Alto, normal o bajo. Si tuviera que escoger entre alguna de estas opciones para definir el nivel de satisfacción en su trabajo, ¿cuál sería? En el año de la Gran Renuncia, esta es una de las cuestiones que ha empujado a algunos empleados a decir adiós a su empresa. Medir la felicidad de los empleados no es sencillo, pero este año Eurostat ha publicado nuevos datos para ver cómo inciden en el bienestar de los trabajadores distintas situaciones: el sexo, la edad, el tipo de contrato, el sector o ser autónomo son algunas de las variables que la oficina estadística ha escogido para analizar dónde están más contentos los trabajadores.
Los datos de España ya traen la primera sorpresa: el 54% de los trabajadores tiene un nivel de satisfacción alto con su empleo, 10 puntos por encima de la media europea. “Esto choca muchísimo con otros datos que estamos viendo”, afirma María Obispo, directora de Talent Engagement en LLYC, en alusión a otras encuestas que miden el nivel de compromiso en el trabajo.
En líneas generales, hay dos países que destacan. Por un lado, Malta es el lugar de Europa donde el optimismo laboral está más generalizado. “Es un destino donde tradicionalmente se han ido muchos perfiles tecnológicos a trabajar. Viven allí, pero trabajan para empresas de otros países”, apunta Obispo. En el otro extremo está Portugal, que tiene el porcentaje de satisfacción más bajo de los países de la Unión Europea. “No creo que estén peor que en otros países”, opina Obispo.
La cantidad de europeos que responden que su nivel de satisfacción es bajo o nulo alcanza el 7,6%, pero en Francia, Portugal y Países Bajos esta cifra es prácticamente el doble. Cerca de un 4% directamente no responde a la cuestión y en Alemania la tasa de no respuesta es el 17%, por lo que los datos para este país deben interpretarse con cautela.
Si miramos cinco años atrás, da la impresión de que en la mayor parte de la Unión Europea la movilidad laboral de los últimos años ha sido para mejor. La mayoría de los países tiene ahora tasas más elevadas que en 2017, cuando la encuesta de fuerza laboral planteó la misma pregunta. Solo Dinamarca, Portugal, Polonia, Lituania, Chequia y Suecia tienen ahora menos porcentaje de empleados que afirman que su satisfacción es alta.
“Antes, las compañías elegían a las personas; ahora, las personas eligen las compañías”
“Los índices de rotación en España han crecido mucho y, en general, cuando pasa esto, es que la gente está menos contenta”, advierte Obispo. En concreto, según un reciente informe de Randstad en colaboración con la CEOE, este año la movilidad laboral ha crecido un 45% respecto al año anterior en España. “Pero esto también habla de una nueva forma de vida, de búsqueda de desafío, y no necesariamente de insatisfacción con la empresa en la que trabajas”, matiza la experta.
De hecho, aunque la tendencia positiva no deja de extrañarle, sí encuentra una posible explicación a esta mejora: “Ahora, entre los objetivos estrategia de las empresas con las que trabajamos, personas está entre los tres primeros. Y esto no pasaba antes. Las compañías se han puesto las pilas y esto a lo mejor puede estar detrás de una mayor satisfacción ahora”, afirma Obispo. “Antes, las compañías elegían a las personas, pero, ahora, son las personas las que eligen a las compañías. Ese mayor poder en manos de los profesionales puede estar detrás del cambio”, zanja.
Cuestión de percepción
La condición de ser o no autónomo es otra de las situaciones analizadas por la encuesta. Según los resultados, Dinamarca, Hungría y Suiza son los paraísos europeos del autoempleo, al menos según la percepción de sus habitantes. Allí, cerca del 80% de los empleados que trabajan por cuenta propia y sin personal a cargo afirma que la satisfacción en su trabajo es “alta”.
Portugal, de nuevo, aparece al final de la tabla. Manuel García, investigador predoctoral de la Universidad de Sevilla y especializado en el ámbito de los autónomos, tiene una hipótesis: “Quizás allí sean autónomos que se han visto empujados a esa fórmula porque no encontraron un mercado laboral que les pudiera ofrecer empleo y entonces su nivel de satisfacción es peor”. De todas formas, también le sorprende que la valoración de nuestros vecinos sea tan baja.
“Es interesante la diferencia entre sexos”, continúa el investigador. Las mujeres autónomas, en general, muestran niveles de satisfacción más altos que los de los hombres. El motivo podría ser el mismo que el anterior: no es lo mismo querer ser autónomo que verse empujado a ello. Las profesiones más masculinizadas han vivido en mayor medida un proceso de pasar de asalariados a autónomos, mientras que muchas mujeres se han incorporado al mercado laboral directamente con la segunda fórmula.
“El transportista de 60 años que con 40 estaba en una empresa cobrando un salario con sus 26 días de vacaciones, igual ahora gana lo mismo o más, pero sus condiciones son peores: él se arregla su furgoneta, no tiene vacaciones…”, pone García como ejemplo. Sin embargo, hay más mujeres que no cobraban un salario antes: “Muchos de sus puestos han nacido directamente como proyectos autónomos”, resume.
Tanto Obispo como García reflexionan sobre cómo afectan factores culturales o lo abierta que es la pregunta a la respuesta de cada país. “Siempre genera problemas la comparación de datos de percepciones a nivel internacional. Las percepciones en distintos países cambian, sobre todo las que son intangibles”, como medir la satisfacción, insiste García. Una forma de relativizar estas impresiones es buscar si existe relación con la posición en el Índice Global de Felicidad que elabora de forma anual Naciones Unidas. Precisamente, Portugal aparece también entre los países de Europa con un índice más bajo y en el puesto 77 de 157, mientras que España está en el 34. Según el investigador, en ambos países las condiciones para los autónomos no son las mejores, por lo que, aunque la posición de los lusos resulte extraña, “más sorprendería que estuviese al principio de la tabla”.
Cuando se compara la satisfacción de quienes tienen más flexibilidad horaria con quien no la tiene, los primeros siempre salen ganando. Esta conclusión, poco sorprendente, viene respaldada por las percepciones de los europeos en prácticamente todos los países. Pero, además, en la mayor parte de los casos, esta condición tiene incluso más peso que la opción de teletrabajar.
La directora de Talent Engagement en LLYC confirma esta tendencia. Además, considera que el teletrabajo, si se concibe como algo muy rígido, puede llegar a ser contraproducente. “Hablamos mucho del efecto Z, de demandas que se atribuyen a las generaciones más jóvenes”, como el respeto a la conciliación con la vida personal o el respeto al medio ambiente, “pero estas ya no son solo demandas de los jóvenes, sino que ha habido un efecto contagio”.
La encuesta muestra también diferencias en función del sector de actividad. En España, educación, Administración pública y artes son los ámbitos con tasas más altas de satisfacción. Por su parte, el sector hostelero, tanto de alojamiento como de restauración, maneja las proporciones más bajas. Al igual que en los países de renta baja la satisfacción está más ligada al salario que a otros conceptos, siguiendo a García, las profesiones con sueldos habitualmente más bajos tienden también a registrar mayor descontento.
Otro de los datos que se ven en la encuesta es que, en España, el nivel de satisfacción crece según se cumplen años, mientras que en otros países, como Francia o Portugal, sucede al revés. Hay menos sorpresas con las diferencias por tipo de contrato o por nivel de educación: los que tienen contrato indefinido y los universitarios están más contentos.
Pero, por muchos parámetros que midamos, no existe una fórmula mágica de la felicidad laboral y las diferencias entre la percepción de los países alteran esta comparativa. María Obispo cree que la discrepancia entre los datos optimistas de esta encuesta, en comparación con otras del mismo estilo, mucho más negativas, puede deberse a que, “a la hora de medir, estamos en un momento de transición”. Según su experiencia, para conocer cuál es el clima en las empresas ya no es tan fiable hacer preguntas, sino que cada vez se apuesta más por la inteligencia artificial y procesamiento de lenguaje natural.
La experta cuenta cómo en las compañías americanas el presupuesto para medir las sensaciones de los trabajadores han crecido un 17%. Algunas de las técnicas que se están probando consisten en leer de forma anonimizada las conversaciones entre los empleados. Aunque ellos sean conscientes, según la experta, la comunicación tiende a normalizarse. “Creo que las encuestas de clima están llegando a su tope y la tecnología va a ayudar muchísimo a entender qué es lo que está pasando”, opina Obispo.
Fuente El Confidencial