El IPC de marzo se ha desplomado al 3,3% desde el 6% de febrero. Es una caída de 2,7 puntos, sin precedentes en la serie histórica reciente, gracias, en buena parte, al efecto base, que se produce al comparar datos respecto a un valor inicial distinto. En este caso, marzo de 2023 sobre marzo de 2022, cuando el anterior dato tomaba como referencia febrero de 2022, justo cuando Rusia invadió Ucrania. De hecho, el dato mensual, que mide la variación de precios respecto al mes anterior, subió un 0,4%. El IPC subyacente, que excluye energía y alimentos, se sitúa en el 7,5%, prácticamente el doble que el índice general, y apenas una décima por debajo del dato de febrero, del 7,6%.
El dato subyacente se suele utilizar para medir cuán enquistadas están las subidas de precio en el sistema productivo y la tienen muy en cuenta los bancos centrales a la hora de fijar subidas o bajadas de tipos de interés. Cuanta más inflación subyacente, más posibilidades hay de subidas de tipos, y a la inversa. En cualquier caso, los dos datos publicados hoy por el Instituto Nacional de Estadística se han situado por debajo de las expectativas de los analistas, que estimaban un 3,9% para el IPC interanual (seis décimas más) y una décima más para la subyacente, hasta el 7,6%.
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Desde el Ministerio de Economía hacen una valoración muy positiva y destacan “el buen comportamiento de los precios de la electricidad y los carburantes que han seguido descendiendo un mes más”, y que “la inflación de marzo es casi tres veces inferior a la registrada un año antes” y también “la más baja desde agosto de 2021”. “La bajada sostenida del precio de la electricidad, gracias a la solución ibérica y al resto de medidas adoptadas, ha sido clave para que la inflación española se sitúe entre las más bajas de Europa”, apuntan desde la institución dirigida por la vicepresidenta primera, Nadia Calviño.
Caída sin precedentes, pero…
El dato de IPC general supone 2,7 puntos menos que en febrero: una caída sin precedentes. Pero este dato tiene un punto engañoso: el llamado efecto base hace que la inflación vaya a experimentar una montaña rusa durante los próximos meses. Y, en este caso, toca bajada, al comparar el nivel de precios con el de marzo de 2022, cuando se dispararon extraordinariamente con motivo del inicio de la guerra en Ucrania.
Ese destello intermitente nos puede despistar, pero el piloto rojo permanece inalterado. La persistencia de la inflación subyacente, que prácticamente dobla a la general y se mantiene en un nivel prácticamente igual al de febrero, indica el estado real de la situación, más allá de los vaivenes energéticos.
La inflación general y la inflación subyacente dibujan dos curvas que de vez en cuando se cruzan. La segunda elimina el impacto de los elementos más volátiles, como la energía y los alimentos frescos, por lo que los economistas la consideran el mejor termómetro del calentamiento de los precios. Si el dato general está por encima, como ocurrió durante el primer año y medio de la espiral, significa que las turbulencias en esos mercados empujan al IPC, pero la señal de alarma puede apagarse en cualquier momento; si es el subyacente el que da el sorpaso, el piloto se quedará en rojo durante más tiempo. Y, con él, las subidas de tipos de los bancos centrales y las bajadas de impuestos del Gobierno, como la que afecta a los alimentos.
Lo que empezó como una crisis eléctrica y gasística ha impregnado ya toda la economía, principalmente a través de los beneficios empresariales, como recogía esta misma semana la Central de Balances Trimestral del Banco de España y hasta reconocen los halcones de Fráncfort, sede del Banco Central Europeo. En otras palabras: la inflación ya no es importada, sino que está con nosotros, pues las compañías han trasladado el aumento de costes a los precios que pagan los consumidores, en ocasiones con un plus para engordar sus cuentas. Y, sobre todo, ha llegado para quedarse, como demostrará el dato adelantado de marzo que este jueves publica el Instituto Nacional de Estadística (INE).
El IVA de los alimentos seguirá reducido
La relevancia del IPC subyacente es reconocida por todos los actores económicos. Por eso es la que tuvo en cuenta el Gobierno para introducir una cláusula de extinción para su medida estrella contra la subida de los alimentos: la rebaja del IVA desde el 10% hasta el 4% para el aceite y la pasta, y la bonificación total para los productos básicos, como los huevos, la leche, el pan, la fruta o las patatas.
Según recoge el Boletín Oficial del Estado (BOE), esta ventaja decaería el 30 de abril en caso de la que inflación subyacente bajase del 5,5% en marzo. Aunque el dato no se conocerá hasta esta mañana y deberá ser revisado por el INE a mediados del mes que viene, todo hace indicar que la persistencia de este fenómeno llevará la rebaja fiscal hasta el 30 de junio, como estaba previsto inicialmente. Y está por ver si aún más allá, habida cuenta de las declaraciones de los miembros del Ejecutivo durante las últimas semanas. Las últimas, las de la propia vicepresidenta económica, Nadia Calviño, que afirmó tras el Consejo de Ministros del pasado martes que las medidas antiinflacionistas todavía tienen recorrido.
Los precios de los alimentos aún no han llegado a su pico.
El Ejecutivo ya ha resuelto —al menos por ahora— el problema de la factura de la luz, con rebajas fiscales e intervenciones del mercado, y también el del encarecimiento de los combustibles, con una costosísima subvención que se permitió retirar el 31 de diciembre sin que la inflación se disparase. Sin embargo, al problema de los alimentos no le ha podido dar un carpetazo similar, como pretendía con la introducción de la cláusula que finalmente no se va a aplicar. En la evolución de las preocupaciones ciudadanas a lo largo de esta espiral, la cesta de la compra ocupa ya el primer puesto. Y, a remolque, el Gobierno trata de ponerle coto en medio de un intenso debate interno.
La cesta de la compra seguirá subiendo
A menos de dos meses para las elecciones municipales del 28-M, los dos partidos de la coalición han coincidido en situar el foco sobre los márgenes, metiendo en el saco de la voracidad empresarial a los supermercados, pese a que el sector de la distribución se ha limitado, con carácter general, a trasladar el incremento de los costes de producción a sus clientes. No hay más que ver los datos de declaraciones del IVA y del IRPF de las empresas a la Agencia Tributaria para comprobarlo. Sin embargo, PSOE y Unidas Podemos discrepan en qué hacer: de momento, los socialistas se han agarrado a la rebaja fiscal, mientras la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, insiste en la necesidad de establecer un tope para una cesta de productos básicos, como han aceptado voluntariamente los supermercados franceses y rechazan los españoles.
El Banco de España prevé que los alimentos cierren 2023 con un alza media del 12,2%
Este miércoles, la reunión del Observatorio de la Cadena Alimentaria, encargado de que no se produzcan abusos en ninguno de los eslabones, no acordó nuevas medidas de calado. La ausencia del ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, que tenía agendados varios encuentros internacionales, ya hacía pensar que en esta ocasión tampoco se iba a pactar ninguna de las propuestas más debatidas en los últimos meses. Entre ellas, además de la cesta francesa, está la rebaja del IVA para la carne y el pescado, que la distribución ve con buenos ojos y el Partido Popular reclama con ahínco, pero que de momento el Gobierno rechaza.
Mientras el Ejecutivo discierne cuál será su última bala para embridar la inflación —y, con ella, la preocupación ciudadana en pleno año electoral—, los principales organismos advierten de que, a diferencia de lo acontecido con la energía, la reciente caída de la cotización de los alimentos en los mercados internacionales no llegará al súper tan rápido como esperan los ciudadanos. El último en hacerlo ha sido el Banco de España, que prevé que el IPC de los comestibles cierre el año con un alza media del 12,2%, frente al 7,8% que auguraba hace solo tres meses. Su economista jefe, Ángel Gavilán, advirtió la semana pasada de que el proceso de transmisión desde el productor, que ya nota presiones deflacionistas, hasta Mercadona, DIA o el chino de enfrente “va a tardar en notarse”. Ahora que la principal medida se quedará hasta el 30 de junio, el Gobierno aún tiene tiempo de explorar otras.
El IPC de marzo se ha desplomado al 3,3% desde el 6% de febrero. Es una caída de 2,7 puntos, sin precedentes en la serie histórica reciente, gracias, en buena parte, al efecto base, que se produce al comparar datos respecto a un valor inicial distinto. En este caso, marzo de 2023 sobre marzo de 2022, cuando el anterior dato tomaba como referencia febrero de 2022, justo cuando Rusia invadió Ucrania. De hecho, el dato mensual, que mide la variación de precios respecto al mes anterior, subió un 0,4%. El IPC subyacente, que excluye energía y alimentos, se sitúa en el 7,5%, prácticamente el doble que el índice general, y apenas una décima por debajo del dato de febrero, del 7,6%.
Fuente El Confidencial