LA HABANA, Cuba. – Una “empresa panameña firma acuerdo con empresa cubana para la importación de alimentos”. Si decidimos creer al pie de la letra lo que dice la nota de la agencia oficial Prensa Latina, entonces con este “interesante negocio” todo parece estar yendo de maravillas para el Gobierno cubano; sin embargo, si investigamos un poco el trasfondo de este acontecimiento, descubriremos que alguien nos puede estar pasando gato por liebre, en tanto la tal “empresa panameña” no es más que uno de tantos negocios de exfuncionarios cubanos que hoy residen en el país istmeño quizás como decisión personal pero también, muy probablemente, porque alguien del Gobierno les habría dado esa misión de “emigrar” y convertirse en empresarios.
Y es que el Grupo Belraysa fue creado, apenas como turoperador de viajes a Cuba (bajo la firma Belraysa Tours & Travel), hace poco más de una década por la abogada cubana Magaly Iserne Carrillo, exfuncionaria del Ministerio de Justicia, y su esposo, Jorge Guerra, exempleado de una empresa extranjera con oficinas en La Habana. Y aunque ya llevan algún tiempo incursionando en el transporte marítimo de cargas hacia La Habana —coincidiendo casualmente con el autorizo de importación a las mipymes—, es curioso que, una vez más, de repente, hayan abierto otra línea de negocios que responde a las necesidades actuales del Gobierno cubano obligado a demostrar que hace algo para enfrentar la crisis de desabastecimiento.
De modo que este no se trata de un acuerdo “entre Panamá y Cuba” —como se pudiera inferir de la redacción de la nota— sino de un asunto totalmente entre funcionarios cubanos, y quizás hasta se pudiera sospechar que ni siquiera es entre un emprendedor nacional radicado en Panamá y una empresa estatal (Alimpex) sino de algún tipo de esquema tras el cual el régimen disimula su real participación y, sobre todo, casi que resuelve esa contradicción entre un discurso más populista que “público” en que promete luchar contra los precios abusivos en el sector “privado” y su responsabilidad (participación) directa en la creación de un “mercado paralelo” protagonizado por las mipymes y que pronto competirá, en la venta minorista de alimentos, con empresas rusas, italianas, españolas y “panameñas”.
No es, como piensan algunos en la calle, que el régimen le haya tomado el gustillo a la especulación practicada por esas decenas de mipymes cuyo negocio es importar para luego revender a altos precios (como una especie de “mulas” de “nueva generación”, es decir, con patente de corso extendida por el propio Gobierno) sino que es el régimen quien de modo astuto ha tomado el control total del contrabando, para su total beneficio, a partir del diseño de este nuevo esquema de mercado donde es juez y parte, es decir, donde no solo decide quiénes y cómo participan, sino que ha creado nuevos actores que actúan en su representación (bajo sus leyes y aceptando a las importadoras estatales como intermediarias), aparentando una relativa independencia, pero que en realidad responden a las voluntades del régimen, dueño absoluto del esquema.
Es en ese sentido que se entiende la mutación de Belraysa de turoperador a suministrador de alimentos “en consignación”, es decir, de emisor de turistas en un momento en que el turismo está a la baja, a empresa proveedora a la que solo se le liquidará cuando su mercancía haya sido vendida en la red minorista.
Una mutación casi esquizofrénica que ha terminado en un acuerdo que cualquier otra empresa extranjera jamás aceptaría pues lo normal, con las empresas estatales cubanas y su bien ganada fama de malos pagadores, es que haya que liquidar, aunque sea un mínimo por ciento, antes de colocar la carga en los puertos cubanos.
De modo que todo apunta a que Belraysa no es otra cosa que el propio Gobierno cubano desdoblado en el papel de “empresa panameña” a la que, como entidad en apariencias ajena al Partido Comunista, le corresponderá asumir la responsabilidad —poner la cara— por el malestar de los consumidores cubanos frente a los altos precios. Pero eso poco importa a los gobernantes, mientras hacia el mundo se proyecte la imagen de que se abren nuevas redes de comercio minorista y parezca que se resuelve, al fin, el problema del desabastecimiento.
No será Belraysa la única empresa “extranjera” de la que escucharemos en los años venideros en relación con este esquema, como tampoco será Panamá el único país de donde llegarán “acuerdos” similares.
Ya en el comercio por internet tenemos a varias agencias operando con precios abusivos desde hace algunos años, en lo fundamental radicadas en los Estados Unidos, y cuyos “dueños” están vinculados estrechamente con el régimen, incluso forman parte de su círculo más íntimo. Pero la verdadera “oleada” de este tipo de negocios la tendremos en breve cuando muchos de esos miles de cubanos llegados a Miami durante el más reciente éxodo migratorio terminen exteriorizando su verdadero “yo interno” —casi como “casualidad”—, y se transformen en “empresarios cubanoamericanos” que llegan a acuerdos comerciales con el régimen, cuando no como “agentes de influencia” y hasta como otro tipo de “agentes en las sombras”.
Ya me ha tocado la “suerte” de escuchar personalmente a varios de esos funcionarios estatales “emigrados”, o en vías de emigrar (¡con total certeza de que lo harán!) sus ideas de abrir empresas similares para comerciar solo con Cuba en un futuro próximo, aprovechando las facilidades para crear mipymes, incluso a partir de cooperativas estatales cuyos miembros venden su participación al mejor postor por unos pocos dólares, con lo cual los directivos estatales de estas mismas cooperativas terminan transformados en “actores privados” por obra y gracia de la “continuidad”.
Es decir, se trataría de funcionarios estatales, incluso de exmilitares y expolicías, que se están yendo solo para luego retornar e insertarse, como ciudadanos extranjeros con suficiente capital, en esos nuevos esquemas de especulación y contrabando que tienen el visto bueno de los comunistas. (Y no dudo que, además, con el visto bueno de esa parte del Gobierno de Estados Unidos a la que el castrismo despierta tantas simpatías).
De modo que, de resultar todo a pedir de boca, en los meses y años por venir, probablemente siguiendo los consejos de asesores rusos y chinos, los comunistas habrán transformado la economía en un esquema tipo “Frankestein” en el cual solo habrá lugar para los “elegidos” a los que ellos (y solo ellos) decidan revelar cuáles son las reglas del juego, y de paso se los invite a participar.
Para el resto de los cubanos, sin posibilidades de emigrar y sin remesas, hay muy pocas esperanzas. No obstante, la “buena noticia” es que este de ahora es otro juego entre mediocres e hipócritas, entre mezquinos y miserables, y muy pronto se estarán pidiendo las cabezas unos a otros. Solo es cuestión de tiempo, discreción y paciencia.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org