LA HABANA, Cuba. – Por estos días ha sido noticia la visita a la Isla de un grupo de estadounidenses, tan amigos del pueblo cubano que aterrizan directamente en brazos de la clase política para caer, por enésima vez, en el juego de las apariencias. Los “intercambios culturales” que el presidente Joe Biden volvió a autorizar tras su revisión de la política de Trump hacia Cuba han hecho posible la llegada de la periodista Abby Martin y otros izquierdistas subidos de tono, acérrimos defensores del modelo socialista aplicado en Cuba, el cual, según aseguró el propio Fidel Castro en una entrevista en el año 2010, “no ha funcionado ni siquiera para nosotros”.
El régimen que hoy encabeza Miguel Díaz-Canel necesita el apoyo de esos colaboradores que adoran contemplar nuestra pobreza desde su altura, desde la seguridad de que solo están aquí como espectadores y que muy pronto un avión los regresará a sus sociedades de consumo, donde pueden hablar pestes del capitalismo sin que les crujan las tripas, ni ser perseguidos por sus opiniones políticas. Son los hipócritas de siempre, pero es difícil entender tanta simpatía por la dictadura cubana tras los hechos del 11 de julio de 2021 y en medio del mayor éxodo en la historia de esta nación, cada día más próxima a dejar de serlo.
Abby Martin ha venido a hacer un documental sobre las vacunas cubanas contra el COVID-19, porque al parecer no han dado resultado las perretas de Bruno Rodríguez Parrilla en el campo de la diplomacia, ni la publicidad desplegada para que los turistas vinieran a disfrutar de playas, mojito y Soberana 2.0, ni las gestiones ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) para lograr el aval a favor del inmunógeno Abdala.
En el documental de Abby Martin no faltarán loas al polo científico cubano impulsado por Fidel Castro, posiblemente el único “logro” que aún quede en pie tras el derrumbe del sistema de salud y el declive de la educación. Una vez más la periodista culpará al embargo, y hablará de la resiliencia del pueblo cubano como si fuese algo que otros pueblos debieran imitar.
Abby Martin fue corresponsal de RT America en Washington D.C., del cual se desligó tras una poco convincente crítica a Rusia por la invasión a Crimea en 2014. Actualmente dirige el programa “Los archivos del Imperio” que se transmite por TeleSur, una cadena financiada principalmente por la Venezuela chavista, aunque Martin asegura que el programa es “editorialmente independiente”.
Aunque no aparece ligada a un partido político específico, varios colegas la han acusado de pro-rusa y simpatizante de la izquierda más peligrosa. En su reciente visita a la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en La Habana, Martin lamentó que en Estados Unidos se violen la libertad de prensa y los derechos humanos; todo ello mientras casi una decena de periodistas independientes cubanos renunciaba públicamente a su trabajo debido a las presiones de la Seguridad del Estado.
Esos detalles no interesan a Abby Martin, quien se plegó al discurso de la dictadura sin errar una línea e hizo espacio en su agenda “progre” para visitar el barrio La Corbata, que hoy no está hundido en la mierda gracias la cantidad de gente que fue molida a palos el 11 de julio de 2021 por reclamar sus derechos. Para Martin, La Corbata es “una localidad en vías de desarrollo” pese a las severas restricciones impuestas por el bloqueo; donde la gente es pobre pero feliz, y el apoyo a la Revolución es total.
Hubo tiempo hasta para un paseo en bicitaxi con Gerardo Hernández, el espía devenido coordinador nacional de los CDR, quien se encaramó en el triciclo y le dio una vuelta a la yuma por ese barrio cundido de segurosos, por si a algún compatriota se le ocurría gritar que todo aquello era mentira, que nos están matando de hambre y enfermedades. Y se ve a la rubia sonriendo en el corazón mismo de la miseria maquillada, recibiendo la condecoración de los CDR, totalmente ajena al pedal que tiene que dar un verdadero chofer de bicitaxi para juntar unos pesos y alimentar a sus hijos.
Abby Martin afirmó que el pueblo cubano “solo busca su propio camino”, y lleva razón. Se han ido, por decenas de miles, a buscar su futuro a través de Centroamérica, porque este sistema que a ella le parece tan glorioso, no les ha ofrecido nada más que penurias y represión. Y para no escatimar en cinismo, Martin afirmó que “en los últimos 15 años se le ha hecho más difícil ignorar avances cubanos como los servicios médicos internacionales y las vacunas”.
Los hospitales destartalados donde mueren cubanos por negligencias que nadie asume, y donde faltan recursos hasta para hacer una glicemia, no le interesan a la reportera. Esos son los “amigos” del pueblo, los “valientes” periodistas que se enfrentan al Pentágono en tierras de libertad y protegidos por una verdadera democracia; pero no tienen el coraje de llegarse a cualquier hospital donde se atienden las personas comunes, para apreciar de cerca los servicios de salud “gratuitos” que constantemente nos echan en cara.
La cederista del Tío Sam vino a recopilar material para hacer propaganda a favor de un régimen que ella conoce bien. Hay muchas izquierdas en el mundo, pero quien asegure que el modelo cubano es el mejor, después de haber visto en qué condiciones ha quedado la Isla gracias al comunismo impuesto por Fidel Castro, debe ser vigilado estrechamente y aislado del poder político. Esa gente quiere la ruina de su país, la destrucción de la familia y el retorno de la esclavitud. El socialismo es miseria. Cuba es miseria. Quien afirme lo contrario, miente.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org