LA HABANA, Cuba. – Una nueva ronda de conversaciones migratorias entre Estados Unidos y Cuba ha tenido lugar en La Habana. Los cubanos siguen llegando a chorros por mar o por tierra a suelo estadounidense. Algunos mueren, pero son muchos más los que alcanzan la frontera sur o las arenas de los cayos con la esperanza de que no los regresen. Imposible imaginar lo que supone para un pobre diablo ser devuelto a Cuba después de haberse enfrentado a esa travesía, especialmente cruzando el estrecho de Florida.
La actual oleada migratoria se ha convertido en un quebradero de cabeza para el team Biden, pero a las autoridades cubanas las trae sin cuidado. Aunque este éxodo es distinto de los anteriores en muchos aspectos, quien pierde en todo caso es Cuba y ellos están por encima de esas cuatro letras, como lo demuestran a diario.
El vicecanciller Carlos Fernández de Cossío ya aclaró que estas conversaciones son de rutina, que lo llevan haciendo hace 30 años, desde la Crisis de los Balseros. La preocupación expresada por la contraparte estadounidense sobre el irrespeto a los derechos humanos en la Isla, y la petición de liberar incondicionalmente a los presos políticos, también forma parte de esa rutina. Los enviados de la Casa Blanca lo mencionan, algún representante del régimen balbucea la primera respuesta que se le ocurra, y enseguida cambian de tema. Había que hablarlo y se habló, aunque muy brevemente, pero ya eso constituye un avance.
Mientras ambas partes juegan su juego de medias palabras, poses y sonrisas; mientras Omara Ruiz Urquiola y Anamely Ramos exigen su derecho a regresar; mientras el número de presos políticos aumenta bajo la tapadera de delitos comunes; mientras Estados Unidos amenaza con deportar cubanos y la dictadura sigue sin tomar una sola decisión que modifique el panorama económico y político de este montoncito de tierra que pronto será innombrable, llegan a la Unión Americana los acólitos del régimen, exmilitantes de la Juventud Comunista que de un mes para otro mudaron la piel y eligieron la senda del capitalismo. Así de fácil.
El último en hacerse la selfie matadora ―para que “la gusanera infarte” ― frente a las oficinas de ICE en Louisville, Kentucky, ha sido Bruce Iam González Marrero. Este joven, expuesto por el periodista Mario J. Pentón como un fidelista entusiasta, miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas y cheerleader confeso de la primera secretaria del PCC en Matanzas, Susely Morfa, pudo acceder a una cita que le ha sido negada a muchos cubanos que jamás defendieron al régimen de La Habana.
González Marrero llegó a Estados Unidos a inicios de octubre cruzando “el río que cumple sueños”, según lo describió en un post el pasado 8 de noviembre. Hace solo unas horas, momentos antes de la entrevista, afirmó sentirse bendecido y posó para la cámara sin ocultar un milímetro de esa cara que hasta agosto del presente año estuvo muy activa en Twitter, acompañada por las etiquetas de la propaganda castrista. No ha sido el primero ni será el último, lo sabemos; pero es muy grande el descaro de las instituciones que han permitido el ingreso de ese muchacho a Estados Unidos, y su más que probable permanencia allí.
Llegados a este punto, es inevitable preguntarse con qué historia de hostigamiento y torturas habrá podido Bruce Iam engañar a las autoridades de ICE. Más aún: ¿cómo puede ICE, una vez realizadas las verificaciones, admitir en suelo estadounidense a un defensor de la dictadura cubana? ¿Cuáles serían sus argumentos para demostrar “miedo creíble”?
Es curioso que siendo fidelista y sintiéndose bendecido por estar a las puertas de las oficinas de Inmigración, no haya levantado con su post un montón de críticas acusándolo de traidor, vendepatria, desafecto y un largo etcétera. Esos ciberataques nunca van dirigidos a los colegas militantes que abandonan la Isla “por razones económicas”, mientras se estén calladitos y, siempre que tengan oportunidad, defiendan a la Revolución desde dentro de Estados Unidos, especialmente apoyando cualquier acción contra el embargo. Tal vez muy pronto veamos a Bruce en esos menesteres.
Así marchan las cosas en lo que concierne a la migración cubana, irregular en más de un sentido. No es coherente que un comunista tapiñado pueda aspirar a recibir ayuda económica y seguro médico en el “imperio cruel”, mientras numerosos compatriotas que arriesgaron sus vidas en una balsa para huir de la dictadura que él solía defender, están ahora mismo a merced de la Patrulla Fronteriza con grandes probabilidades de ser devueltos al engendro creado por Fidel Castro.
Cuba se desangra, se muere de hambre, miente en Naciones Unidas, destierra a opositores, encarcela jóvenes o los infiltra en suelo “enemigo”; pero la subsecretaria adjunta Emily Mendrala y el vicecanciller Fernández de Cossío conversan, sonríen, hacen pausa, se miden, vuelven a conversar y finalmente redactan sus respectivos informes. La agenda avanza en una dirección que solo ellos conocen.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org