Gustavo Ferreyra: Piquito de Oro deriva hacia el mesianismo. Es una forma de locura, pero nunca deja de tener sus razones; no siento que vaya nunca hacia el delirio. Se habla bastante en la literatura argentina del delirio, quizá un poco por Arlt, pero no lo siento así a Piquito, aunque obviamente se sale del molde.
P.: En la novela más reciente escapa de la cárcel para terminar en un psiquiátrico…
G.F.: Es el paso más triste porque en la cárcel no la pasa nada mal, tiene discípulos, tiene su éxito, forma su grupo religioso, pero es cierto que ya en el último tramo no es así. El “en las sombras” del título, es ese estar en la cárcel y luego en el psiquiátrico, donde realmente cae en la penuria, en el infortunio. En las sombras reflexiona infatigablemente sobre el deseo y la capacidad humana de sobrevivir pese a todo. En la segunda novela de la serie, “Piquito a secas”, cae en el misticismo cuando está en el procesamiento judicial en que se lo acusa del asesinato del Dr. Cianquaglini. La deriva mesiánica la lleva hasta el final, con raptos de racionalidad donde busca dejar eso atrás. Es la voz narrativa de Leonardo, con sus diatribas y epístolas, que no tienen un marco muy fijo de racionalidad, la que lleva al personaje. Esa voz narrativa que impulsa a Piquito me permitía descubrir cosas que están más allá de mí mismo, que lleva a reírse porque uno es sorprendido, porque lo que se dice surge de otro lado. La verborragia de Piquito, que puede abrirse a la ironía, la poesía o el aforismo, siempre está rodeada por otra voz narrativa, la de una tercera persona, que permite llegar a tierra firme poniendo en pausa a la voz de Piquito.
P.: ¿Por qué junto a la crisis de 2001, la irrupción de Kirchner en una reunión o el conflicto con el campo de 2008 pone las especulaciones místicas de Piquito?
G.F.: Es el cruce del instante y los milenios. Es el cruce con lo histórico social que termina siendo más determinante de lo que Piquito en algún momento aspira. Ese mesías en potencia que es Piquito es determinado, tragado, de manera obviamente inevitable por el acontecer histórico. Es la tensión constante entre las explicaciones sacras de lo humano y el acontecer rústico de la vida. Así, a pesar de los encierros a lo que es sometido, aparece lo más cotidiano, la política, lo más inmediato, lo que se está viviendo en el momento. A esa tensión se enfrenta Piquito, que aspira a lo que aspira todo mesianismo, que es salir de la pesadilla de la historia.
P.: ¿Eso no se contrapone a que profesionalmente Piquito es sociólogo?
G.F.: Ser sociólogo para Piquito es una suerte de dique que intenta trascender. La sociología lo instala en la época, en el siglo, en el tiempo, y él es más metafísico que sociólogo, pero la época siempre lo está capturando. Piquito es, ideológicamente, un “Jesusísta”. De eso se da cuenta en “Los peregrinos del fin del mundo”, que es la novela de Bruna Yapolsky, la discípula y musa de Piquito, una rama o spin off de la saga de Piquito. Bruna siendo de origen judío busca acercarse al cristianismo, y al avanzar se da cuenta que en el acercamiento al cristianismo encuentra otra vez el judaísmo, y busca salir de ese Cristo judío, y buscar otro Jesús, que no sea el Cristo.
P.: ¿Piquito en su derrotero pasa del trotskismo al misticismo?
G.F.: Piquito es muy peculiar como militante trotskista. Es una etapa, eso aparece en la primera novela, en “Piquito de oro”, y él nunca llega a creer del todo. Está en el Polo Obrero más en una forma existencial que militante. Lo que le interesaba eran las movilizaciones, el estar sentado en el asfalto conversando con las chicas que están ahí como él haciendo piquetes, que no saben nada de marxismo ni de trotskismo, y que charlan con él con más intención erótica que política. Piquito se empezó a constituir a partir de un cruce entre Marx y Nietzsche y de ahí va hacia una filosofía vitalista que le ofrece un entronque con lo religioso. Desde ahí es que se aparta del marxismo y de eso que señala como la pequeñez de la época. Piensa que el marxismo es un foco de luz que recorta un pedazo de realidad con gran racionalidad pero hay un escenario oscuro alrededor del cual no da cuenta, y en esa oscuridad es donde está lo que a él más le interesa.
P.: ¿Lleva escritos doce libros?
G.F.: Trece publicados, de los que doce son novelas. Tengo una novela ya escrita que es el cierre de la saga, donde finalmente se reencuentran Bruna y Piquito. Bruna ha estado en un grupo de peregrinos católicos, y Piquito ahora está en el sur, cerca de Él Bolsón. Retoman el contacto, que perdieron durante años, primero a través de videollamadas y luego con el viaje que hace Bruna de Buenos Aires a El Bolsón. Aparte tengo dos novelas terminadas.
P.: ¿Y ahora está escribiendo otra?
G.F.: Sí, la historia de un pastor anabaptista.