Por Juan Carlos De Pablo
En la cafetería del departamento de Economía de Harvard, un alumno planteó en voz alta la siguiente pregunta: ¿en la producción de qué bien el objetivo consiste en maximizar el insumo y minimizar el producto? Como la planteó con cara de póker, nos pusimos a pensar, atraídos por el premio que recibiríamos si encontrábamos un contraejemplo a un principio básico. Al rato, cansados, nos rendimos, y el alumno dijo: en la producción de bebés. Casi lo matamos.
La cuestión de la productividad y la eficiencia en el funcionamiento de la Casa de Moneda, ¿no es ejemplo real de lo que en el párrafo anterior se planteó como una mera chanza? Los monetaristas, aquellos que plantean la causalidad de emisión a inflación, saludarían con entusiasmo una huelga en la Casa de Moneda, porque reduciría la tasa de inflación.
No estamos razonando. Esa particular imprenta, que en la antigüedad era la Casa de Acuñación, y que en Inglaterra, entre 1699 y 1727 fue dirigida nada menos que por Isaac Newton, tiene que operar de manera eficiente. Lo cual implica que la demanda de billetes no debe superar a la oferta, y que la denominación de los billetes tiene que resultar cómoda, en función del nivel de precios. Ninguna de estas condiciones se cumple hoy en la Argentina.
No hay que ser un monetarista extremo para saber que, cuando un gobierno no puede colocar deuda de manera voluntaria, el déficit fiscal se financia con emisión; y que la denominación de los billetes no tiene nada que ver con la generación de las expectativas inflacionarias. Como mi imaginación es limitada, no puedo entender por qué hoy en la Argentina el billete de máxima denominación equivale a tres dólares, según la cotización blue.
El dinero nunca va a desaparecer; es decir, nunca volveremos al trueque. Pero puede que los billetes desaparezcan; en su momento fueron un invento revolucionario, pero pueden quedar descolocados frente a alternativas más cómodas, como el dinero virtual (por favor, no confundir con las criptomonedas).
Cuando esto último ocurra, la Casa de Moneda cerrará; como cerraron las fábricas de velas, máquinas de escribir y pañales no descartables. Pero, particularmente en países donde la economía informal constituye una porción importante de la economía total, seguiremos utilizando billetes. Emitidos por alguna Casa de Moneda, que debería operar con las reglas de eficiencia del resto de las empresas.
Fuente La Nacion