“Ha pasado un tiempo prudencial (de la última epidemia), y no sería raro que se produzca un brote” teniendo en cuenta que las epidemias se presentan cada entre 3 y 5 años. A su turno, el responsable del área de enfermedades transmitidas por mosquitos de la Fundación Mundo Sano Manuel Espinosa apuntó que “siempre tenemos que estar alertas por una potencial epidemia de dengue a partir de diciembre” porque “potencialmente siempre va a haber un brote y de cómo se trabaje (en prevención) dependerá de si se convierta en epidemia o no”.
El dengue es una enfermedad viral transmitida a los humanos por la picadura del mosquito Aedes aegypti previamente infectado con el virus por haber picado a otra persona que lo cursa. “Como todas las enfermedades que transmite este mosquito – zika, chikunguña, y fiebre amarilla urbana- el dengue tienen un comportamiento estacional y los meses de actividad del mosquito son también los de circulación viral, con el pico entre febrero y marzo”, dijo Espinosa.
Al existir cuatro serotipos distintos del virus, una persona puede contraerlos sucesivamente y el haber transitado la infección por alguno de ellos no sólo no protege al individuo contra los restantes, sino que representa mayor riesgo de sufrir una forma grave ante la infección por otro serotipo.
No obstante, el 75% de las personas infectadas por el virus del dengue cursan la enfermedad de manera asintomática y sólo el 5% hacen el dengue grave o hemorrágico, con una mortalidad del 1% cuando el empeoramiento de la enfermedad es detectado precozmente y el paciente tiene acceso a atención médica adecuada. El control del vector sigue siendo la principal medida de prevención por más que haya circulación de personas infectadas el virus no se transfiere de unas a otras si no se da la intermediación del mosquito.
El dengue se presenta en las zonas urbanas de los países de climas tropicales y subtropicales de todo el planeta, y el número de casos notificados a la OMS se ha multiplicado por 10 en las últimas dos décadas, pasando de 505.430 casos en 2000 a 5,2 millones en 2019. Además, entre 2000 y 2015 las muertes pasaron de 960 a 4.032. El cambio climático, la alta densidad poblacional en áreas urbanas, las migraciones, el incremento de la pobreza y las precarias condiciones de vida explican este crecimiento.
La enfermedad del dengue se presenta con un cuadro febril agudo e inespecífico de menos de siete días de duración, sin síntomas respiratorios. A estos signos, suele agregarse dolor de cabeza intenso, detrás de los ojos, muscular y en las articulaciones, además de diarrea o vómitos y una erupción en la piel. “Habitualmente es de manejo ambulatorio y los síntomas ceden en pocos días; pero en algunas ocasiones puede evolucionar a un cuadro grave con afectación de órganos, distrés respiratorio o shock”, sostuvo Analía Urueña, médica infectóloga y directora del Centro de Estudios para la Prevención y Control de Enfermedades Transmisibles (CEPyCET) de la Universidad Isalud.
Desde 1998, cuando reaparecieron los casos de dengue en la Argentina tras haber sido declarado “erradicado” en 1967, el país ha transitado tres epidemias de la enfermedad: 2009 (27 mil casos notificados), 2016 (41.200) y 2020 (54.674), según datos del ministerio de Salud. “Cada brote ha sido de mayor magnitud que el anterior porque no se tomaron las medidas necesarias para ir paliando la proliferación del mosquito”, dijo Rodríguez.
“Además, desde 2009 lo que se ve es que cada vez más provincias registran actividad del mosquito y entonces es probable que aparezcan también casos de dengue. De hecho, en el año 2000 las únicas provincias con casos eran Salta, Formosa y Misiones y hoy si hacés una línea horizontal entre Mendoza capital y Bahía Blanca, por encima de ese límite es toda área donde llega el aedes”, dijo Espinosa.
Espinosa coincidió con Rodríguez en que la pandemia de Covid favoreció el crecimiento de los casos de dengue en 2020 en un doble sentido: por un lado interrumpió las acciones territoriales de prevención y, por otro lado, las personas se vieron obligadas por la cuarentena a permanecer en sus domicilios donde vive el mosquito.
La prevención y control del dengue depende fundamentalmente de la adopción de medidas antivectoriales eficaces. “Básicamente se trata de eliminar los huevitos de los recipientes (con agua estancada), pero este mosquito tiene un problema y es que los huevos pueden resistir más de un año en los recipientes que han sido puestos y son esos huevos los que en la próxima temporada de lluvias van a eclosionar reiniciando el ciclo”, dijo Rodríguez.
En cuanto a la fumigación, Espinosa explicó que “es una herramienta sólo de control de mosquitos adultos que se debe utilizar cuando hay un brote epidémico” y de manera “intradomiciliaria” porque de nada sirve hacerlo en otro momento o “en parques o la vera de la ruta” ya que el mosquito “es doméstico, sólo vive dentro de las casas” y se mueve en un radio de 100 metros.
Por otra parte, aún no hay una vacuna para prevenir los contagios o las formas graves a nivel de la población en general ni tampoco tratamiento específico para quienes transitan el dengue o dengue grave.
Sí existe una vacuna –Degvaxia- desarrollada por el laboratorio Safir Pasteur que la OMS recomienda administrar solo en personas que hayan tenido una primera infección natural por dengue porque podría aumentar a largo plazo los casos de la enfermedad en personas que nunca lo tuvieron. En Argentina, la Amnat la aprobó en 2017 pero aún no habilitó su comercialización. En tanto, otras vacunas están en fase avanzada de desarrollo, como la del laboratorio japonés Takeda.
“Pero aún si mañana tenemos una vacuna exitosa contra el dengue, hay que seguir controlando el mosquito porque transmite más de 104 virus y hay un montón de otras enfermedades que hay que seguir previniendo”, concluyó Rodríguez.
Fuente Ambito