Por Jesica Bossi
El renunciamiento anticipado de la vice para competir el año que viene dejó a su tropa en shock. Máximo presiona a Kicillof y mueve piezas para beneficiar a sus aliados en la provincia de Buenos Aires.
El kirchnerismo entró en un compás de espera hasta nuevo aviso. En medio de la euforia social por el Mundial y el clima de las fiestas navideñas encima, dan por cerrado el año y no imaginan definiciones electorales antes del final del verano.
El repliegue de Cristina Kirchner a partir de su renunciamiento anticipado a ser candidata en 2023 dejó a su tropa en shock. El peronismo entró en un proceso de estado deliberativo como hacía tiempo no ocurría, aunque sin liderazgos en el horizonte.
Los intendentes del conurbano arman encuentros en los que nada se define, pero la sola difusión de una foto todos juntos tiene el efecto buscado: mandarle mensajes a Axel Kicillof. Estos encuentros están organizados por Martín Insaurralde, en uso de licencia en el municipio de Lomas de Zamora, y actual jefe de gabinete bonaerense. Es una especie de “gobernador blue” desde que la vicepresidenta intervino virtualmente la gestión provincial tras la derrota legislativa de 2021.
“No hay una posición unánime de los intendentes sobre Axel, algunos lo bancan, otros no, y Martín (Insaurralde) aprovecha eso”, cuenta un dirigente muy al tanto de estas conversaciones. Según con quien se consulte, en esas cumbres de alcaldes las críticas al gobernador son más o menos duras, lo cierto es que por ahora no salen a la superficie y todo queda en un pataleo puertas para adentro.
En este juego de especulaciones Máximo Kirchner desempeña un rol clave. Desde las sombras, impulsa que Kicillof sea candidato a presidente y no vaya por la reelección. ¿Por qué? Ahí surgen un puñado de razones, pero se explican básicamente por sus preferencias y alianzas.
El hijo de Cristina Kirchner tejió dos sociedades: una con Sergio Massa, a quien siempre promovió para ingresar como “superministro” al Gabinete nacional; e Insaurralde, en territorio bonaerense, a quien ve como una opción para competir como gobernador. Eso podría despejarse si Axel es obligado a desistir de la reelección, su plan original.
Si bien es cierto que en el PJ bonaerense ven con recelo a Kicillof, también lo es que es el que mejor mide y capitaliza los votos de “la jefa”. No hay un justificativo lógico de hacerlo competir en la nacional, que más que a un premio se asemeja a un castigo porque las chances de ganar son bajas, a diferencia de la provincia.
Está prácticamente aceptado incluso en los sectores más duros que si Massa reduce la inflación y estabiliza la situación económica podría ser candidato a presidente. Nadie lo cuestiona, y hasta le permiten deshacerse en elogios públicos a empresarios como Paolo Rocca, de Techint, un gesto que a otros funcionarios les valdría una brutal reprimenda.
Sin instrucciones de Cristina Kirchner, la militancia parece haberse desmovilizado. El acto del lunes en el marco de una actividad del Grupo de Puebla se postergó porque la vice no le veía sentido de la oportunidad a esa marcha. Iba a realizarse el día después de la final que, más allá del resultado, podría generar una convocatoria de gente mucho mayor a la suya.
“No creo que salgamos a la calle en las próximas semanas. La única alternativa que se manejaba era una protesta frente a la Corte pero tampoco hay mucho consenso”, explica un funcionario alineado con el kirchnerismo.
El estado de “alerta permanente” se fue desinflando después de la condena por el caso de Vialidad. La preocupación de los incondicionales de la vice es que con su decisión de no participar en la boleta en 2023 es probable que también pierda influencia a la hora de armar las listas y definir la estrategia. ¿Tendrá un delfín? ¿Acomodará a los “chicos” de La Cámpora para conseguir bancas en el Congreso? ¿Hará campaña por alguien? Son interrogantes abiertos y falta mucho.
La retirada de Cristina Kirchner generó un alivio poco disimulado en la Casa Rosada. El fastidio fue tal que la diputada camporista Paula Penacca calificó de “triste” la actitud de celebrar internamente porque eso, según consignó, mejoraba las chances electorales de Alberto Fernández.
El enfrentamiento descarnado entre el Presidente y su vice va adquiriendo distintas formas y modos. No hay vuelta atrás en la ruptura de la relación personal, y mucho menos en la política. Cada tanto una ráfaga de furia va de un lado a otro, aunque digan que se escriben por chat vía Telegram.
En el entorno de Cristina Kirchner, algunos sostienen que el derrotero judicial que la martiriza es responsabilidad de él porque “no hizo nada” para frenarlo. Como tampoco actúa ahora, insisten, ante la ratificación de la condena a 13 años de Milagro Sala. Los más conspirativos no atribuyen esta omisión a impericia sino más bien creen que es parte de una estrategia planificada para perjudicar los K.
A esa teoría, suman las últimas actitudes con los movimientos sociales. El bono de 13.500 pesos en dos cuotas para los beneficiarios de planes sociales fue muy mal recibido en las agrupaciones no solo por el monto sino por no haber sido avisados. “Lo hace a propósito. Es una venganza de Alberto al Momiviento Evita por haberse acercado a Cristina”, concluye un referente. La tensión se notará en los próximos días, cuando se produzca un “piquetazo nacional” y, quizás, un acampe.
Fuente La Nación