Por Martín Rodríguez Yebra
Alberto Fernández constató su angustiante impotencia política al descubrir que nadie aceptaba asumir en el Ministerio de Economía sin un voto de confianza que él no está en condiciones de ofrecer. Tuvo que atragantarse con su orgullo, encontrar una candidata aceptable para el kirchnerismo, llamar a Cristina Kirchner y pactar con ella la designación de Silvina Batakis. La vicepresidenta se engañaría si se sintiera ganadora: desde ahora le resultará aún más difícil disimular su responsabilidad sobre el devenir económico-financiero. Sergio Massa pidió todo y se retiró de Olivos sin nada, con el consuelo módico de preservarse de lo que viene. La precariedad de la respuesta política a la crisis que disparó la huida de Martín Guzmán expone al Gobierno a estas horas tormentosas. El Frente de Todos se lame las heridas de un fin de semana autodestructivo, mientras la economía se mueve con una lógica cruel, que no espera ni perdona.

Alberto Fernández
PRESIDENTE DE LA NACIÓN
Guzmán lo tomó por sorpresa con la renuncia. El intento de zanjar la crisis con un cambio menor se topó con la cruda realidad de su endeblez institucional. Se resistió durante todo el domingo a negociar con Cristina Kirchner hasta que se vio acorralado, sin opciones. Resistió la presión para una virtual intervención de gobierno a manos de Massa. Gastó buena parte del capital político que le quedaba a cambio de sumar una ministra que, en principio, viene sin enemigos de origen. Pero terminó más solo que el viernes: el acuerdo con Cristina dista mucho de ser una reconciliación y ahora tiene más lejos a Massa.

Cristina Kirchner
VICEPRESIDENTA DE LA NACIÓN
Consiguió la cabeza de Guzmán, una presa a la que perseguía sin respiro desde el año pasado, cuando le cargó las culpas de la derrota electoral del Frente de Todos. Pudo demostrarle a Fernández que si se lo propone es capaz de vaciarlo de liderazgo. Pero al darle un sello de aprobación a Batakis quedó atrapada en la crisis. Ya no le resultará tan gratuito despegarse del destino económico del Gobierno. ¿Asumirá Batakis la lista de demandas con que la vicepresidenta derrumbó en cuotas a Guzmán? También saltó a la luz la frontera de su poder: de momento no consigue que Fernández reformule a fondo la estructura de su gobierno, que gire el rumbo drásticamente y que cumpla con su exigencia de “hacer todo lo que sea necesario para ganar las elecciones” de 2023.

Sergio Massa
PRESIDENTE DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
Amaneció el domingo como el hombre destinado a rescatar a Fernández de la agonía a la que lo condenó Guzmán con su salida abrupta. Entró a la residencia de Olivos en medio de versiones que lo daban como seguro jefe de Gabinete, con amplias prerrogativas para designar funcionarios en el área económica. Su condición era que se ejecutara una amplia reestructuración ministerial y que Cristina diera el visto bueno. Fernández intuyó que eso implicaba una claudicación definitiva, casi como convertirse en un presidente decorativo. Al atardecer, Massa dejó la residencia con los bolsillos vacíos. Sigue al frente de la Cámara de Diputados y se preserva para la próxima vuelta de tuerca de la crisis.

Daniel Scioli
MINISTRO DE DESARROLLO PRODUCTIVO
Pasó un fin de semana de angustia. En realidad, lleva ya dos semanas en funciones como ministro de Desarrollo Productivo en las que tuvo que manejarse con la discreción de quien camina por un campo minado. Su mala relación histórica con Massa podía hacer cuesta arriba su gestión en caso de que se hubiera aprobado el “plan Tigre”. Iba a significar también un obstáculo acaso insalvable para su sueño presidencial. La suerte cambió de repente para él cuando Fernández decidió ir por la opción Batakis. A Scioli, que la tuvo de ministra en Buenos Aires, le pidieron ubicarla por teléfono en medio de la desesperación en la noche de Olivos. Hoy salió a sacar pecho por esa misión, aunque nada indica que ejerza sobre Batakis alguna forma de liderazgo, más allá de la buena relación personal entre ellos.

Máximo Kirchner
DIPUTADO NACIONAL
El correr de los meses ocultó al jefe de La Cámpora tras la sombra de su madre. Durante el fin de semana fue responsable de fortalecer la convocatoria al acto en Ensenada en el que Cristina pensaba lanzar otro ultimátum al Presidente y que terminó opacado por la renuncia de Guzmán. Batakis trabajaba con Wado de Pedro, el referente más moderado del camporismo. Máximo, principal detractor del acuerdo con el FMI, se ata sin desearlo a la nueva ministra de Economía, que tiene entre sus urgencias conseguir que no se corte el financiamiento pactado con el organismo internacional. Será toda una prueba de su virtud como jefe, que ha ejercido siempre con más soltura en la tribuna que en el campo de juego.

Héctor Daer
SECRETARIO GENERAL DE LA CGT
El referente albertista de la CGT sale chamuscado del fin de semana negro del albertismo. Nadie lo consultó sobre la danza de nombres y de alternativas para solucionar el problema que se abrió con el portazo de Guzmán. Ni a él ni a las principales cabezas de la central obrera. Venía de una semana delicada, en la que organizó un acto en homenaje a Perón sin avisar al resto de la conducción sindical que casi termina en un desaire mayúsculo a Fernández, a quien pretendía fortalecer. La presión de sus rivales internos crece a medida que se desinfla el poder del Presidente.

Emilio Pérsico
SECRETARIO DE ECONOMÍA SOCIAL
Cristina Kirchner le declaró la guerra al Movimiento Evita. En medio de la discusión sobre el próximo ministro de Economía, volvió a reclamarle a Fernández que eche del Gobierno a todos los dirigentes de los movimientos sociales. Pérsico pasó de imaginarse ministro de la Economía Popular a luchar por la supervivencia. El cristinismo promueve el fin de los planes sociales tal como están concebidos desde 2009. Lo que está en juego es la intermediación de los piqueteros con los beneficiarios. Para ser más explícitos: la financiación estatal que permitió al Movimiento Evita y sus equivalentes convertirse en actores centrales de la política.

Jorge Capitanich
GOBERNADOR DEL CHACO
Es junto a Axel Kicillof el nuevo conductor de la liga de los gobernadores, un grupo de caudillos obsesionados con retener el poder territorial. En los últimos meses pasaron de apoyar el rumbo trazado por Alberto Fernández (sobre todo el acuerdo con el FMI) a refugiarse en la conducción de Cristina Kirchner. Capitanich y sus pares celebraron la designación de Batakis, con quien mantenían una fluida relación por su cargo anterior (secretaria de Provincias). Su influencia en el destino del Gobierno es incierta. Los gobernadores peronistas quieren mantenerse a resguardo de la crisis económica y exigen un orden mínimo que les permita llegar al 2023 con opciones a la reelección.

Juan Manzur
JEFE DE GABINETE
El sábado a la noche su tiempo en el Gobierno parecía agotado. Hace rato que el jefe de Gabinete medita si seguir en el cargo o volver a la gobernación de Tucumán, donde sigue de licencia por las dudas. Nunca consiguió convertirse en el hombre que ordenara la gestión, atrapado en el duelo inmovilizante entre Alberto y Cristina. Durante la tarde del domingo se barajó la opción de degradarlo al ministerio del Interior para hacerle lugar a Massa. Al final, cuando la lotería de nombres le tocó a Batakis, Manzur fue ratificado. Le asignaron incluso el trabajo de anunciar a la prensa los cambios. Con la mala suerte de que un cacerolazo de cinco personas en la puerta de la residencia de Olivos lo convenció de no exponerse a terminar un día maldito con una nota triste y bizarra.
Fuente La Nación