LA HABANA, Cuba. — En esta ocasión he decidido escribir sobre quien es, a no dudarlo, uno de los más destacados líderes opositores de Cuba —de hecho, considero que es el más importante de los que ahora mismo no se encuentran entre rejas, aunque sí en una especie de confinamiento domiciliario municipal—. Y me refiero al psicólogo santaclareño Guillermo Fariñas Hernández.
Se trata de la misma persona que suele ser conocida por un sobrenombre inusual: El Coco. El mismo origen de este alias merece ser relatado: quiso el destino que, en su familia de orgullosos afrodescendientes, el ahora líder anticastrista fuese el de tez menos oscura entre todos sus coetáneos. De ahí el mote chistoso, que primero tuvo carácter puramente familiar; después fue adoptado por vecinos y amigos, y hoy es conocido por todo el pueblo.
Muchas han sido las acciones contestatarias protagonizadas por Fariñas. Entre ellas, claro, descuellan las huelgas de hambre (y también de sed) que escenificó durante años y que representan el rasgo más característico de su actuación pública anterior. Una de estas resultó particularmente importante, ya que constituyó el prólogo al proceso de liberación de los ciudadanos presos arbitrariamente durante la que con justicia ha sido llamada la Primavera Negra de Cuba.
En los años más recientes, la labor patriótica del Coco ha ido perdiendo el carácter unipersonal que, por definición, caracteriza a los ayunos en solitario. Esa actividad ha pasado a centrarse en el Foro Antitotalitario Unido (FANTU), la nutrida y combativa organización anticastrista de alcance nacional que él, desde la ciudad de Marta Abréu y Leoncio Vidal (que no del rosarino Ernesto Guevara), encabeza con el título de Coordinador General.
No obstante, en este trabajo periodístico deseo centrarme no en las actividades políticas del líder villareño. Cualquier demócrata cubano que esté interesado en las luchas contra el totalitarismo comunista puede llegar a conocerlas en forma detallada, pues ellas reciben excelente cobertura en la prensa independiente. Aquí deseo abordar otra faceta de su polifacética personalidad: la de escritor.
Es el caso que Fariñas Hernández —y este detalle no es tan conocido— es autor de tres libros. El primero de ellos data de 2011 y pertenece al género ensayo. Lleva por título Radiografía de los miedos en Cuba. Como su nombre lo sugiere, el autor, al escribirlo, aplicó a ese tema los conocimientos adquiridos en sus estudios universitarios; en particular, los de Psicología Social.
Unos años más tarde —en 2014— publicó su primera novela: El abismo por dentro. Se trata de una obra centrada en la aventura militar desatada por Fidel Castro en Angola. Desde luego, que en ella se reflejan experiencias personales del propio Coco en su época de combatiente en el lejano país africano. Esto le ha dado argumentos para responder a las acusaciones mentirosas de supuesto mercenarismo que el gobierno castrista suele prodigar a todo aquel que se le enfrenta: “Sí fui un mercenario —dice Fariñas—; en Angola, pues allí yo percibía ganancias monetarias por luchar en otro país a favor de un gobierno extranjero”.
Hace pocos meses apareció publicada la segunda novela de nuestro personaje: Cementerio de hombres vivos, a la venta en Amazon. También aquí está presente el elemento autobiográfico: el oxímoron del título constituye una clara alusión a las cárceles castristas, en las que, por su firme postura contestataria, el psicólogo santaclareño se ha visto obligado a permanecer durante varias temporadas.
Llegado a este punto, sólo me cabe deplorar mi desconocimiento en los temas literarios. Soy un inveterado lector, pero estoy consciente de una cosa: esa sola circunstancia no basta para calificarme (ni a mí ni a nadie) como crítico de novelas. Y creo que la nueva obra publicada por Fariñas este mismo año bien merece una reseña.
Dedicaré un solo párrafo a emitir algunos brevísimos criterios sobre Cementerio de hombres vivos. Y discúlpenme los lectores por esa especie de intrusismo. Si algo creo que cabe destacar en la novela es su carácter apasionado, vibrante, desgarrador. Se ve que el autor refleja sus terribles experiencias de esas sucursales del horror que son las prisiones castristas. Me hago una última pregunta: ¿Quizás habría sido preferible publicar esa obra como un libro de relatos y no como una novela?
Pero insisto en que no me siento capaz de reseñar esta creación más reciente del fundador del FANTU ni pretendo hacerlo. Lo que me interesa destacar es el hecho mismo de un líder político dotado de inquietudes literarias, materializadas primero en un libro de ensayo y después en un par de novelas publicadas. Se trata de una realidad que no resulta usual en nuestra Isla.
Por ejemplo, brillan por su ausencia ejemplos semejantes entre los jerarcas del castrismo. El único con alguna obra artística digna de ser mencionada es el difunto comandante Juan Almeida. En mi modesta opinión, tienen no poco mérito las canciones que compuso, pero, desde luego, que sus reducidas letras no admiten comparación con obras cuya extensión se mide en libros.
Pero resulta oportuno señalar que tampoco resultaron usuales las inquietudes literarias entre los numerosos compatriotas que bajo la república democrática (y a diferencia de lo que ha sucedido desde hace 63 años y hasta hoy) ocuparon la primera magistratura del país por el voto libre de sus conciudadanos (En la era colonial claro que tenemos al gran Martí, pero ese es un universo aparte).
De hecho, sólo uno de nuestros presidentes democráticos puede ser destacado en ese sentido: me refiero a Alfredo Zayas Alfonso, inquilino de la residencia ejecutiva habanera entre 1921 y 1925. El Chino, como le llamaban afectuosamente sus compatriotas de la época, tuvo también una vida literaria activísima. Entre sus obras se destaca la Lexicografía antillana, imprescindible obra de consulta sobre las voces aborígenes usadas en Cuba y otras islas de su entorno geográfico.
Creo, entonces, que los demócratas que nos enfrentamos al régimen castrista debemos sentirnos legítimamente orgullosos de contar, entre nuestros dirigentes más destacados, con uno como el Coco Fariñas, quien es no sólo un líder político y social, sino también un literato.
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Fuente Cubanet.org