El informe de actividad de la consultora OJF & Asociados advierte que la economía cayó un 0,3% en noviembre y profundiza la tendencia recesiva del último trimestre del año. El 2022 podría tener un crecimiento acumulado menor al esperado, y aumentan las probabilidades de recesión para 2023.
Cada vez más indicadores de alta frecuencia sugieren que Argentina entró en un proceso recesivo, a la par del proceso inflacionario más violento desde 1991. La consultora Orlando Ferreres & Asociados publicó su último informe acerca de la evolución de la actividad económica, y concluyó que el indicador IGA-OJF cayó un 0,3% al término de noviembre.
Asimismo, se registró una variación interanual del 2% en comparación al mismo mes de 2021. Se trata de la tasa de crecimiento acumulada más baja en 20 meses, según la serie histórica de la consultora privada.
La consultora elabora un indicador similar al índice EMAE de actividad económica que elabora el INDEC, un estimador insesgado del PBI con frecuencia mensual. Para ello se utilizan 122 series estadísticas, y se arriba a un indicador que se publica un mes antes que los resultados del organismo oficial.
El pobre desempeño del nivel de actividad fue explicado mayormente por dos factores: la histórica sequía sobre la actividad agropecuaria, y en segundo término los cuellos de botella que genera la represión financiera y el control cuantitativo de las importaciones.
La actividad de la Agricultura, Ganadería, Caza y Silvicultura acumuló una retracción del 2,7% si se compara la trayectoria de enero-noviembre de 2022 con el mismo período de 2021. También se registró una fuerte caída interanual del 18% en comparación con noviembre del año pasado.
“El impacto de la sequía llevó al sector agrícola a anotar el desplome más grande desde que comenzó a elaborarse esté índice en 1994”, explica el informe de la consultora.
Por otra parte, la preservación del cepo cambiario y el cumplimiento de las metas de reservas con el FMI demandan un mayor control cuantitativo del saldo importador, a fin de limitar el drenaje de reservas que por sí mismo genera el disfuncional sistema cambiario argentino.
La aplicación sistemática de Licencias No Automáticas de importación (LNA) y la represión financiera sobre precios y tipo de cambio, provocaron un importante costo recesivo que consiguió paralizar la actividad real desde septiembre.
Uno de los sectores más directamente afectados por la limitación al comercio exterior es la industria manufacturera, dependiente de insumos y bienes de capital importados. Ferreres estima que la producción fabril habría aumentado un 0,8% en noviembre debido al mayor dinamismo del sector oleaginoso, pero permanece estancada desde el primer semestre.
El INDEC arriba a un diagnóstico similar al confirmar que la actividad industrial no crece desde junio, y sufrió una retracción del 1,1% en el mes de octubre (frente al 0,9% según la estimación de Ferreres).
Según Ferreres, la actividad mensual prácticamente no registra crecimiento desde mayo. Según las estimaciones del INDEC el “techo” sobre la actividad se habría alcanzado después, hacia el mes de agosto, y desde entonces la economía entró en una fase recesiva.
La mayor parte de las consultoras esperaban encontrar el techo de la actividad sobre el período mayo-junio, pero este hecho finalmente se habría retrasado hasta agosto. En cualquier caso, en vista a los resultados del último trimestre de 2022 la proyección de crecimiento acumulado para el año cae al 5% en lugar del 5,5% esperado por el oficialismo, para el año 2023 se descuenta la profundización de la tendencia recesiva.
Fuente Derecha a Diario