Pese al Brexit e incluso el reciente caos político de los últimos meses, que llevó al propio The Economist a hablar en su portada de Britaly, el Reino Unido se mantiene como segundo destino para las inversiones directas españolas, superado sólo por los Estados Unidos. El 43 % de las empresas con intereses en suelo británico planea ampliar sus inversiones en el país en 2023 y para el 76% de estas firmas el mercado británico mantiene o incluso ha incrementado su importancia dentro de su negocio global, según el IV Barómetro realizado por la Cámara de Comercio de España.
El acto de presentación ha tenido lugar el mismo día en el que Navantia UK, la filial británica de la sociedad pública española Navantia, se ha hecho con uno de los contratos más codiciados del Ministerio de Defensa del Reino Unido. Construirá tres embarcaciones de apoyo para la Marina británica, como parte del consorcio Resolute, que engloba también a las empresas BMT y Harland&Wolf. El encargo del Gobierno británico supondrá más de 1.800 millones de euros, y creará 1.200 nuevos empleos en astilleros británicos, juntos a otros 800 puestos de trabajo indirectos.
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Se trata de buenas noticias. En cualquier caso, los representantes de las empresas que se han dado cita este miércoles en la embajada española de Londres no podían ocultar su “nerviosismo” y “preocupación” ante esperado plan fiscal que presentará el jueves el Gobierno de Rishi Sunak para atajar la crisis económica en un Reino Unido que va camino de una de las recesiones más prolongadas de la historia reciente y donde la inflación ya ha llegado al 11,1%, el nivel más alto en 41 años.
Sunak -el tercer primer ministro británico en dos meses- quiere recuperar la confianza de los mercados tras la debacle que sufrió la libra el mes pasado, al presentarse los radicales recortes de impuestos que quería llevar a cabo la fugaz Liz Truss, obligada a dimitir cuando apenas se había trasladado al Número 10 por las repercusiones de su polémico programa.
Se calcula que el Gobierno de Sunak tiene que lidiar ahora con un agujero de 62.700 millones de euros en las finanzas públicas. Por lo que se espera que incremente en unos 22.800 millones de euros la recaudación fiscal y decida un recorte del gasto por valor de 39.900 millones de euros. De momento, no se sabe si la era de austeridad empezará de inmediato o se aplazará hasta pasadas las próximas elecciones generales previstas para 2024. Se trataría de no recibir el castigo del electorado, pero eso merma la confianza de los mercados. Y está por ver cómo afectará esto al sector de infraestructuras, uno donde las empresas españolas tienen más protagonismo, junto al financiero, energía y telecomunicaciones.
El PIB del Reino Unido cayó el 0,2% entre julio y septiembre, frente al crecimiento del 0,2% en los tres meses anteriores, arrastrado por el sector industrial. A finales de septiembre, la deuda acumulada se situaba en 2,80 billones de euros, lo que equivale al 98% del PIB. Para frenar la inflación, el Banco de Inglaterra anunció recientemente una subida de los tipos de interés de 0,75 puntos porcentuales, hasta el 3%, el nivel más alto desde 2008.
El panorama para los próximos meses, por lo tanto, es sombrío. Y todo influye. La inversión extranjera directa española en el Reino Unido ya registró una “ralentización significativa” en el primer semestre del año debido a fricciones en la cadena de suministros, la guerra de Ucrania y el Brexit. En la primera mitad de 2022, alcanzó los 630 millones de euros, solo un 8 % del flujo registrado en el mismo periodo de 2021, cuando la reapertura tras las restricciones de la pandemia había disparado los intercambios comerciales, según la encuesta entre 114 compañías realizada por la Cámara de Comercio.
En cualquier caso, no se trata de una situación excepcional. El ritmo de crecimiento de inversiones españolas también ha perdido fuerza en los últimos años en otros países históricamente relevantes. El año pasado, la inversión española en el país generó 8.000 millones de euros, frente a los 3.600 millones de euros en 2020, mientras que en 2019 y 2018 las cifras habían sido más bajas (1.200 millones y 1.900 millones, respectivamente), en parte debido a la incertidumbre del Brexit.
La salida de la UE continúa condicionando los intercambios comerciales. El 88% de las empresas encuestadas afirma haber experimentado “fricciones en su actividad” desde que se materializó el divorcio. Los principales problemas son un incremento en los costes y dificultades para contratar personal. Aun así, un 65% de las compañías espera incrementar su facturación el próximo año y un 53% también prevé aumentar su plantilla en el Reino Unido.
“El barómetro vuelve a reflejar que la percepción de las empresas españolas sobre el mercado británico no ha cambiado, a pesar de las tres variantes más importantes de los últimos tres años, pandemia, brexit y crisis macroeconómica. Siguen viéndolo como lo que es, un mercado prioritario, y en efecto, el segundo para la inversión española”, apunta Eduardo Barrachina, presidente de la Cámara de Comercio. “Se puede participar en grandes obras de infraestructura, es un mercado transparente, donde las empresas se fían del regulador y es muy propicio a la inversión extranjera”, matiza.
Pese al Brexit e incluso el reciente caos político de los últimos meses, que llevó al propio The Economist a hablar en su portada de Britaly, el Reino Unido se mantiene como segundo destino para las inversiones directas españolas, superado sólo por los Estados Unidos. El 43 % de las empresas con intereses en suelo británico planea ampliar sus inversiones en el país en 2023 y para el 76% de estas firmas el mercado británico mantiene o incluso ha incrementado su importancia dentro de su negocio global, según el IV Barómetro realizado por la Cámara de Comercio de España.
Fuente El Confidencial