Tanto tiempo estuvieron sin juntarse, que las ahora periódicas reuniones de Alberto Fernández y Cristina Kirchner han dejado de llamar tanto la atención, aunque siguen siendo noticia. Ya participa de las mismas con habitualidad el presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, a la sazón la tercera pata clave de la coalición gobernante. Los encuentros son en Olivos, al menos aquellos de los que se ha tenido información, pues no se descarta que haya habido más de los que la prensa ha podido dar cuenta.
El último fue el miércoles pasado y terminó siendo confirmado por quien exige secretismo en la materia: la vicepresidenta de la Nación. Es que al día siguiente, y luego de que el portal Infobae señalara que se habían reunido para acordar la suba del “dólar tarjeta”, la titular del Senado hizo saber a través de la Dirección de Comunicación de esa Cámara que en ese encuentro no se había abordado “ninguno de los temas desarrollados en la falsa noticia”. Confirmando implícitamente el encuentro que previamente había desmentido enfáticamente la portavoz Gabriela Cerruti. Tan desconectado funciona el poder vigente.
Lo hizo Cristina a través de la cuenta de Twitter del Senado de la Nación, cosa que indignó a la oposición: el titular del bloque radical de esa Cámara, Luis Naidenoff, calificó esa actitud como “grave”, por cuanto el Senado “representa a todas las provincias argentinas. No es la secretaría privada de Cristina Kirchner”, dijo. Sin embargo no es novedad en el kirchnerismo: alguien recordó estos días cuando quien manejaba las redes sociales de Casa Rosada durante la gestión de CFK se llevó en 2015 las claves de las mismas y la gestión de Cambiemos debió abrir cuentas nuevas.
Pero volvamos a las reuniones tripartitas en Olivos, que vienen a ser algo así como la articulación de la mesa de conducción que le venían pidiendo al presidente desde hacía tiempo sus aliados. Alberto F. se resistía, convencido de que ceder significaría delegar el (poco) poder que le queda. Y como siempre, terminó cediendo.
La realidad es que si bien el presidente “juega de local” en esas reuniones, nunca como ahora quedó tan expuesto que el verdadero poder radica en el segundo escalón institucional de la Nación. Por si hiciera falta confirmarlo, vale repasar la agenda reciente de uno y otra. La prueba más tangible la dio Alberto el lunes inaugurando el inicio de unas “obras de repavimentación” en Berazategui. Demasiado modesto, para ser piadosos. Mientras tanto, la expresidenta ha recibido en su despacho del Senado en los últimos días a la CGT, gobernadores y otros dirigentes peronistas, que como se sabe tienen un buen olfato para detectar por dónde transita el poder. También hay encuentros en el Patria, como el que tuvo con el economista Carlos Melconian, que luego CFK confirmó no había pedido ella sino la Fundación Mediterránea.
Cristina es así, confían allegados; por estos días se muestra abierta a escuchar y en general recibe a quienes le piden verla, quienes previamente reciben instrucciones de mantener reserva respecto de lo que allí se exprese, mas sin tener que dejar el celular en la antesala.
La vicepresidenta conserva de su fallecido esposo la costumbre de exigir a sus interlocutores no transmitirle a la prensa lo que hablen en privado. Es la razón por la que Néstor Kirchner no hacía reuniones de gabinete -costumbre que continuó su esposa-, convencido de que lo que allí hablaran no tardaría en llegar a los oídos de los periodistas. Pensar que sus compañeros peronistas que siempre los miraron con desconfianza se quejaban de que tanto Néstor como Cristina solían revelarles a los periodistas lo conversado en el CFI (sede de las reuniones de gobernadores en CABA), o el Senado, respectivamente, a la salida de esos encuentros.
La sensación imperante es que el presidente ha perdido el brío que alguna vez pudo haber tenido y muchos dicen verlo por momentos taciturno y errático; en tanto que la vice ya no oculta su protagonismo ascendente, ni tampoco la preocupación extrema que el momento le infiere. Así las cosas, llaman la atención voces de quienes si bien no deben ser tomados como exégetas de Cristina, suelen expresar el pensamiento de la vice, como Andrés “Cuervo” Larroque. Conocedor del territorio como pocos, el ministro bonaerense de Desarrollo de la Comunidad lanzó estos días una dura advertencia sobre lo que ve en el Conurbano, donde la situación “no da más”.
Devenido en una suerte de vocero presidencial cuentapropista, lo cruzó Aníbal Fernández: “Seamos un poco más humildes, callémonos un poco más la boca”, le contestó interpretando que la crisis no da para acercar fósforos a la pradera.
En este contexto la ministra Silvina Batakis se dispuso a encarar una semana clave de su todavía flamante gestión. Tras haber terminado de armar su equipo el viernes, al cabo de una semana en la que los mercados no le dieron tregua, buscó dar señales a través de una esperada conferencia de prensa que brindó el lunes temprano, antes de la apertura de los mercados. Quiso reforzar los puntos flojos de su antecesor, abriendo expectativas respecto de una coordinación de la que Martín Guzmán nunca pudo alardear. Lo hizo sentando a su lado al presidente del Banco Central, Miguel Pesce -con el que claramente tiene mejor sintonía que el discípulo de Stiglitz-, la titular de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, y tres ministros: Julián Domínguez, Daniel Scioli y Matías Lammens. No se entendió bien la presencia del expresidente de San Lorenzo, pero alguien por ahí sugirió que tenía que ver con la necesidad de atender el frente externo en materia de fuga de divisas y ahí es que el turismo tiene algo que ver. De hecho, dos días después se anunció una nueva alícuota para todas las operaciones de pago con tarjeta en dólares efectuadas en el exterior.
Así y todo, los mercados siguen encabritados: el dólar blue cerró el viernes a $293, acumulando un incremento de $25 en la semana y $55 en lo que va del mes. El blue ya se autopercibe por arriba de los $300. Se conoció también la inflación de junio, que fue de 5,3%, quebrando la desaceleración de los últimos tres meses, pero todo indica que la base del mes en curso será de 7 puntos y no se descarta que trepe a los dos dígitos. Un dato que mortifica al Gobierno -que hasta ahora no dejaba de insistir en la inflación con la que se fue Mauricio Macri-,es la inflación acumulada durante la gestión de Alberto Fernández: 190,39% en sus 30 meses.
Mientras tanto las organizaciones sociales se adueñan semana a semana de las calles, pero habrá que reconocer que a diferencia de lo que sucede en otras latitudes y particularmente en la región, la protesta es pacífica. Crece ahora el reclamo de un salario básico universal que se da de bruces con la necesidad oficial de achicar el déficit y frenar al emisión: su implementación demandaría $108.000.000.000 mensuales; un billón 296 mil millones anuales.
Alineadas con el Gobierno, las centrales sindicales no han lanzado paros a lo largo de estos dos años y medio. El jueves la CGT anunció una movilización para dentro de un mes, mas no contra las políticas del Gobierno sino “contra la inflación”. Esto es, “los poderes concentrados que la generan”, librando de responsabilidades a esta gestión. En diálogo con este medio, Hugo Yasky no descartó sumarse a esa marcha aun antes de que fuera lanzada.
Se sabe ahora que una delegación cegetista mantuvo días pasados una reunión con la vicepresidenta, en la que deben haberle adelantado -o consensuado- la medida que anunciarían. Suena a poco y contrasta claramente con administraciones no peronistas: contra Raúl Alfonsín las centrales sindicales lanzaron 13 paros en 5 años y medio; contra Fernando de la Rúa 10 en 2 años; y a Mauricio Macri le hicieron 5 paros en 4 años. Como sea, el momento es tan dramático que la propia oposición no sale a reclamar por esa actitud dispar. Este es un gobierno débil, en una coyuntura muy crítica y salvo sectores radicalizados, a nadie se le ocurre reclamar acciones que tiendan a tornar en más inmanejable la situación.
En la oposición, voces sensatas y experimentadas hablan de la necesidad de definir liderazgos hacia fin de año. Y planes. Es lo mismo que sugieren analistas que advierten que la situación no permite esperar hasta las PASO. Así y todo, en Juntos por el Cambio no encuentran otra manera de resolver la situación y admiten que si encontraran la manera de definir el tema un año antes, no harían más que precipitar los acontecimientos.
Y el deseo de los máximos dirigentes de la principal oposición es que esta administración llegue hasta el último día… habiendo pagado ellos esta vez todos los costos políticos.
Fuente Mendoza Today