LA HABANA, Cuba. — El pasado domingo, el diario Granma, órgano oficial de los comunistas cubanos, publicó un trabajo periodístico de título truculento: Donde se asienta el poder del pueblo. El texto, obra de Mailenys Oliva Ferrales, intenta hacer una especie de apología de los órganos municipales del castrismo, que acaban de instalarse e investir a sus respectivos presidentes y vices.
Como no podía ser de otro modo, la colega del oficialismo ofrece a sus lectores una versión edulcorada del sistema político entronizado en la infortunada Cuba por el régimen de sus amores. Conforme a aquella, en el referido sistema todo apuntaría hacia el respeto irrestricto a la voluntad popular. ¡Qué desdicha para Mailenys que la realidad no se ajuste para nada a esos buenos deseos!
Y conste que me estoy refiriendo no a la práctica observada en ese escalón inferior del llamado “Poder Popular”. Todo lo contrario: a lo que aludo es a lo que las mismas leyes castristas disponen de manera expresa; a la forma en que su articulado recoge los medios de los que el régimen de vocación totalitaria se vale para hacer demagogia y manipular la verdadera voluntad de sus súbditos. Pero vayamos por partes.
Los desatinos de Oliva Ferrales comienzan en el primer párrafo de su escrito. Allí, con un tono que no despreciaría un hagiógrafo, ella dice: “Salidos de sus barrios y electos por sus propios vecinos, los delegados cubanos a las asambles municipales del Poder Popular reafirman con la reciente constitución de esos órganos de gobierno en los 168 municipios de la nación, que la autoridad del pueblo se asienta allí, en la más importante estructura de nuestro sistema político”.
Ante todo, hay que decir lo siguiente: esta última afirmación representa una tergiversación evidente y grosera de las realidades de hoy en esta Gran Antilla. Es cierto que en cualquier país los concejos resuelven asuntos de importancia secundaria y significación puramente local, ¡pero en Cuba no es raro que ni siquiera eso puedan hacer! ¡Cómo van a ser entonces “la más importante estructura”!
Se trata de que, en nuestra Patria, el sistema de inspiración marxista-leninista ha entronizado una centralización absurda, que proclama y sostiene a ultranza, como base de la economía nacional, la inoperante planificación burocrática. En esas condiciones, los concejales cubanos ni siquiera pueden decidir si —digamos— su municipio va a centrar su actividad en bachear las calles o erigir determinados inmuebles. Para eso necesitan que los burócratas de la capital decidan si van a asignar o no los recursos necesarios (asfalto en un caso; cemento y otros materiales de construcción, en el otro).
Y, por supuesto, ni pensar en participar en la toma de las decisiones más importantes. En teoría, estas últimas constituyen una facultad de la “Asamblea Nacional”. En la práctica, ellas representan un monopolio del Comité Central del único partido, que se reúne un par de días antes de cada sesión del “órgano supremo del poder estatal” para determinar qué debe aprobar este último. Esta realidad viciosa y lamentable se puso de manifiesto nuevamente hace apenas unos días.
Por no decidir, las asambleas municipales ni siquiera eligen libremente a su Presidente y Vice. Los dos candidatos correspondientes son presentados por la Comisión de Candidaturas Municipal. Se trata de un aparato designado por las “organizaciones de masas”, un engendro tramposo diseñado por los castristas para perpetuarse en el poder. Conforme al artículo 139 de la Ley Electoral, la única facultad de los concejales es determinar, entre los dos candidatos propuestos, cuál será el Presidente y cuál el sustituto.
La manipulación de la realidad por parte de la autora se extiende hasta al empleo que ella hace de las cifras electorales. En cualquier país normal, el respaldo popular a un candidato está representado por el porcentaje de los votos que recibió, frente al alcanzado por sus competidores.
Según Mailenys, en Cuba no es así. En su artículo, ella habla del “respaldo mayoritario del 68,56 % de los votantes”. O sea: que esa proporción de los electores que asistió a los comicios (según las cifras oficiales, muy discutibles por haber sido elaboradas sin la participación de observadores opositores o siquiera independientes) representaría en masa el apoyo recibido por el candidato vencedor en cada circunscripción.
En el párrafo final de su artículo hagiográfico, Oliva Ferrales se refiere a la actividad de las recién constituidas asambleas municipales, y afirma al respecto: “Es hacer valer el compromiso con la verdad, es crear y transformar; es abrazar los cambios posibles, es buscarle una solución a cada desafío, es desterrar la indolencia y la apatía de las comunidades; es, en esencia, una vía irrenunciable para seguir construyendo el país mejor al que todos aspiramos”.
Menos mal que, junto a las ambiciosas parrafadas que he citado, la colega, en el bajante y el texto de su artículo, consigna una pretensión mucho más modesta: “Comienza así una nueva etapa de trabajo en la que nada será sencillo”. ¡Delicado eufemismo para referirse al estado catastrófico al que las políticas comunistas han conducido a la pobre Cuba!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org