LA HABANA, Cuba.- “Desmantelamiento gradual del embargo”. Hace algunos días leí esa frase en las redes sociales, y la vi reiteradas veces en algunos posts y comentarios. De a poco, la administración Biden parece estar levantando el mal llamado “bloqueo”, brindándole ayuda al castrismo en el momento más crítico de su historia. American Airlines y Jet Blue aumentarán sus vuelos hacia la Isla a partir de diciembre, para que la emigración cubana siga supliendo, gracias al sempiterno “maleteo”, todo lo que el sistema totalitario implantado por Fidel Castro es incapaz de producir y proveer.
No le ha bastado a la Casa Blanca con autorizar por primera vez en más de seis décadas la inversión directa de una entidad estadounidense en el sector privado cubano, aunque el secretismo de Estado no permita al pueblo conocer en qué se invertirán esos miles de dólares y cuál sería la contraparte cubana que se beneficiará de tal asociación. No ha sido suficiente con abrirse de nuevo al intercambio pueblo a pueblo, ese jueguito de espías e influencers de aliento “progre” que dicen abogar sanamente por un mundo mejor, pero anhelan fundar un CDR en el corazón mismo del Times Square.
Este nuevo deshielo no es como el de Obama. Es quizás más atrevido y, según ciertos cubanos sentimentales, trapero, pues cuando se pensaba que la dictadura más vieja de Occidente tenía sus días contados, apareció ese “enemigo” solidario con sus dólares y su condescendencia, sin dejar de criticar -para que la oposición no se ofenda- el aumento de la represión en la Isla y las constantes violaciones a los derechos humanos.
Mientras tanto, cada día se hace más evidente dónde residía realmente el bloqueo. Ahora sí está permitido importar productos congelados, como si el hambre de este pueblo fuera cosa de ayer y no de hace sesenta años. Si antes no se podía no era por culpa del Congreso estadounidense, que lo único que le niega a la dictadura cubana son créditos, porque sabe que el castrismo y su continuidad son mala paga, botarates y ladrones.
Flexibilizaciones desde allá, nuevas medidas por acá, y cada día son menos los cubanos interesados en comprender la peligrosa situación en que estamos. El dólar ronda los 180 pesos cubanos, no hay manera de contener la inflación y el régimen ha depositado toda la carga en hombros de los emigrados. Aquí come y se cura quien tenga pariente inmediato en el exterior, o muchos pesos devaluados para comprar lo que llega de ultramar. Fuera de ahí no hay más vida. Mucha gente tiene que estarse muriendo en Cuba, pero de eso nadie habla.
La fuga vía Nicaragua no se detiene, de ahí que los usureros estén muy tranquilos viendo el dólar subir, mientras los necesitados duermen en los portales y aceras aledaños a las CADECA para alcanzar turno y poder comprar los 100 USD (o euros) que les tocan. De mantenerse el ritmo actual, el dólar llegará y superará la barrera de los 200 pesos antes que cierre el año, porque hay muchos cubanos dispuestos a pagarlos al precio que sea con tal de llegar a la frontera sur de Estados Unidos.
Vienen desde todas las provincias, forrados en moneda nacional para comprar dólares por miles. Es tan nefasto el escenario que no hay mejor inversión que planificar la huida de un país que ya está siendo vendido a pedazos, y ante las narices de un pueblo que solo sirve, al parecer, para disputarse la aprobación o no del Código de Familias.
La compañía Blue Diamond se expande por un archipiélago arruinado, mientras el festival “Varadero Gourmet 2022” muestra otra Cuba, distante incluso de la realidad del famoso balneario, hoy silencioso y aburrido como cualquier pueblo de campo. Este tipo de eventos sirven de fachada al régimen para sellar acuerdos con empresarios igual de delincuentes, atraídos por la posibilidad de hacer dinero rápido cuando los yumas empiecen a llenar la Isla gracias a la generosidad de la actual administración demócrata.
El panorama político y económico es demasiado incongruente como para que a los cubanos les interese lo que pueda ocurrir en el futuro cercano. Quienes por falta de recursos -o coraje para tirarse en balsa- están obligados a sobrevivir aquí, ya no se preguntan adónde iremos a parar. Se concentran en hacer más colas y revender más caro para pagar los bienes que llegan abundantes, carísimos también, desde Miami, y hacer frente como puedan a la brutal escalada del dólar, que con cada peso que sube sepulta más las esperanzas de los cubanos de salir a flote.
Deshielo frío, sin alardes ni Tampa Bay Rays. Desmantelamiento gradual de una política que algunos consideran errada, para que un estado a todas luces fallido siga con vida, negando sus crímenes, pavoneándose ante el mundo libre sin pagar sus deudas; mientras fomenta la emigración y se hace mantener desde el exilio por sus propios ciudadanos, a los que oprimió y despojó de derechos fundamentales.
No caben dudas de que el castrismo está en fase final, pero la coda se extiende y la vida sigue su curso. El tiempo del régimen no es el tiempo del pueblo cubano, que hoy lo abandona todo sin mirar atrás porque ya vio esta película, y sabe que las segundas partes nunca fueron buenas.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org