor- con la “anulación” de las leyes de “punto final” y “obediencia debida”.
Estas dos “vacas sagradas” cuentan con el apoyo de la progresía política, el garantismo judicial y la evidente ignorancia de los funcionarios del área de Seguridad Nacional que nos han llevado a la inédita situación actual -leída habitualmente como “ausencia de Estado”- y que generalmente no se abarca en su naturaleza.
Nuestro Instituto entiende -luego de años de análisis y conocimiento directo de los principales actores- que la rampante inseguridad que nos aflige es clara consecuencia del extravío político de nuestros dirigentes pseudo-revolucionarios, a lo largo de las últimas décadas. No porque ellos estén errados en su representación intelectiva, sino porque han creado una falacia –“o relato”- que les permite vaciar a las instituciones del Estado y quebrar la cultura de nuestra sociedad, a fin de alcanzar los objetivos impuestos por las internacionales de La Habana y Caracas. Se trata de una minoría neo-marxista, corrupta, extemporánea y dogmática.
Mientras el petro-dólar abundaba, la pseudo-revolución encubierta progresó con rapidez pero, cuando debió apelar al narco-dólar la sociedad conformista y anestesiada por una comunicación social intensa, empezó a despertar. El preexistente narcoterrorismo emergió brutalmente.
Éste es el momento histórico en que los dirigentes no comprometidos con el Foro de San Pablo deberían aprovechar para cortar el rumbo que nos lleva a la disolución. Ello exige terminar con los mitos que sostienen a las absurdas falacias y, a su vez, recuperar el coraje que es propio de los hombres cultos, con sanas convicciones morales, levantados objetivos políticos y capaces de operar en unidad.
- La perversa legislación de Seguridad Nacional, en el año 2022.
Cuando terminó la guerra fría -1989/1991- nuestro país estaba en las mejores condiciones para cumplir con la responsabilidad liminal y primaria del Estado -su razón de ser- que es la de dar Seguridad a nuestros ciudadanos. Teníamos duras y propias experiencias, ganadas por haber peleado dos guerras en la segunda mitad del siglo XX. Una guerra muy limitada -contrarrevolucionaria- entre 1959 y 1998 y una guerra limitada -contra la OTAN- en 1982.
Esas experiencias sangrientas, vividas por todos los argentinos, eran insoslayables e invalorables para intentar superar las grandes falencias estructurales de nuestro cuasi-Estado que habíamos somatizado durante décadas y que terminaron llevándonos a las derrotas. Sin embargo, no fue así.
En 1983 el nuevo gobierno “democrático” puso proa al pasado y agravamos las “crisis de arrastre”, llevándolas a la actual progresiva “decadencia”. La derrota en el Atlántico Sur trajo el colapso del “Proceso” y también el colapso psicológico de los argentinos, que facilitó el “trastrocamiento” de su victoria sobre el terreno frente al terrorismo revolucionario, en derrota estratégica. Se inició así -de inmediato- la explotación política de la derrota estratégica.
El intento del EMCFFAA -en el año 1984- para alcanzar la reforma estructural e integral de la Seguridad Nacional, fue desbaratado por el “entrismo” que el terrorismo revolucionario ya había logrado en los grandes partidos políticos y por la colaboración inconsciente de superficiales “pescadores en aguas revueltas”. Una de sus consecuencias fue la perversa legislación de Seguridad Nacional que se promulgó en 1988 -Ley de Defensa Nacional-; en 1991 -Ley de Seguridad Interior- y en el 2006 la Reglamentación de la Ley de Defensa Nacional, temas que hemos desarrollado extensamente en la “Conferencia Sub-regional 2011”, en Santiago de Chile.
Esta perversa y extemporánea legislación de Seguridad Nacional desorganizó aun más al Estado e impulsó -desde su promulgación- la escandalosa situación de inseguridad e indefensión que ha alcanzado, en el año 2022, un nivel explosivo. Aunque -por su irracionalidad- pareciera imposible, dichas leyes establecen que las nuevas amenazas y riesgos estratégicos no existen ni existirán dentro de nuestro país cuando justamente, en la actual circunstancia internacional, el 99% de las guerras son interiores. Es decir, guerras civiles.
Al no reconocer a las “nuevas amenazas y riesgos estratégicos posguerra fría” en su verdadera naturaleza estratégica -les otorga categoría de delito común-, esta perversa legislación deja a las FFAA sin sus misiones constitucionales y le entrega al “esfuerzo nacional de policía” la responsabilidad de asumir los desafíos estratégicos en acto -de carácter inédito-, que le es imposible asumir por carencias metodológicas de planificación y carencias jerárquicas e institucionales para el desempeño de la acción conjunta-combinada, que los nuevos conflictos exigen. Teniendo a la vista las graves consecuencias de estos absurdos conceptuales, creemos que no es necesario profundizar aun más en éste puntual análisis.
La consecuencia directa de éstos despropósitos legislativos ha sido la parálisis institucional y temporal de las FFAA que, en combinación con la ausencia de un mínimo presupuesto financiero y el ex abrupto del “jus post bellum” -derivado del Decreto 158/83, que hemos tratado en el punto 1.-, dan como natural conclusión que la conducción política argentina ha decidido no tener FFAA en el Estado Nacional, a pesar del doble “estado de guerra” en que nos encontramos .
El Estado Nacional ha perdido su núcleo duro –“razón de fuerza y fuerza de razón”-, la Política Exterior su sostén disuasivo y la Política Económica su principal promoción tecnológica. Y, si la Política de Defensa se construye con materia de las dos citadas anteriormente, que en verdad tampoco existen, entendemos y justificamos que desde el exterior se nos diga -con verdad- que “la Argentina es el país que va a ninguna parte”. Sin embargo, hay consecuencias aun más graves que éstas que objetivamente están en superficie. Aquellas son las centrales, “invisibles a los ojos”. Las trataremos más adelante.
- La Democracia y la política de los derechos humanos.
Así como el Grl San Martín salió a campaña en 1817 para llevar la independencia a la región, dejando a su espalda un país sumergido en la guerra civil; en 1982, cuando el RU produce la agresión -con un incidente provocado en Gritviken- y la Argentina reacciona militarmente, también reteníamos un severo “estado de guerra civil revolucionario”, en todo el país.
En ese año 1982 -en el ámbito de la “larga guerra civil revolucionaria” , las FFAA, de Seguridad y Policiales ya habían triunfado en todos los combates, pero el enemigo terrorista-revolucionario aun “mantenía su actitud hostil”, como la mantiene hoy.
El solapamiento de la guerra “no convencional” con la “convencional” no ha tenido mayor tratamiento entre nosotros y es central empezar a hacerlo, pues allí está el eje del “trastrocamiento” de la victoria en combate contra el enemigo revolucionario, en la derrota estratégica-política de la Nación Argentina, que aun hoy soportamos. A partir de 1983 el “entrismo de izquierda” -iniciado en los ´60 y consolidado en los ´80- en los partidos políticos tradicionales, llegaba por vía electoral al gobierno nacional y la victoria táctica argentina -en la guerra civil revolucionaria- fue “trastrocada” en derrota política-estratégica. El citado Decreto 158/83 fue el pivote, el punto de inflexión.
La Argentina inició su desarme unilateral, espiritual y militar. Los militares fueron llamados “genocidas”, los niños dejaron de cantar Aurora o la Marcha de San Lorenzo, los mástiles urbanos quedaron desnudos… La identidad de los argentinos fue demolida, progresivamente.
En el presente año 2022 la Argentina retiene abiertos dos “estados de guerra . Uno correspondiente a la “guerra civil revolucionaria” -hoy con soporte en el complejo narcoterrorismo- y el otro en el “Atlántico Sur” -hoy, aun más que ayer, frente a la NATO-. El país somatiza una fuerte crisis-decadencia generalizada -derivada de dichos “estados de guerra”- con una sociedad anómica y confundida, en “asamblea permanente”, la economía “en default”, la Gran Política inexistente y el riesgo del “Estado Fallido” a la vuelta de la esquina.
Todo esto ha ocurrido -desde 1983- en nombre de la “democracia”. Quien quiera intentar poner en evidencia la manipulación social a través de la “política de los derechos humanos”, es inmediatamente inculpado de panegirista de “la dictadura”, de “fascista” o llevado a la Justicia por “apología del delito”. Es la “democracia” que admira, visita y se orienta en la Habana, con los hermanos Castro, como lo han hecho los presidentes del “socialismo siglo XXI” -en artículo mortis- hace pocas semanas.
La “democracia” de nuestros progresistas neo-marxistas no es la que tenemos internalizada según nuestra tradición política. Es la “democracia” de partido único: la del partido comunista encubierto. Es el objetivo que los “pseudo-revolucionarios” han perseguido permanentemente en las últimas décadas en etapas sucesivas y diferenciadas. Cuando el sigilo de ésta maniobra fracasaba, en 1987, produjeron el inexplicable asalto al cuartel del RIMec 3, en La Tablada. Fracasaron, pero, si hubiesen tenido éxito anulaban las elecciones en curso -que ya tenían perdidas- y creaban el “Tercer Movimiento Histórico”, el partido único de Alfonsín-Cafiero.
Agotado en el 2013 el proyecto del “Socialismo Siglo XXI” y perdida la fuente de petro-dólares venezolanos, el Foro de San Pablo -en su “XIX Encuentro” en la ciudad de San Pablo 30 Jul/04 Ago 13-, ha impulsado la nueva etapa revolucionaria iberoamericana con el apoyo del narco dólar y un cambio en las prioridades.
Pasa a primera prioridad el control de los Sistemas Judiciales del subcontinente y las reformas constitucionales, donde fuere necesario. El “a fin de”, se mantiene: lograr el partido único, “la democracia de partido único”. La reforma constitucional apunta decididamente a ello.
Las FFAA y el narcoterrorismo.
En numerosos trabajos publicados planteamos la acelerada y camaleónica evolución de la guerra. Hace nada menos que 20 AÑOS !!!, decíamos allí:
“La seguridad estratégica de nuestra nación está en grave riesgo debido a que nuestros gobernantes intentan manejar conflictos del siglo XXI con conceptos del siglo XIX y no existe una adecuación, en lo que a la conceptualización funcional estratégica se refiere, a fin de prever y abarcar de un modo integral la realidad que nos toca vivir”.
El “grave riesgo” pronosticado ayer, es hoy una situación de inseguridad nacional que aflige y conmueve a la ciudadanía, en una peligrosa espiral esquizoide que la lleva a imitar al agresor.
A pesar de ello, el Estado Nacional no reacciona. Ha defeccionado -desde 1988- de su responsabilidad primaria e irremplazable en lo que hace a la Seguridad Nacional.
El origen de éste despropósito “pseudo-revolucionario” que nos ha llevado a la actual realidad, quedó brevemente explicado más arriba. Para cerrar estas páginas deseamos -en éste punto- referirnos a un tema muy actual: el rol de las FFAA en el Siglo XXI, con vistas a un probable e imprescindible reencauzamiento de la Argentina en el 2023 y motivados por los absurdos intentos de agravar a las ya deterioradas situaciones institucionales, con propuestas irrazonables.
Decíamos más arriba que para resolver los nuevos desafíos a la Seguridad Nacional, es necesario entenderlos. ¿Qué hay hoy, detrás de tanta violencia? En los tres puntos anteriores hemos dado algunas respuestas. En éste, que interrelaciona a las FFAA con el narcoterrorismo, deseamos advertir que el terrorismo -que acompaña al narcotráfico y a otros tráficos ilegales- incita a una sobrerreaccióndesmedida. El terrorismo es “provocador”. Busca el equívoco del agredido, la pérdida de su racionalidad. Se ejerce con una estrategia de aproximación indirecta que lleva a la autodestrucción de la víctima. En el caso iberoamericano esta maniobra se ve facilitada porque su dirigencia posee -mayoritariamente- un pensamiento lineal y en consecuencia es fácil presa de la “perturbación inducida”.
El terrorismo ideológico -desde 1959- agredió y desestabilizó al Estado argentino, llevándolo a mostrar su perfil más coercitivo con el objetivo de separarlo de su pueblo. Logrado esto, con la bandera de “Por la Vida”, lo movilizó según sus objetivos. La sociedad debía llegar a ser, inconscientemente, lo que nunca había deseado ser: corrupta y comunista.
La verdadera democracia traduce la voluntad concertada de millones de personas. Su fuerza es arrolladora. ¿Cómo es posible -entonces- que en los últimos treinta años ella nos haya llevado a la presente escandalosa situación de inseguridad nacional? La respuesta es sencilla: vivimos en el espejismo de lo que es una verdadera democracia. Vivimos en una falacia -bien instrumentada- que ha quebrado el contrato social entre la ciudadanía y el Estado Nacional. Aquella paga sus impuestos para que éste le dé seguridad. Y la seguridad es la razón de ser del Estado-Nación, es su obligación primaria.
Esta falsa “democracia” oculta detrás de sí a la sigilosa “pseudo-revolución”, que avanza tras la vigente y perversa legislación –origen de la absoluta inseguridad– que acompaña a la expansión del narcotráfico y que es hoy su fuente de financiamiento. El número de argentinos muertos que la inseguridad ha acumulado en los últimos años y que sigue acumulando en continua progresión, supera largamente al de las guerras que vivimos en el siglo pasado. ¿Tienen conciencia de ello los legisladores que dieron vida a tanta perversidad? Algunos de ellos -sin duda- son conscientes de la maniobra. Pero la mayoría son inconscientes irresponsables, envueltos en las sucesivas falacias de las que son partícipes. Han comprado y viven en el espejismo de lo que es la “democracia”.
La verdadera democracia es mucho más que un Estado de Derecho, una elección o un sistema de balances y contrapesos. Es, además, una cultura, una ética que dicta las nuevas normas y constata su puesta en práctica. Por ello los métodos del terrorismo, “sin regla alguna”, no deben ser asimilados por la democracia ni aun cuando ella busque preservar la propia identidad o la libertad. Hay que “entender”a los nuevos desafíos y crear las nuevas normas legales para hacer legítima la acción punitiva del Estado. Es lo que no hicimos en el pasado y que hoy estamos pagando a muy alto precio y es lo que no debemos ni podemos repetir. La fuerza, empleada con legitimidad, preserva la autoridad.
Carl Schmitt, en su “Teoría del partisano”, sostiene:
“…con la lucha partisana surge un nuevo espacio de acción completamente estructurado, dado que el partisano no combate en un espacio abierto…, obliga al adversario a entrar a un espacio diferente. De este modo agrega a la superficie del regular teatro de la guerra regular, otra de dimensión más oscura en la que quien viste uniforme está condenado”.
La guerra contra el narcoterrorismo, en sus diversas variantes, es una confrontación de éticas y en esa confrontación solo el Estado puede “ensuciarse”, pues el narcoterrorista escapa a cualquier restricción, alegando la excepcionalidad de su debilidad. El Estado, en cambio, es rehén de la ética que proclama.
El terrorismo adopta la estrategia del débil frente al fuerte y explota las limitaciones del Estado responsable, toda vez que el terrorista carece de responsabilidad y de ética. Carece de reglas. Es consciente que no obtendrá una victoria inmediata en la prueba de fuerza, pero juega a “perder para ganar”, oportunamente, teniendo en cuenta que su blanco no es el gobierno, sino la opinión pública.
Así ocurrió en nuestra Patria después del mazazo psicológico de la derrota en el Atlántico Sur, en 1982. Fue el tiempo “kairos” del trastrocamiento: la colonización mental de una sociedad con vistas a su manipulación a través de sus medios de comunicación. He aquí la necesidad, desde entonces, de retroalimentar continuamente a su narrativa, “el relato”.
El terrorismo es un instrumento político que a través del empleo mediático de la violencia, apoya a un proyecto político determinado. Es una acción política que comunica, a través de un cierto derramamiento de sangre, un mensaje que secuestra la imaginación del colectivo espectador de la acción violenta y que la compromete con ella. Las dosis de horror son administradas “homeopáticamente”, según la etapa del plan en curso. Son pulsiones de terror que se prolongan en el tiempo, buscando un determinado nivel de emocionalidad dentro del “relato” que, sin duda, va mucho más allá de lo que habitualmente vemos y comentamos.
Estas narrativas, insistimos, no son racionales. Son emocionales. Se construyen sobre la base de realidad y ficción, de percepciones, lugares comunes o saltos argumentales que pretenden crear una realidad intuida, con la promesa de un mundo mejor. Es la demagogia del populismo. El terrorismo es una narrativa sangrienta que debe mantener coherencia emocional con sus fines, por ello reescriben el pasado en nombre del futuro.
El terrorismo no cuenta con capacidad militar para derrotar a un Estado. Puede operar y de hecho lo hace, ofensivamente, pero no busca una victoria. Busca “perturbar” a un pueblo y “confundirlo”. Así como es una ficción de guerra, es una ficción de poder. Necesariamente tiene que estar abarcado por una estrategia más amplia, de la cual es accesoria, accionando por fuera del actor responsable del plan global. Es por eso que los carteles de las drogas tienen diversos grados de autonomía, pero también de protección por parte de los Estados Nacionales comprometidos con la pseudo-revolución, conducida silenciosamente por el Foro de San Pablo.
¿Es posible -en consecuencia- combatir al narco-terrorismo -con eficacia- mientras subsista un encubierto proceso revolucionario iberoamericano? Absolutamente NO. Pero hay Estados Nacionales en la Región que no están comprometidos con el castro-comunismo y con ellos es necesario actuar, frente a una agresión internacionalizada. De ello dependerá la sobrevivencia de nuestro país como Estado-Nación.
*Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires
Profesor en Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica. Universidad Católica de La Plata