HARRISONBURG, Estados Unidos. —El expediente que un día se hará en Cuba para tratar de establecer la verdad histórica y fomentar las bases de la reconciliación nacional, seguramente contendrá numerosos casos demostrativos de la reiterada y masiva violación a los derechos humanos a nuestro pueblo.
El contubernio de la “administración de justicia revolucionaria” con esas violaciones también conformará un abultado muestrario donde no faltarán las farsas judiciales, ni los ominosos silencios.
Crímenes como la Matanza de Río Canímar en Matanzas, el derribo de las avionetas de la organización “Hermanos al Rescate” y el hundimiento del transbordador “13 de Marzo” permanecen impunes.
Por eso la sanción aplicada el año pasado al trovador Fernando Bécquer por un tribunal habanero no me sorprendió y así lo expuse en mi artículo “El caso Fernando Bécquer, otro capítulo de la justicia revolucionaria”, publicado por Cubanet el pasado 23 de octubre. Lo que sí me ha sorprendido ha sido el reciente giro de los acontecimientos.
El mediocre cantautor fue demandado por siete mujeres, de las casi 30 que aseguraron al medio independiente El Estornudo haber sido abusadas por él. Sin embargo, la sanción aplicada por el tribunal fue extremadamente benévola y demostró nuevamente la importancia que tiene la posición política de los cubanos cuando se ven envueltos en un proceso judicial.
A pesar de los testimonios en su contra, el trovador se quedó en su casa. El Tribunal Municipal de Centro Habana apenas le impuso una sanción de cinco años de privación de libertad, sustituida por la sanción accesoria de sujeción a vigilancia de los órganos y organizaciones que integran las Comisiones de Prevención y Atención Social. Ante ese grosero ejercicio de presunta objetividad judicial, las protestas en las redes sociales se hicieron presentes y dejaron muy mal parada a la Federación de Mujeres Cubanas, en un país donde el machismo y la violencia de género no hacen más que crecer.
Luego, todo cambió ante un nuevo ejercicio de la habitual misoginia del trovador.
La situación fue provocada por el propio cantautor al publicar en las redes sociales su tema “Guaracha feminista”, que inmediatamente recibió numerosas críticas de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y hasta de la mismísima Lis Cuesta, esposa del presidente impuesto.
Todo indica que las autoridades cubanas no quisieron soportar otra avalancha de protestas y ordennaron a la presunta vocera de las mujeres en la isla que se pronunciara, para luego poder actuar. No es lo mismo que proteste una “gusana” disidente a que lo haga la organización creada por Vilma Espín.
Quizás envalentonado por el resultado del espurio proceso, Bécquer creyó más de la cuenta, confiado en que su confesa adhesión a la dictadura le permitiría continuar su ofensiva misógina en las redes sociales.
Imagino las llamadas telefónicas y las órdenes para reunirse de inmediato e instruir al tribunal correspondiente que revocara la bondadosa sanción aplicada al trovador, quien ahora deberá cumplirla en un establecimiento penitenciario.
Según ha publicado Cubanet, las autoridades cubanas han declarado que el trovador violó las condiciones que le fueron impuestas junto con la sanción accesoria. Causa que fue suficiente para la revocación del “regalito” incial. Es decir, continuar haciendo declaraciones misóginas tiene más importancia que haber abusado de una veintena de mujeres, algunas menores de edad. Así de fácil.
En un país donde ya no se puede ocultar la verdad, los contubernios en desmedro de la justicia tienen cierto costo político entre la ciudadanía. Así que la dictadura se ha visto obligada a actuar, al menos para acallar por un tiempo a las agitadoras. En definitiva, Bécquer es un compositor anodino dentro de la rica y vastísima cultura musical de la nación. Inclinó su cabeza para recibir las migajas del poder, pero se pasó y la dictadura decidió sacrificar al peón.
Ante la repulsa que provocó su última estupidez y tratando de contener el vendaval que se le venía encima, Bécquer volvió a asegurar en su perfil que él era un trovador de “patria o muerte”. Ahora tendrá la oportunidad de probarlo.
Estoy segurísimo de que el mando del establecimiento penitenciario a donde lo destinaron, lo usará constantemente, y conste, sin retribución. Agreguemos que para un centro de reclusión será un acontecimiento contar con un “artista de primer nivel” . Seguramente se le requerirá para que interprete sus cancioncitas en cuanto acto “político-cultural” se organice. Y si se porta bien, quizás hasta lo lleven a cantarle a los jefes en sus cumpleaños y fiestas privadas.
Ante su nueva realidad, quizás el Bécquer recluido, no demore en convertirse en un chivato de los guardias o se preste para golpear a los presos políticos.
Pero por mucho que quieran ayudarlo las autoridades, ahora el cantautor conocerá por sus propios ojos lo que es una prisión cubana. Conocerá las condiciones de higiene, la deficiente alimentación, la carencia de medicamentos y la baja calidad de los servicios médicos. Además debe tener mucho cuidado porque los delitos que cometió no son muy bien vistos por los presos.
Quién sabe si después de esta experiencia se convierte al fin en un cantautor significativo, aunque lo dudo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org