LA HABANA, Cuba. – Al cierre de uno de los peores años que ha sufrido Cuba, en la segunda jornada del X periodo ordinario de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), donde se ventilarán asuntos y tomarán decisiones sin contar con el criterio directo de los ciudadanos cubanos, ha reaparecido Raúl Castro entre los aplausos de quienes levantan la mano por unanimidad para refrendar el continuismo ruinoso que promete un caótico 2023, pese a los vaticinios del comediante, perdón, gobernante, Miguel Díaz-Canel.
El anciano dictador, a sus 91 años, se encuentra retirado de la vida política. No ostenta ningún cargo que amerite su presencia en las reuniones del Parlamento, ni tiene información relevante que aportar; pero una vez más, como en mayo pasado, se deja ver por los diputados. El último símbolo de la Revolución fallida, y de la familia que ha gobernado la Isla a base de represión, hambre y nepotismo, cree que su presencia en los cónclaves donde se debate el futuro del país puede funcionar todavía como un recordatorio de que hay que mantenerse anclados al estalinismo.
Los herederos del castrismo, sin embargo, tienen otros planes. Todos anhelan vivir como millonarios sin tener que esconderse como lo hacían sus padres y abuelos; pero sin renunciar a utilizar la carga semántica de la “Revolución Cubana” para sus propios fines, o un fuerte despliegue represivo cuando las circunstancias así lo requieran.
Raúl Castro es un bluff para que esa parte de la población que aún cree que los “históricos” sirven para algo, se mantenga bajo el influjo hipnótico del proceso, en un estado de muertos vivientes a la espera del menor estímulo, ya sea un paquete de pollo, tres libras extras de arroz, un magro costillar de lo que sea, o una botella de ron.
Mientras la Revolución renquea al compás del hermano menor del caudillo, la Asamblea Nacional está lista para aprobar, entre otras, una “Ley de Expropiación por razones de utilidad pública o interés social”, en virtud de la cual podrán despojar de su patrimonio a ciudadanos incómodos para el régimen, o a inversionistas extranjeros que, llegado el caso ―y siempre llega―, se muestren reluctantes a dejarse extorsionar en nombre del socialismo.
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Fuente Cubanet.org