LA HABANA, Cuba. — Este 14 de septiembre se cumplen 33 años de la muerte, en Ciudad México, del pianista, compositor y arreglista cubano Dámaso Pérez Prado, conocido como “el rey del mambo”.
No se supo exactamente la edad que tenía el célebre músico cuando falleció —con la salud quebrantada por la diabetes y la amputación de una piern—, porque no hay certeza sobre el año en que nació, un 11 de diciembre, en Matanzas. Pudo ser en 1917, como afirma Radamés Giró en el Diccionario Enciclopédico de la música en Cuba, o en 1922, como asegura Cristóbal Díaz Ayala, en Música cubana, del areyto al rap.
En Cuba, las autoridades culturales se fueron con la fecha de Radamés Giró, y el centenario del natalicio de Pérez Prado fue conmemorado, de forma bastante discreta, en 2017.
Por haber desarrollado la mayor parte de su carrera en México (país que consideraba su segunda patria) y en los Estados Unidos, Pérez Prado es de los numerosos artistas de la diáspora al que los decisores de la cultura oficial prefieren soslayar. Algo que resulta muy injusto, no sólo por la importancia del mambo para la música popular cubana, sino porque el régimen castrista le debe a Pérez Prado la Suite de las Américas, de la que se apropiaron sin pedirle permiso para utilizarla como solemne banda sonora en los homenajes a uno de sus principales iconos, Che Guevara.
Muy pocos en Cuba lo saben, no solo por lo inusual en el repertorio de Pérez Prado de este tipo de composición orquestal, sino porque los mandamases que se apoderaron de la Suite de las Américas nunca le han dado crédito a su autor ni referido cómo y por qué la escogieron para dedicársela a Guevara.
Como mismo Elvis Presley no fue el inventor del rock and roll, tampoco Pérez Prado inventó el mambo, sino que fue quien lo popularizó internacionalmente a partir de 1948.
Los verdaderos creadores del mambo fueron los hermanos Orestes e Israel (Cachao) López, pianista uno y contrabajista el otro, que en 1939, cuando tocaban en el conjunto Arcaño y sus Maravillas, titularon Mambo a una de pieza de la orquesta, un danzón al que le aceleraron el tiempo.
Lo que tocado por Arcaño y sus Maravillas llamaban mambo, y cuyo tempo fue más acelerado aún por el compositor y tresero Arsenio Rodríguez, fue transformado por Pérez Prado, que mezcló el swing y los ritmos cubanos.
Pérez Prado incorporó trompetas, saxofones y trombones a su conjunto, a la manera de las jazz bands norteamericanas, y con su grito gutural (¡aaahugh¡) le imprimió un sello muy peculiar.
Sobre el mambo, del cual porfiadamente se adjudicaba su autoría, explicaba Pérez Prado: “Los saxofones llevan la síncopa en todos los motivos, la trompeta lleva la melodía y el bajo el acompañamiento, combinado con bongós y tumbadoras… De esa combinación de música y ritmo sale el mambo”.
Pérez Prado, que había sido pianista en las orquestas de Paulina Álvarez, Sonora Matancera y Casino de la Playa, en 1947 fue convencido por el cantante Kiko Mendive para que se radicara en México —que, por entonces, era la meca del disco y el cine en Latinoamérica— y probara fortuna allí.
En México, Pérez Prado creó su propia orquesta, que se hizo muy popular y donde por un tiempo cantó Benny Moré. Sus piezas de mambo fueron tantas, que luego de Qué rico el mambo, de 1949 (que vendiera cuatro millones de discos), a muchas no les dio nombres, sino números, siendo la más conocida Mambo número cinco, que, tras aparecer en el film El suavecito, fue la primera de las muchas composiciones de Pérez Prado que aparecerían en bandas sonoras de películas mexicanas y norteamericanas.
En 1955, Cherry Pink (and Apple Blossom White), de Pérez Prado, vendió 1 800 000 copias, ganando un disco de oro y convirtiéndose en el single del año en la lista de la revista Billboard, por encima de Rock around the clock de Bill Haley and his Comets.
Otra de las piezas más populares de Pérez Prado fue Patricia, que en 1960 vendió cinco millones de discos y fue utilizada por el director italiano Federico Fellini para la banda sonora de su película La dolce vita (La dulce vida).
Pérez Prado ha influido en la obra de salseros como Tito Puente y Willy Colón, el guitarrista Carlos Santana y varias generaciones de músicos cubanos, desde Benny Moré hasta los principales intérpretes de la llamada timba en los últimos 30 años.
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Fuente Cubanet.org