Celebro el atlantismo sobrevenido de Sánchez. Me atrevo a esperar incluso, en una sobrepuja de optimismo, que ha obtenido garantías sobre Ceuta y Melilla. Esto dicho, me ha sorprendido la sobreactuación gestual del presidente durante estos días de vino, rosas, y reencuentro con Biden. Me ha sorprendido, porque no era necesaria. Es más, resulta claramente imprudente. Quizá se me entienda mejor, si doy un salto atrás. Dos momentos se ofrecen a mi memoria, el primero en los colores sepia que el tiempo imprime en las fotografías y las cosas. En 1959, Eisenhower vino a España exhibiendo la cordialidad condescendiente de un señor feudal cuando se para un rato en casa de un aliado de poca cuenta. Segundo momento: en 2003, Aznar… Ver Más
Fuente ABC