LA HABANA, Cuba. – En febrero de 1918 quedó oficialmente constituido el Ejército Rojo, cuerpo armado de la Rusia bolchevique que pasaría a la historia como una institución militar de probado coraje, pero también como una de las más crueles y sanguinarias del siglo XX europeo. Numerosos crímenes le han sido adjudicados, aunque ninguno de los responsables compareció jamás ante un tribunal de guerra soviético, ruso o internacional.
Aunque la revisión de los crímenes de guerra cometidos por las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética ―Ejército Rojo, NKVD y Ministerio del Interior― abarca el período comprendido entre 1919 y 1991, los asesinatos comenzaron un poco antes, precisamente con la masacre del último zar, Nicolás Romanov, su esposa Alejandra y sus cinco hijos.
En una tranquila noche de julio de 1918, en la casa Ipátiev, ubicada en la ciudad más ferozmente antizarista, Ekaterimburgo, los Romanov fueron muertos a balazos, golpes y apuñalamientos con bayonetas por los militares bolcheviques supuestamente encargados de protegerlos. Las fuentes coinciden en que la matanza duró aproximadamente 20 minutos, y lo que comenzó como un fusilamiento oficial, terminó en una horrible carnicería, la primera de muchas perpetradas por el “terror rojo”, una política de Estado que se haría oficial en septiembre de ese mismo año, con el objetivo de deshacerse de los enemigos del Partido Bolchevique.
Muchos de los crímenes de guerra cometidos por los soviéticos ocurrieron en Europa Central y Europa del Este, antes y durante la II Guerra Mundial. Algunos fueron ejecutados por órdenes expresas del alto mando, pero otros se produjeron de forma espontánea por parte de las tropas, a modo de represalia contra militares o civiles de países que estaban en guerra con la URSS, o se negaban a aceptar su dominio.
Las ejecuciones sumarias, los asesinatos masivos de prisioneros de guerra, las violaciones y atropellos contra civiles de territorios anexionados por la Unión Soviética tras la derrota del fascismo, fueron incontables.
El mayor genocidio cometido por los soviéticos durante la II Guerra Mundial fue la masacre de Katyn (1940), en la cual fueron ejecutados alrededor de 25 000 ciudadanos ―médicos, profesores, ingenieros―, militares de alto rango y soldados polacos por miembros del Ejército Rojo y la NKVD (policía secreta soviética). La autoría de esta matanza, perpetrada con la finalidad de aniquilar a la clase dominante polaca, permaneció oculta durante años, pues fue utilizada como pretexto para el pulso ideológico entre nazis y soviéticos.
En un excelente filme del año 2007, el realizador Andrzej Wajda revivió los hechos desde el ángulo más humano: la angustia de las esposas y familias de aquellos hombres que jamás regresaron, y sobre cuyo paradero las autoridades bolcheviques mintieron deliberadamente.
Se estima que al final de la II Guerra Mundial, los soldados del Ejército Rojo violaron a dos millones de mujeres ―sobre todo alemanas― y, además, asesinaron a buena parte de ellas. Una barbarie similar ocurrió en Hungría, donde, según el periodista británico James Mark, 50 000 mujeres fueron violadas.
Cierto es que las fuerzas del nazismo se comportaron de modo similar durante la conflagración, pero en 1945 tuvo lugar el proceso de Nuremberg, donde fueron expuestos los crímenes de guerra perpetrados por los alemanes y sus aliados. El resultado de aquel juicio que conmocionó al mundo por los horrores allí revelados, fueron condenas de prisión y sentencias de muerte para los culpables.
Los crímenes cometidos por el Ejército Rojo y demás fuerzas represivas soviéticas no han sido admitidos ni castigados. Ningún culpable ha sido entregado a la justicia. A pesar de los testimonios de sobrevivientes, tanto la URSS como Rusia han negado categóricamente la comisión de aquellos hechos.
Fuente Cubanet.org