Por Carlos M. Reymundo Roberts
Ya sopla sobre nosotros el huracán Sergio, con vientos salvajes que se van llevando un funcionario por hora. Algunos hubiesen querido quedarse pero no resistieron las ráfagas; otros no lo resisten a Sergio. No es un tipo fácil, convengamos. Yo aprendí a quererlo: hemos compartido buenos asados y hemos brindado con buenos vinos, y escucharlo es siempre una gimnasia intelectual. Típico ejemplar de peronista del conurbano, la alta y la baja política, economía, historia, sociología, psicología y ciencias ocultas desfilan por su chispeante conversación, con rigor de tertulia, nunca de cátedra. Tiene esa cosa de chico con barrio al que sus aspiraciones lo han llevado a conocer banqueros de Wall Street, lobbistas de Washington y algún empresario teatral que le pone su avión para que se tire al sol en un resort de Angra dos Reis. Conserva ambos rasgos: puede parecer reo y puede llamar a un alto funcionario de la Casa Blanca y que lo atienda. No deberían despreciarse las habilidades de aquel joven intendente de pago chico –casi un alcalde de countries– que convenció a capitalistas de la City porteña de que le financiaran sus sueños presidenciales. ¿Convenció también a Cristina y Alberto? Obvio que no. Lo aceptan como tuvieron que aceptar la Pfizer: porque estaban en las profundidades del mar. Va a ser interesante mirar cómo le dan y le quitan soga, cómo le siembran el camino de minas antipersonales; sobre todo Cristina, que probablemente lo distinga, igual que a Flowers Batakis, con su silencio. ¿Alberto? Bueno, ya bastante tiene con sus traumas; uno a uno se le van cayendo los soldados, y a la cabeza de los leales hoy figura Dylan. Al profesor no le está concedido el beneficio de la estrategia. Puesto en palabras de un colega español, malísimo, Alberto hace tiempo que no practica el noble oficio de pensar.
Acaso el escollo más importante que encontró la meteórica carrera de Sergio hacia no se sabe dónde fue Macri; el apodo que le endilgó Macri: Ventajita. El naming es clave cuando producto y marca son simbióticos; también puede ser cruel: llamarlo Ventajita ganó la batalla del marketing. “Ventajita a mucha honra”, pensará por estas horas Sergio. En un gobierno en el que Presidente y vice se neutralizan, él avanzó sobre la tierra arrasada. Avanza de la mano de su troika; tiene equipo, tiene un programa o dice que lo tiene, tiene amigos grosos y tiene compañera: Malena, su mujer, no menos ambiciosa y que ya debe estar pensando en el outfit con el que se estrenará el martes como primera dama. En la saga de parejas peronistas que hicieron historia –Perón y Evita, Perón e Isabelita, Néstor y Cristina–, Massita quiere inscribir la suya. Con el Beto y Fabiola no se estaría dando.
Es increíble lo entretenido y lo singular que se ha puesto todo. Se habla del papel decorativo que pasa a tener el Presidente, como si estuviera en condiciones de decorar algo; un meme de ayer retrata sus pesares: “Hola, Cristina, disculpá que te moleste. ¿Yo con qué cargo quedo?”. Aunque tapándose nariz y ojos, Cris convalidó el ascenso de Massa, que es más fondomonetarista y ortodoxo que Guzmán; y, perdón, mi reina, más campo friendly. A Batakis la hicieron pasar el papelón de su vida mandándola a Washington cuando ya tenía los días contados, y ella, estoica, acepta llevar sus flores mustias al Banco Nación. Con Beliz están enojadísimos porque se fue dando un portazo, y él está sacado porque catapultaron a Sergio “Acero Cali”, el que le dio un tortazo. Pesce sigue con vida, milagrosamente, y sigue cepeando todo dólar que encuentra, sin ignorar que en cualquier momento lo cepean a él. Kicillof dijo anteayer que “la cosa no está fácil”; como siempre, abre la boca y nos ilumina: reinterpreta el célebre mandato orteguiano, “argentinos, a las cosas”, al advertirnos que ojo, ojito, porque de pronto vamos a las cosas y descubrimos que no están fáciles. Grabois le exige a Massa que implemente el salario básico universal, iniciativa que no rima con lo que está pensando Massa: un ajuste básico universal. Gaby Cerruti, la vocera, aprovecha la volteada y quiere ser ministra; mi propuesta: con esos modales podría ir a Cancillería. ¿Y Manzur? ¿Alguien sabe algo de Manzur? Avisen, please. Scioli, pichichi apichonado, declara con lágrimas en los ojos que no se siente eyectado del Gobierno, palabras que lo hacen un dignísimo merecedor de figurar en este recuento.
El otro día volcó en Misiones un camión con 900 cajones de cerveza, y la carga fue saqueada. En Santa Fe volcó uno que llevaba 50 vacas, y en minutos una horda con facones faenó todas. Por suerte, ayer el blue volvió a ser blue, 300 pesos, después de escalar a red al tocar los 350. Sergio es el hombre que estaba esperando el mercado cambiario; también el de bebidas alcohólicas y el de hacienda.
El país pedía a gritos un superministerio de Economía, un superministro, un Superman. ¿Es un halcón, es el salvador? No, es Massita.
Tres De no creer en una semana. Cristina y Alberto lo hicieron.ß
Fuente La Nacion