El mismo día que Elías Bendodo aseguraba que «España es un Estado plurinacional», en Castilla y León el consejero de la Presidencia anunciaba que «próximamente» se elaborará la ley de concordia para «evitar el uso partidista de nuestra historia más reciente». El nuevo PP de Alberto Núñez Feijóo quiere ensancharse tanto que corre el peligro de terminar desfigurado y dilapidando la presunta solvencia previsible que suponía encumbrar a la séptima planta de Génova 13 al expresidente de la Xunta de Galicia. La frase de Bendodo, doblemente en campaña como portavoz de la Junta de Andalucía y coordinador nacional, podría ser uno de esos errores que propicia el ajetreo electoral si no fuera porque refuerza la idea que dejó caer (deliberadamente como dejan caer las cosas los políticos) su jefe Feijóo nada menos que en Cataluña y ante el Círculo de Economía. «La nacionalidad catalana debe recuperar su liderazgo», aseveró el gallego. No fue un desliz si no un anticipo al giro radical de la posición de los populares. Estos globos sonda como trailers de Netflix recuerdan a aquellas «plurinacionalidades» de Miquel Iceta que derivaron en toda la estrategia de Pedro Sánchez, entonces no para solucionar el desafío independentista sino para terminar contando con sus votos. Desde el PP explican esta deriva plurinacional como una traslación del «galleguismo integrador» de Feijóo que «defendió siempre la identidad propia para Galicia». Pero identidad propia no es lo mismo que nacionalidad y así los populares apedrean uno de sus pilares ideológicos más reconocibles. La ilusionada defensa de Jesús Julio Carnero a la ley de concordia es solo sobreactuación política que desconcierta a los ciudadanos. Es sabido que esta norma es una de las concesiones a Vox en el acuerdo programático por lo que nadie considera necesario venderla con entusiasmo de converso ni como necesidad imperiosa para los que hace unos pocos meses pensaban lo contrario. Lentejas y punto. Si en este ciclo electoral el PP busca una centralidad amplia, no debería deshilacharse por los extremos y usurpar discursos que desorientan al votante.
Fuente ABC