Para una empresa que requiere básicamente de insumos importados, esta supervivencia es casi una referencia al primer disco de Les Luthiers, “Sonamos pese a todo”, que también fue grabado en ION. En este 2022 tiene todas las horas tomadas como en sus mejores tiempos. Acedo, que empezó como cadete y aprendiz en 1959 y hoy está al frente de la firma, sabe que los músicos de peso prefieren ION por su calidad técnica y el hecho de ser el único de Buenos Aires lo bastante grande como para que grabe una orquesta sinfónica completa; de todos modos, señala un detalle que marcó la industria musical desde siempre. “Si tuvimos el fin de semana extralargo con los estudios ocupados, esto no tiene solo que ver con la recuperación luego de la pandemia sino porque, en un negocio como éste, muchos músicos tienen otro trabajo hasta que logran triunfar y ser aceptados masivamente”.
La historia de ION empezó unos tres años antes de la llegada de Acedo a los 16 años. Lo fundó en 1956 el matrimonio húngaro formado por Tiberio e Inés Kertesz. Sin embargo su familia siempre estuvo cerca del nacimiento del estudio, tal como cuenta ahora en una de las oficinas del mismo edificio que ayudó a mudar en enero de 1960: “Tiberio Kertesz y su mujer habían llegado a la Argentina huyendo de la guerra. Eran judíos. El era cellista y pronto empezó a tocar en la Sinfónica Nacional, donde era el concertino. El primer ION quedaba en Díaz Vélez y Medrano y era muy chico, sobre todo si se compara al actual. Tiberio había logrado algún pequeño contrato para grabar la Sinfónica, entonces compró un equipo Ampex portátil y grababa antes de cada concierto. Luego abrieron el estudio donde mezclaban esos grabaciones en vivo. No le preocupaba qué tipo de música se grababa, y le alquilaba el estudio tanto a profesionales como aficionados. La primera vez que entré al viejo estudio estaban Los Tammys, que eran muy populares, y luego se iban y venía una profesora de canto con sus alumnos. Mi viejo, como tocaba en la orquesta con Tiberio, le pidió que me diera algún trabajo. Yo ayudé en la mudanza a la dirección actual de Hipólito Yrigoyen y Alberti, en Balvanera. Esto era un salón de fiestas y fue acondicionado por Tiberio para todo lo acústico que hiciera falta”.
Desde ese 2 de enero de 1960 en el que se inauguró la sede definitiva no hizo falta hacerle otro cambio, aunque ya no estén los antiguos equipos de Ampex de ¼ de pulgada en el que se hacían los masters. Sí está el largo pasillo de entrada con las fotos de los grandes músicos que grabaron allí. “Los músicos de esa época no pedían nada raro, estaban acostumbrados a entregarse al técnico de sonido, y siempre era así, ya fuesen tangueros, folkloristas o incluso de jazz, que era el género que se grababa más rápido. Eso lo vi yo grabando al Mono Villegas. Siempre estaban a mil y además tenían menos presupuesto. En el tango a veces hacíamos grabaciones mas importantes en cuanto a cantidad de músicos. Con Troilo hicimos dos grandes discos, ‘Troilo For Export’ y ‘Pichuqueando’. En este último tenia su formación habitual. Pero “For Export’ era distinto: hay que pensar que teníamos 12 violines, y eran como 30 músicos en total. A Pichuco lo cuidaban mucho, y en muchos tracks él tenía solos de bandoneón que grabábamos aparte y luego se mezclaban dándole un sonido sobre la orquesta”.
Acedo recuerda el día que descubrió el rock & roll en un cine, viendo “Semilla de maldad” (“The Blackboard Jungle”) que dirigió Richard Brooks en 1955, y que incluía por primera vez un tema como “Rock Around the Clock” de Bill Halley y sus Cometas, canción que todos bailaban en el hall del cine. Explica que cuando empezaron a grabar rockeros todo cambió, ya que ‘pedían cualquier cosa; incluso un músico que programó 12 horas de estudio sólo para grabar una voz. Nosotros teníamos algunos instrumentos en el estudio, por ejemplo un par de contrabajos, un bajo eléctrico y un piano Steinway de media cola, pero de golpe nos pedían algo cuya existencia ignorábamos, como un Mellotron o cosas así. Y nos pedían sonidos raros cuando sólo teníamos una perilla de graves, una de agudos, algo de reverb y nada más”.
ION tardó un poco en grabar rockeros, ya que al principio los músicos de rock tenían contratos con las multinacionales que los hacían grabar en sus propios estudios. Pero hubo un momento en que no sólo en la Argentina, sino en todo el mundo, la industria discográfica cambió. “Ya no querían tener estudios en distintos países sino sólo editar la música, y entonces fueron cerrando sus sucursales y muchos más músicos vinieron a ION. Hasta hicimos cosas de géneros más indefinibles, como Les Luthiers, que grabaron todos sus discos de estudios acá y nos encargaron la grabación de sus discos en vivo, que luego mezclábamos. Ellos venían con sus extraños instrumentos a ver cómo sonaban en el estudio y realmente era bárbaro. En ION no sólo se hicieron los primeros hits de Les Luthiers, como la ‘Candonga de los colectiveros’ o ‘Conozca el interior- Chacarera del ácido lisérgico’, sino también algunos grandes experimentos más conocidos en España, como la ópera ‘Cardoso en Gulevandia’, que batió el record de cantidad de músicos en una grabación en ION, con una orquesta de 80 integrantes”..
¿Y qué fue de la vida del matrimonio Kertesz? “En los años 70, Tiberio le vendió el estudio a Fernando Gelbard, hijo del ministro de economía. Con el dinero se fueron a Estados Unidos y armaron un pequeño estudio en Los Angeles. En un momento lograron un hit, lo vendieron y se fueron a Las Vegas, donde él vivió sus últimos años muy bien tocando en las orquestas de los casinos. Luego se jubiló y vino de visita un par de veces. Murieron ambos hace unos 15 años”. Según Acedo, el paso de lo analógico a lo digital no provoca ninguna crisis, en cambio las nuevas estrategias de las discográficas multinacionales sí la genera en los estudios de grabación de todo el mundo. “Para mí no importa si el master va a ser en cinta abierta o en un pendrive o un disco rígido, mi trabajo siempre será que el músico tenga un atril donde poner su partitura y sus letras, y yo los micrófonos encendidos”.