LA HABANA, Cuba. – Al parecer mi institutriz descuidó algunas partes de mi educación, y quizá fueron varias. El caso es que no sabía, o quizá lo olvidé, de la existencia de un Día Internacional de los Libros Rojos; espero que los enterados no me pongan frente al paredón por ese olvido que podría ser culpa, únicamente, de “mi institutriz”, quien dejó a un lado esa parte de mi educación. El caso es que existe el día, y la Casa de las Américas lo celebra, pero esa casa me olvida, me borra de sus listas de advertidos o enterados, aunque hace algunos años me invitara a ser jurado de novela de su premio literario.
Y este año se celebró en esa casa el Día Internacional de los Libros Rojos, que dedicaron esta vez al poeta salvadoreño Roque Dalton. El anuncio lo hizo en televisión nacional Abel Prieto Jiménez, presidente de esa institución, advirtiéndonos que a Roque lo sobrevivió un hijo que estudió y vivió en Cuba, pero no mencionó, el exministro, el asesinato del poeta a manos de sus compañeros de la guerrilla salvadoreña, esa con la que había tenido algunas discrepancias, sobre todo por la abierta homosexualidad del poeta guerrillero.
Ya Abel Prieto Jiménez se había enfadado con un escritor cubano que, en un homenaje a Roque Dalton organizado por la institución que él dirige, habló de la abierta homosexualidad del poeta y hasta de sus andanzas habaneras y de los desafueros eróticos que le provocaran los lujuriosos cuerpos de algunos cubanos. Y ahora, recordando ese suceso, mi empecinada memoria me lleva también hasta Allen Ginsberg y a su viaje a La Habana, invitado por la misma institución que hoy dirige Prieto Jiménez, pero en tiempos de Haydée Santamaría.
Allen Ginsberg, el gran poeta de la Beat Generation que se oponía a la carrera armamentista en Estados Unidos y a la represión sexual, fue expulsado de La Habana, de Cuba, porque, al menos eso se dice, le dio una cariñosa nalgada a Haydée Santamaría, y hasta se atrevió a advertir que le gustaría tener un affaire con el guerrillero argentino, por lo que fue montado inmediatamente en un avión que volaba a Praga…, y jamás el autor de Aullidos pudo poner un pie en esta Isla.
Si algo me importa realmente es hacer notar el hecho de que a los “culturosos”, a los gendarmes del poder cubano, y más exactamente al señor Prieto Jiménez, le interesa demasiado hacer notar la estancia de ese hijo de Dalton en Cuba y los estudios que por acá realizara. Prieto Jiménez se empeña más en visibilizar las supuestas bondades de la educación cubana y la fertilidad del guerrillero salvadoreño, para dejar a un lado su conflictiva sexualidad.
Al parecer para el presidente de Casa de las Américas un guerrillero de las izquierdas no puede ser gay, y si sucede se silencia al gay e incluso al guerrillero, solo que a Roque Dalton no le interesaba vivir ese silencio que imponen los cubanos cuando se trata de destacadas figuras de la izquierda, y no es recomendable hablar en Cuba del bocabajo y la “cuadripedia” de los amigos izquierdosos de su revolución.
En esos casos lo más prudente es señalar los estudios que en la Isla cursara el hijo del guerrillero, como si ese detalle tuviera alguna relevancia, más allá de hacer notar que el guerrillero gay tuvo semen y un hijo, olvidando que no son pocos los homosexuales con hijos, con nietos y bisnietos, y hasta con choznos. Abel Prieto Jiménez es, a no dudarlo, un homofóbico, un hombre que no puede negar que es hijo de Abel Prieto Morales.
Y Abel Prieto Morales, quien fuera viceministro de Educación y Cultura, y antes director técnico de la Campaña de Alfabetización y viceministro de Educación para la Enseñanza Elemental y también director general de la Educación de Adultos, fue uno de los más grandes “parametradores”, uno de los grandísimos culpables de la expulsión de las aulas a un montón de maestros homosexuales, sin imaginar entonces que luego tendría una hija lesbiana.
Y su hijo, el presidente de Casa de las Américas, nos advirtió que el Día del Libro Rojo que institucionalizara esa Casa que él dirige, estaría dedicado a Roque Dalton, y como dato señero nos dejó caer que Roque, y no el de “tócame Roque”, tuvo un hijo que estudió y vivió en La Habana; al menos eso fue lo que escuché, mirando asombradísimo al autor de El vuelo del gato.
Abel Prieto Jiménez, según parece, habita en eso que alguien llamara, pero no recuerdo quien, “El reino de los fines”; pero a diferencia de ese reino en el que los hombres podían juzgarse a sí mismos, en esta otra sociedad “nuestra”, más bien reino, más bien finca, se obedece únicamente a la ley de una razón impuesta según las conveniencias de un poder dictatorial. Un reino de fieles, un reino de identidades asignadas, de maniobras espurias, donde hay un dictador y muchos, muchísimos, súbditos de sexualidades “correctas”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Fuente Cubanet.org