Hizo y hará calor, un sol impertinente sobre las cabezas de los madrileños. Desde primera hora, uno de los días grandes de la segunda ola meteorológica amanecía con esa gasa que según los dermatólogos es la que más abrasa la piel por cuestiones de refracción y el efecto lupa. Se había avisado del riesgo y en los Grandes Almacenes de artículos deportivos ni siquiera se hablaba del tiempo. Sólo se vendían chanclas, muchas chanclas. Y bañadores verdes, un color que debe complementar con todo. El VTC a veinte grados era un oasis mínimo, y Jairo ya amenazaba «de este ‘calufo’ que se queda hasta usted sabrá cuándo». El coche era negro, y el poco sol que entraba, ventana derecha, llevaba sus cuchillas. En la fuente de Quevedo un ciclista vio que no había policía cercana, estacionó la bicicleta como pudo y se empapó el maillot. Lo miraba un palomo extrañado pero hidratado. En el viaje al Retiro, teórico paraíso del refresco, el Madrid trabajador bebía agua a morro y quien no, café hirviendo, por aquello de las frigorías. Romero reseco
A nadie se le ocurriría retratarse con la canícula y la Puerta de Alcalá; a nadie de estos contornos. Que de todo se vio un lunes de junio que parecía agosto. En esa misma entrada del Retiro, ya ni las gitanas vendían un romero reseco. Más adelante, surgían los disfraces de peluche estaban en el suelo, como símbolo de un cadáver. En el monumento a Alfonso XI
I, más de lo mismo. En barca o en piragua, se buscaba la sombra. Hacia allí fueron dos actores venezolanos, Alejandro Rodríguez y Marisela, que en uno de los quioscos de música de los que es generoso El Retiro preparaban algo parecido a un monólogo. Españoles pocos, aunque Tomás tenía a la sombra de un ser mitológico a Winxhie y a Carlos, que así se llamaban sus perros y que jugueteaban con las carpas del monumental Lago. Unas carpas domésticas, a punto de ebullición y con un vago movimiento como de serpiente. El sol centelleaban en la obra de Mariano Benlliure, pero también en las gafas polarizadas de Diosdado, con la camiseta del Perú, cierto aguante al calor, y la previsión de ver el partido de su país contra Australia. Por eso estaba de vacaciones. Y por eso, la costumbre de la siesta no la iba a cumplir. «Un breve descanso, y a seguir». Piscinas hinchables
El Retiro, en lunes de infierno, tenía estas cosas. Como Víctor, de Cuba, y que bajo la oscuridad relativa de un árbol se solazaba en una toalla en éste “su primer verano” en España. Jaime paseaba una bicicleta de las de saldo sin camisa, aprendió a posar con agua como un galán de culebrón a cinco metros del Ángel Caído. Al escuchar el ‘clack’ de la cámara fotográfica, creyó que andábamos reportajeando un molino, ya que se dio cuenta de que andar descamisado en el Parque es noticiable, dijo cuatro vaguedades mientras se quitaba el polvo, el sudor y quizá las lágrimas del tronco superior. En El Retiro, las ‘tatas’ también le habían preparado a sus criaturas unas piscinas hinchables en evitación de una insolación de sus niños. Otros corrían y trotaban sin protección en las partes menos sombreadas del jardín. Un heroísmo vacío que había que contar. Lo peor, por llegar
No obstante, el parque acuático de Madrid es el de las fuentes de Madrid Río. Donde los adolescentes se remojaban vestidos por hacer algo. El cielo seguía sin ser azul en Madrid Río y esas fuentes que cerraron durante la pandemia para hacer del secarral, un secarral doble. Fue que se abrieran las fuentes y que a Santiago, jubilado de buen ver, se le moviera algo dentro: «A esto lo llamábamos la finca». Y le entraba no sé qué al acordarse de los amigos que se llevó el Covid. No obstante, ver «la finca» con gente chapoteando, padres que hicieron novillos con los niños, le puso una sonrisa en la cara. «Lo peor está por llegar», se le avisó. Y marchó a casa, a entregarse a una siesta más que merecida. Un joven contemplaba los chorros desde la orilla de enfrente, con una cerveza presuntamente calentona mientras los compañeros audiovisuales querían convertir la Arganzuela en Benidorm. Dicen que acabando la semana mejorará la cosa. Aún no se ha cruzado la salida psicológica de la Noche de San Juan y ya hay quien extraña a Filomena.
Fuente ABC