Cuando hablamos de identidad y de orígenes, sobre todo cuando concierne a tradiciones arraigadas a la cultura popular de una región concreta, nos adentramos, sin duda, en terreno pantanoso e incluso minado. Por ejemplo, mientras que en el imaginario colectivo se asocia el nacimiento de la jota a Aragón, no existe una tesis consensuada entre los historiadores, quienes apuntan una dudosa primera referencia en Valencia. Una teoría que sugieren determinadas fuentes de las que se ha hecho eco el PSOE en la proposición no de ley que ha presentado ante la Comisión de Cultura y Deporte del Congreso de los Diputados, por la que insta al Gobierno a declarar este baile como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España y que posteriormente sea propuesto como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La jota, cuyo estilo es diferente según la zona de España que se trate, por su singularidad y como una de las manifestaciones del folclore nacional, constituye «un activo esencial de nuestro patrimonio cultural», según argumenta la formación socialista en su escrito. De acuerdo con la mayoría de documentalistas, la forma actual de la jota proviene de un baile popular datado por primera vez en el siglo XVIII en la música teatral de Zaragoza, aunque ciertos elementos se pueden asociar a tiempos pretéritos, como por ejemplo unas hipotéticas vinculaciones arábigo-andaluzas y un personaje de leyenda con origen en la capital del Turia. La fantasía que envuelve esta historia se ha consolidado como una de las creencias más extendidas sobre los inicios de la jota, aunque no existen referencias históricas de peso que sostengan esta disparatada tesis, incluso algunos expertos la califican directamente como falsa. La leyenda del árabe Aben Jot
Cuenta la disparatada leyenda que un arábe llamado Aben-Jot inventó un canto y un baile profano para enardecer al pueblo de Valencia, algo que levantó la ira del rey Muley Tarik, que decretó su exilio del reino. Tras abandonar la ciudad, se marchó a la localidad aragonesa de Calatayud, donde finalmente terminó por popularizar su creación artística, que los vecinos de la localidad bautizaron como jota en honor a su nombre. Al respecto, diferentes investigadores corroboraron que el vocablo ‘Jot’ no existe en el árabe clásico, mientras que ‘Aben’ significa hijo o descendiente. En cuanto a su desconocida etimología, la teoría más plausible apunta a su procedencia del mozárabe, aunque no dispara a dos términos utilizados por los moriscos españoles: xatha (baile) y sotar (saltar). Meras hipótesis
Por otro lado, otras teorías relatan que el baile de la jota se extendió por el Reino de Valencia a partir del siglo XV, antes de que se hablara de ella en Aragón, Cataluña, Navarra y en el resto de España. Incluso, el investigador Galán Bergua apunta a que una danza parecida se bailaba en la corte de Alfonso X el Sabio. Foto histórica tomada en 1908 en el Gran Casino de la Exposición de Zaragoza – ABC
También el arabista Henri Péres describe un cuadro pintado durante la inauguración del Palacio del Real -Al Munia en árabe-, construido en 1009 por el rey de Balansiya Abd-Al-Aziz, en el que se aprecia a hombres y mujeres bailando una jota. Estas referencias se entrelazan con otras historias como la influencia de los jornaleros de Requena y Utiel que durante la siega del arroz a finales de septiembre en la Ribera del Júcar, quedaron maravillados de un baile que comenzaron a popularizar en el resto del territorio, así como en Aragón y Navarra cuando marchaban a recoger el cereal. Sin lugar a dudas, la jota es una de las facetas más representativas del folclore aragonés y, sin embargo, no es posible afirmar nada en concreto hasta el momento sobre su origen, pues únicamente son meras hipótesis. Por ejemplo, el musicólogo Pedrell señala que se ha formado por conglomeración, mientras que López Chavarri afirma que presenta raíces de la guerra de Independencia y Martínez Norter que procede del fandango andaluz. Por ende, atribuirse el origen de la jota, cuando ha sido practicada en la mayoría de las regiones de España, resulta demasiado atrevido, aunque de su desarrollo en tierras aragonesas, escenificado por ejemplo en las rondallas de Zaragoza -primera vez aludidas en 1828- se puede poner en valor su trascendencia a la hora de acuñar un baile popular imprescindible y de gran valor cultural en toda la península. Sobre esto, el historiador Antonio Beltrán Martínez, asegura que la primera referencia acreditable data del siglo XVIII en Aragón y que su expansión por España llegaría décadas después. Para el que fuera cronista de Zaragoza, la jota aragonesa es «el resultado de una estilización de ritmos ternarios y bailables, que se ralentizaron y adornaron para lucir en el canto, sobre cuyos grandes intérpretes y variedad descansa la importancia del género en esta región». De hecho, la iniciativa para declarar a la jota Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, recuerdan los socialistas, partió de Aragón y cuenta con el apoyo de todas las comunidades que tienen a este género como una de sus tradiciones de la cultura popular, en sus vertientes de baile, instrumento y canto.
Fuente ABC