LA HABANA, Cuba.- Cuando ya no quedaban dudas de que los Castro de Birán eran los dueños de Cuba y todo lo que ella contenía, incluyendo a sus ciudadanos que, tras enero de 1959, dejaron de serlo automáticamente, ya el escritor José Lezama Lima aparecía entre los primeros “regulados” por la dictadura de La Habana. No faltan quienes aseguran que el escritor detestaba los aviones y por esa razón se rehusaba a viajar; pero su propia hermana, Eloísa, con quien mantenía una profusa comunicación mediante cartas, aseguró que a Lezama no le permitían salir de Cuba.
El creador del grupo Orígenes llegó a ser uno de los intelectuales más vigilados por el castrismo. Su persona, su círculo de amistades y hasta su correspondencia eran observados cuidadosamente porque Fidel Castro fue, además de ególatra y narcisista, un sujeto muy temeroso de las resonancias. Sus esbirros escrutaban a Lezama, pero intelectuales del mundo entero seguían con atención el escrutinio.
Junto a Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante, Lezama Lima es considerado un nombre imprescindible dentro de la literatura cubana. Su estilo narrativo, fascinante para muchos, infranqueable para otros, sigue siendo objeto de estudio de los más versados investigadores de las letras hispanas.
Paradiso, su novela más conocida, fue publicada durante el llamado boom literario de los años sesenta del siglo XX y terminó siendo la concreción de su genio creativo, de ese intenso neobarroquismo que puede resultar desconcertante para algunos lectores. La obra de José Lezama Lima ha sido equiparada con la de autores latinoamericanos que también protagonizaron aquel estallido literario de la década de 1960, entre ellos Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges.
El gran Lezama, devoto del idealismo de Platón, conocedor a fondo de la obra de Luis de Góngora, erudito donde los hubiera, acabó siendo indomable para un tirano resentido que bajó de la Sierra prometiendo toda clase de libertades.
Muerte de Narciso, Paradiso, Fragmentos a su imán, Dador… resultaron demasiado para los rústicos comisarios de la cultura, que no pudiendo comprender al genio, ni ver en su obra cumbre más que un “peligroso homoerotismo” que debía ser extirpado de la matriz de una Revolución del macho y para el macho, decidieron silenciarlo, sepultarlo en vida, para alejar su influencia de los jóvenes intelectuales que, no obstante la censura, siguieron persiguiendo sus libros.
Lezama llevó una existencia recogida. Leía y escribía con fruición mientras el proceso revolucionario arrasaba con todo a su paso. La trascendencia de su legado literario es un hecho, aunque lo condenaran al ostracismo durante los últimos diez años de su vida, y aunque los mismos comisarios de la cultura que lo habían censurado, publicaran luego sus obras e intentaran llenarlo de honores post mortem para lavarle la cara al régimen cubano.
Hoy 19 de diciembre se cumple un aniversario más del natalicio del Maestro, uno de los pocos intelectuales que no aplaudió como foca a Fidel Castro. José Lezama Lima fue salvado por su obra en una época donde solo había dos alternativas: adulación u olvido.
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Fuente Cubanet.org