Como muchos otros habitantes, Kateryna se dirigió el lunes a una escuela de la ciudad de Zaporiyia para recibir pastillas de yodo, que deberá tomar en caso de una contaminación radioactiva.
Estas píldoras saturan la glándula tiroides para evitar que el yodo radiactivo se fije en ella. Las autoridades locales las han distribuido en 13 puntos de la ciudad desde el 23 de agosto. “Se deben tomar las pastillas en caso de peligro, en las primeras seis horas después de una alerta”, explica Elena Karpenko, una enfermera de la ciudad, ubicada en el sur de Ucrania.
La planta de Zaporiyia es la mayor central nuclear de Europa. Desde hace semanas, Rusia y Ucrania se acusan mutuamente de bombardeos en el recinto de la central, ocupada por Rusia desde marzo. Ayer arribó una misión de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) para realizar una inspección.
El Kremlin asegura que sólo cuenta con personal de seguridad y ayer pidió a la comunidad internacional que ejerza “presión” sobre Ucrania para que reduzca la tensión en torno a la central nuclear. Tras varios bombardeos que provocaron un corte temporal de la red eléctrica la semana pasada, el operador ucraniano Energoatom dijo el sábado que había un riesgo de “pulverización de sustancias radiactivas”.
En Zaporiyia, los servicios de emergencia ya están realizando simulacros de evacuación de los residentes y practicando la descontaminación del polvo radiactivo. Casi dos toneladas de solución especial de descontaminación se almacenan en instalaciones de la ciudad. En caso de catástrofe, las alarmas sonarán dos veces, con un día de diferencia.
Fuente Ambito