LAS TUNAS, Cuba. — El lunes 18 de julio de 2022 —pronto hará un año— profesores de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona fueron recibidos por el gobernante Miguel Díaz-Canel en el llamado “Palacio de la Revolución” para discernir el camino de cómo tener en Cuba “profesores más cultos”, cuestionándose en el conclave “¿qué maestro necesita la sociedad cubana actual?”, o, a ese educador, “¿cómo formarlo mejor para que a su vez sea un artífice en el entramado espiritual del país?”, pues, según Díaz-Canel, “tenemos insatisfacciones en la calidad del graduado que estamos formando, y sobre todo en su formación integral”.
Para tener “profesores más cultos” en Cuba y para conocer qué maestros necesita la sociedad cubana actual, o cómo formarlos para que sean promotores de la espiritualidad del país, a Díaz-Canel le hubiera bastado antes de reunirse con los profesores de la universidad que lleva el nombre de Enrique José Varona, leer el prefacio escrito en 1902 por Varona para el libro Principios de Moral e instrucción cívica, de Rafael Montoro; pero, claro está, antes de leer al pedagogo insigne, Díaz-Canel debió despojarse de las doctrinas intrínsecas de los comunistas, a quienes Varona retrata cuando, en ese proemio, dice: “Relajados los vínculos sociales, el egoísmo sin freno ha fomentado la indisciplina, y cuando más se ha transformado en el espíritu de facción, que no es sino un egoísmo de grupo”.
Es precisamente en ese estado que se encuentra la sociedad cubana hoy como resultado de la conducción de los comunistas y su espíritu de facción, compréndase, de “partido único”.
Vigentes están los conceptos de Rafal Montoro sobre moral e instrucción cívica que Enrique José Varona prologara diciendo: “Enriquecer la inteligencia es bueno, es útil, es indispensable. También lo es fortalecer el cuerpo, adiestrar la mano y aguzar los sentidos. Pero hecho todo eso aún queda lo mejor por hacer: conformar suavemente el corazón, dirigir con tino la conducta, templar el carácter. Esta es la grande obra que demandamos a nuestros maestros; esta la que exige imperiosamente la salud de nuestra patria en los críticos momentos en que trata de restaurar sus fuerzas para conquistar un porvenir más venturoso.”
Pero Cuba tiene hoy mala salud moral y cívica. A demasiados cubanos le falta honestidad, no sólo con sus semejantes, sino hasta consigo mismos. Y muchos creen que Cuba sólo es el himno de Bayamo, la bandera de Narciso López, el escudo con la llave sobre el golfo, o el lechón asado, el congrí, la yuca con mojo y un ron, celebrando un fin de año, en Baracoa o en Miami, olvidando que patria son ellos mismos y que Cuba mengua cuando los cubanos descienden.
Rafael Montoro decía que entre los principios fundamentales de la moral se encontraba la libertad de la voluntad, manifestada de forma inequívoca por la “amarga reconvención del remordimiento” o por la “muda aprobación que fortifica”, porque el ser humano es libre por naturaleza, pero no independiente de “toda influencia, de todo estímulo, de todo motivo”, porque esa “libertad de la indiferencia absoluta” “nadie puede defenderla ni concebirla”.
Sin embargo, vemos hoy como tantos cubanos dentro y fuera de Cuba, aprueban la ignominia que ocurre en su patria o se desentienden de ella, aduciendo que lo suyo “no es la política”, como si política no fuera humanidad y ellos mismos partes de una sociedad.
Respecto al concepto del deber, del deber moral y cívico, reseñando pasajes de Hegel, refería Montoro que “el bien como ley de la vida” y el “mal como negación del bien” aparecen con claridad en la conciencia de todas las personas civilizadas desde que estos se reconocen como tales, afirmando: “Según su edad, su estado, su posición, su modo de vivir, su arte, oficio o profesión, tiene el hombre funciones definidas; obligaciones que su conciencia determina y sanciona. Está en relación con otros seres, y debe proceder respecto a ellos, como quiere y tiene derecho a esperar que procedan a su vez respecto a él”. ¡Pobre Cuba, pobres los cubanos, eh…!
Volver a Rafael Montoro es útil en estos momentos de crisis espiritual, moral y cívica en que se encuentra empantanada la nación cubana luego de 64 años de dictadura castrocomunista, donde el Estado, compréndase el régimen totalitario, suplantó, destruyó o manipuló las principales células de la sociedad civil y, particularmente, los roles de las familias. Hoy, retomar conceptos como el de hogar y escuela, cuando define a las familias y al sistema escolar en lo que corresponde a su organización y funcionamiento como “esbozos o bocetos de naciones”, resulta cardinal, o cuando conceptúa el objeto de la instrucción cívica, “que enseña los conocimientos indispensables al ciudadano para cumplir a conciencia sus deberes y ejercitar sus derechos”, pues, “a todo derecho corresponde un deber y a todo deber un derecho, en el seno de la familia como de la sociedad en general”.
Sirvan entonces estos apuntes como estímulo para profundizar en la instrucción cívica, según la modelaron nuestros próceres en los albores de la República de Cuba en 1902, una educación ciudadana que, para nuestra nación, todavía es una asignatura pendiente. Aprobémosla. Y lo que es más útil: apliquemos esos conocimientos para ser mejores personas, único modo de convivir civilizadamente y de tener una patria verdaderamente libre.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org