LA HABANA, Cuba.- “No van a vender dólares. Están creando una nueva cola para distraernos como tontos”; he escuchado comentar a algunos de los que esperaron por que el Ministro de Economía y la Presidenta del Banco Central anunciaran, finalmente, una verdadera venta de divisas en CADECA y no este nuevo simulacro de “mercado cambiario” que nada resuelve a quienes necesitan las divisas para viajar al exterior, tramitar una visa, comprar una casa, un auto o para emigrar.
La Mesa Redonda —el programa televisivo que desde su creación en 1999 por Fidel Castro solo sirve a la dictadura para anunciar infortunios como si fuesen buenas noticias— acaba de decirnos otra cantinflada, algo así como que el régimen venderá dólares pero apenas para cumplir con la palabra empeñada hace unas semanas atrás, en tanto lo harán de tal manera que será como si no los vendieran.
Mejor lo ha dicho uno de tantos memes que al respecto del tema ya circulan por ahí: “En términos de disponibilidad, no tenemos disponibilidad”.
Resumiendo la intervención de hora y media (que a juzgar por las risillas sarcásticas y discursos complacientes de los funcionarios nos han querido pasar como “buena nueva”), todo queda en que, primero, ninguna persona, cubana o extranjera, podrá comprar más de 100 dólares, euros u otra divisa foránea en el día; segundo, tampoco podrá hacerlo en los aeropuertos ni en otro lugar que no sean las 37 sucursales de CADECA que han sido habilitadas en todo el país para la operación, y tercero, la venta estará limitada a la cantidad de moneda que cada establecimiento, de manera particular, logre ingresar en el día por concepto de canje.
No pudiera decir que más insultante que la “noticia” es que el Ministro de Economía se hubiese reído a carcajadas de todos nosotros en nuestras narices porque, de cierto modo, lo hizo al jugar tan burdamente con la poca inteligencia que nos queda después de girar y girar tantos años en esta maquinaria de desgastes físico y psicológico que es el castrismo y su decadente “continuidad”.
Traducidas a un lenguaje más sincero, sus palabras sonarían más o menos así: “No habrá divisas para nadie, mucho menos en los aeropuertos, y si quieres alcanzar la poquísima que venderemos para fingir que tenemos `voluntad política´ y que somos sostenibles y prósperos, entonces tendrás que marcar, pelear, dormir, madrugar haciendo cola en la CADECA, así como marcas, peleas, duermes y madrugas en la TRD de tu barrio para comprar el pollo”.
Más claro no nos lo han podido comunicar estos tipos que, apegados al manual de la Escuela del Partido, son expertos en enredar las cosas para que nuestra confusión, que ya se ha convertido en nuestra locura, tribute a su favor.
Ahora, además de colas para comprar picadillo de pollo, colas para cigarros, colas para el jabón y el desodorante, para el arroz, la papa, el aceite, el guardabolsos, el transporte, el cajero automático, la pensión, el helado en Coppelia, el turno médico (que conseguimos por amistad), la farmacia (cuando entran los medicamentos del “tarjetón”, porque los otros están oficialmente desaparecidos), el ataúd, el carro de muerto, las flores, la cremación, el entierro y la misa, los cubanos tendremos colas para comprar la divisa que necesitamos para sobrevivir, ya que los salarios, pagados por el régimen en moneda nacional, a duras penas sirven en el agromercado (desabastecido) y la guagua (que no pasa).
Ya imagino el único escenario posible tras el anuncio: el del fracaso disfrazado de éxito. Durante los primeros días la televisión cubana nos bombardeará con reportajes de Lázaro Manuel Alonso sobre lo bien que ha funcionado la venta y lo complacidos que van los afortunados.
En las redes sociales las “ciberclarias” intentarán hacer lo mismo pero no les saldrá muy bien la cosa con todos los comentarios negativos e insultos que recibirán.
Cuando pasen unas semanas, tal vez unos días, incluso unas horas, comenzaremos a murmurar entre nosotros las malas experiencias de sobornos de los revendedores a los empleados de CADECA, de los coleros y policías que te avisan de la “disponibilidad” si les pagas por la información, del cajero que revende o te reserva 100 dólares e incluso más de 100 si se los compras a 150 pesos cubanos, a 160, incluso a 200, de acuerdo con el precio que pague el último postor.
En esa fiebre de “raros” vaticinios que siempre suscita la compra y venta de dólares en Cuba, ni siquiera tuvieron razón quienes, quizás confiando demasiado en los bandazos y promesas de Alejandro Gil, hace apenas unas semanas apostaron a que sí habría una venta de divisas, aunque en un esquema similar al de aquellos tiempos, anteriores a 2019, en que solo se hacía oficialmente por una cantidad limitada (hasta 300 USD) en los aeropuertos, y exclusivamente para los viajeros que presentaban el pasaporte y el pase de abordar.
Ahora ha sido cantada la nueva jugada: solo un máximo de 100 dólares por comprador —cuando la demanda de cada cubano por emigrar o comprar una casa remonta los miles— y según “disponibilidad” de una banca más tramposa que en quiebra y que, por tanto, jamás dispone de divisas para ti, aunque sí para construir hoteles vacíos, comprar carros patrulleros y equipamiento antidisturbios.
Aún así, contagiados por el espíritu bromista del Ministro de Economía, imaginemos al cubano que solo tiene moneda nacional y necesita de 20 mil dólares para comprar una casa. Contando con que siempre se ponga de suerte y logre cada día hacerse con los 100 USD permitidos, apegándose estrictamente a lo legal, tendría que pasar 200 días, es decir, más de medio año, haciendo colas en CADECA para poder completar el dinero.
De modo que como un cubo de agua helada ha sido recibido este nuevo anuncio por quienes soñaron, con buena dosis de ingenuidad, no solo con un verdadero mercado cambiario en Cuba sino con un freno a la inflación —señalada como una de las mayores en el mundo—, y sobre todo al absurdo que domina la economía cubana, quizás como consecuencia de empecinamientos políticos, pero también, probablemente, porque algunos “fieles” demasiado “infieles” continúan echando leña a la vieja caldera del castrismo hasta verla explotar.
Sin embargo, a pesar de este nuevo y chapucero capítulo del “ordena” y “miento”, para los ingenuos perseverantes, que estando en el cine no se enteran de qué va esta película, jamás habrá pruebas suficientes de que las grietas son bien profundas en el cuerpo cansado y torpe de un gobierno que se piensa —y se confía— monolítico.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org