CDMX, México.- En la primera mitad del siglo XX una mujer paseaba por Prado y Malecón en un llamativo descapotable rojo, escandalizando a todos a su alrededor . Y no era para menos, nació en una época donde no era común que los choferes fuesen del sexo femenino. De hecho, según reportes históricos, ella fue la primera mujer que condujo un auto en Cuba.
María Constancia Caraza Valdés (también conocida como María Calvo Nodarse) es uno de los personajes más enigmáticos de la historia popular cubana. Sobre ella poco se sabe a ciencia cierta, más que nació en Guanajay en 1892 y que a los 15 años , raptada o por voluntad propia (se manejan ambas versiones), llegó a La Habana con un hombre. Sin embargo, esta relación no duró mucho y María siguió un camino de lujos, desbrozado por sus ricos y poderosos amantes.
Su fama por rebelde y romper con los cánones de la época fue tal que en 1958 diría a Guillermo Villarronda, de la revista Bohemia: “Más de una docena de hombres permanecían rendidos a mis pies, anegados de dinero y suplicantes de amor”. Si eran realmente tantos o no, no puede confirmarse; pero sí que uno de esos hombres era nada más y nada menos que el mayor general José Miguel Gómez, quien fue presidente de la República.
Confirma el periodista especializado en temas históricos Ciro Bianchi que con la ayuda de José Miguel y otros amigos, la Macorina subió como la espuma. “Llegó a ser propietaria de cuatro residencias suntuosas en La Habana, dos de ellas en El Vedado, y de nueve automóviles, casi todos de fabricación europea, que eran sus preferidos. Fue dueña de varios caballos de carrera y solía lucir en sus salidas joyas que valían un dineral”.
Así, paseando por La Habana y dando de que hablar en una sociedad demasiado conservadora para ella, transcurrió la vida de esta enigmática mujer hasta que en 1934 cayó en desgracia. Ya sin la juventud de años atrás y con las economías de sus amigos afectadas por la crisis mundial, la cubana tuvo que empezar a vender sus propiedades para subsistir.
El 15 de junio de 1977 murió la Macorina en La Habana. Aquella mujer de la que toda la ciudad hablaba, ya no era relevante para la sociedad habanera y falleció en la mayor miseria. Pero si queda ese pegajoso estribillo que interpretaba Abelardo Barroso con la orquesta Sensación: “Ponme la mano aquí, Macorina”.
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Fuente Cubanet.org