También las relaciones entre tiempo y espacio, continuo tiempo espacial, pintura cosmológica, un repertorio en el que el artista buscaba soluciones al misterio del universo. En 1950, sus obras de carácter tradicional viraron a la abstracción cuando gracias a una beca vivió en París entre 1951 y 1952 donde conoció a Fernand Leger, Max Bill, Georges Vantongerloo. Es autor del prólogo de un valioso libro sobre los escritos de este último, artista belga (1886-1965) a quien en 1987 el Museo Nacional de Bellas Artes de Bélgica le dedicó una importante exposición.
Hay una curiosa coincidencia en sus vidas: Vantongerloo se aisló voluntariamente de todos los ismos del momento y Magariños D. se refugió durante 26 años en Pinamar donde dibujó, reflexionó y escribió en su casa–taller, convertida desde 2002 en Museo, gracias al impulso de su esposa Dolores Rubio.
Tanto Vantongerloo como Magariños D. reflexionaron sobre la presencia de un sentido en el discurso artístico, el primero a través de cálculos matemáticos, el segundo de progresiones geométricas.
La obra de este artista es para aquellos que tengan sensibilidad a las relaciones que se establecen en el plano para captar lo que de ellas surgen. En “Arte abstracto – Cruzando líneas desde el Sur”, Mario H. Gradowczyk señaló el interés de Magariños D. por la física nuclear, las nuevas matemáticas, la cibernética y la ingeniería genética ya que el artista “tiene la obligación de imaginar una metafísica que exprese las cuestiones científicas, filosóficas, estéticas de los pensadores contemporáneos”.
Siempre es importante volver a este artista secreto –hace 15 años que no se mostraba su obra-, una importante selección desde los 50 hasta principios de los 90 que tiene lugar en MCMC con la curaduría de Marcelo Pacheco, titulada “En silencio”.
El título, señala Pacheco, alude a que Magariños D. pertenece a aquellos que, según Derrida, “sólo se debe pasar en silencio”.
Pacheco describe a Magariños D. como aquel que no se distrae fabricando artificios novedosos, sino que insiste en un alfabeto que exhibe las virtudes de las leyes de la visión y la percepción.
También arte y ciencia es uno de los capítulos más provocativos de la obra del artista y de su producción de papeles, telas, cartones, trabajando la inesperada fibra, témpera y cola.
Para Pacheco, “escribir sobre este artista supone un dilema que no se relaciona con lo artístico sino con la historiografía, con la narrativa que se describe entre elementos, significados y signos”.
Magariños D. pertenecía al arte moderno pero en los 60, cuando realizó sus cosmologías, se transformó en un artista contemporáneo. Una parte del texto de Pacheco alude a sus creaciones como invenciones de energía que no dejan de vibrar y enumera todo lo que aparece en el soporte: colores, ritmos, arabescos, símbolos, cruces, banderas, mástiles, orografías, lagos, tramados, equis, líneas fracturadas o sin fin.
Magariños D. fue también un pensador y escritor que dejó importantes textos a lo largo de su vida, por ejemplo, “Emilio Pettoruti: precursor o reaccionario” (1962), “El arte pictórico y el artista de hoy” (1965) en los que cita a Cézanne, Seurat, Van Gogh, Gauguin y tantos otros que han dejado su huella en la historia del arte. “Toda obra de arte encierra un concepto, una idea, o una sensación, pero lo más importante es no sólo que se vean sino la calidad del lenguaje que se empleó para materializarla”, escribió una vez. (MCMC, José León Pagano 2649).