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Imagínese un activo financiero que no paga un cupón anual y carece de expectativa de abonar dividendo alguno, que no tiene ningún uso industrial conocido, que consume cantidades ingentes de energía para ser creado, que es vulnerable a los robos por parte de grupos de hackers organizados, que el principal motivo de inversión que atrae a legiones de inversores es una escasez artificial y la ponziana posibilidad de vendérselo más caro al que entre por detrás, y que las plataformas a través de las que opera el común de los mortales no ofrecen ningún tipo de protección al consumidor ni remotamente parecida a la de invertir en un fondo de inversión, una acción o un depósito bancario. Y ya por si fuera poco, si una de estas plataformas quiebra, usará el dinero de los contribuyentes para saldar sus deudas. A mí lo que me extraña no es que bitcoin acumule una caída del 67% desde máximos, sino que siga valiendo 22.000 dólares la unidad.
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Fuente El Confidencial