
Lucas Rubinich: No sólo todo eso, sino que es significativa la crisis o la derrota de las experiencias de cambio que proliferaron en la década del 60 y primeros 70, y de algún modo con la Caída del Muro de Berlín pusieron al mundo en una situación de no hay alternativa. Llama la atención que espacios que tuvieron una presencia crítica, que lucharon por una sociedad más inclusiva, en el sentido más amplio, desde los partidos de centro izquierda a los viejos republicanos liberales, de las izquierdas a los llamados populismos, sectores que tenían una voluntad de pensar en gente no desechable, están hoy en crisis y hayan generado un estado de resignación en los sectores que tenían esas tradiciones.
P.: ¿No cree que la rebeldía ha pasado a otro sector, como sostiene Stefanoni?
L.R.: El mundo ligado a la experiencia internacional del capital financiero no es nada resignado y tiene una fuerza arrolladora. Un intelectual como Friedrich von Hayek luchó siempre por lo que se está logrando ahora, la libertad económica sin otro condimento y la democracia como algo absolutamente secundario. Hayek luchó por eso con toda legitimidad, construyó un instituto en Inglaterra y el instituto Atlas en Estados Unidos, que desparramaron think tanks por el mundo con una influencia extraordinaria. Como son pensadores pragmáticos pueden unir a un católico antiabortista con un gay liberal porque lo fundamental es la libertad económica. Nombro a Hayek porque a él suele apelar un desafiante, por definirlo así, político argentino. En ese espacio no hay resignados. Lo que yo veo es que hay una resignación extraordinaria en el mundo cultural y político donde las voces significativas, desde distintos lugares de la sociedad, en un momento tuvieron una mirada problematizadora de la sociedad en su conjunto, tomando a la soberanía como un valor. Hoy los dos viejos partidos tradicionales argentinos se han incorporado pragmáticamente, de forma independiente de su retórica, al clima de las ideas predominantes, en ese sentido digo que son resignados, que están repitiendo la frase de Margaret Thatcher “no hay alternativa”.
P.: ¿No hay resignación por la reducción de empleos?
L.R.: Esa resignación es producto del deterioro de viejas instituciones. Es cierto que la Argentina tiene partidos políticos, actividad cultural, movimientos sociales y sindicatos fuertes, pero los discursos, en el sentido simbólico fuerte, productor de lazos sociales, están deteriorados y sus dirigentes confundidos. ¿La población qué va a hacer? Mira esa situación y entonces se las arregla con lo que puede y así aparece un aspecto que puede llamarse resignado.
P.: En un amplio sector de los jóvenes pareciera haber una resignación, que se puede convertir en violencia, frente a la especialización del mundo digital, y la falta de la instrucción que le daría herramientas para acceder a un mundo que ha cambiado.
L.R.: Es un problema estructural. Ese diagnóstico es certero, problemático, porque la dirigencia política no hace un escándalo de que tengamos un porcentaje extraordinario de jóvenes en situación de pobreza y no explica cuál es el proyecto para solucionar esto. Se dice que esto no se puede solucionar porque ha cambiado la época. Así aparece una población joven que no sabe por dónde y cómo integrarse socialmente.
P.: En “Contra el homo resignatus” propone “reinventar la rebeldía política en un mundo invadido por el desencanto”.
L.R.: Mí preocupación central es el deterioro a nivel internacional de las viejas instituciones democráticas, los distintos aspectos que presenta este deterioro y las formas posibles de respuesta. Me parece importante no meter bajo la alfombra el hecho de que existe un deterioro objetivo que no permite discursos optimistas tontos.
P.: Es interesante el uso que hace de la literatura en su libro, pasa de Victor Hugo y Dickens al Martín Fierro y Borges.
L.R.: El uso de la literatura es fundamental en sociología. A mis clases de Sociología General les puse “Borgianas”, cada problema del que iba a tratar lo comenzaba con una cuestión planteada por Borges. Cuando Borges habla de que el escritor crea a sus precursores es fundamental, es un tema de cómo el presente ilumina el pasado. Otro caso, en la cuestión de cómo mirar a los otros, de la que hace una brillante descripción en lo que llama “literatura de estancieros”; dice que Güiraldes para describir un arreo ahueca la voz, “trata el arreo como si fuera un gran espectáculo”. Borges dice que en el Corán no hay camellos porque lo escribió un árabe, si lo hubiera escrito un extranjero estaría lleno de camellos. Eso me parece fundamental en sociología cuando se va a mirar a los otros, como se debe construir una mirada de los otros sin una perspectiva etnocéntrica o clasocéntrica.