Los elevados niveles de endeudamiento público han venido para quedarse. No solo en España, también en las principales economías avanzadas, donde la existencia de una deuda superior al 100% del PIB se ha convertido en un fenómeno estructural. Solo Alemania (67,2%) se salva de la quema, pero EEUU (122%), Italia (140%), Francia (111%) o Reino Unido (106%) y, por supuesto, España (110,5%) cerrarán este año con un endeudamiento claramente superior al 100% del producto interior bruto. Es decir, por encima de la riqueza generada por un país durante un año.
El problema de fondo es que no se trata de un fenómeno coyuntural vinculado al covid o al alza imprevisto de la inflación, que ha obligado a los gobiernos a aprobar medidas paliativas, sino que las proyecciones que ha hecho el Fondo Monetario Internacional muestran que se trata de un fenómeno crónico, como lo demuestra que hasta finales de esta década los niveles de endeudamiento continuarán en máximos históricos. En el caso de España, según el Monitor Fiscal, se situará en 2028 en el 109% (24 puntos más que en la media de la eurozona), pero es que en EEUU alcanzará el 136,2%, superando incluso el nivel de la pandemia.
Solo la economía italiana observará una reducción de nueve puntos, hasta el 131%, pero, aun así, continuará en niveles estratosféricos. Para hacerse una idea del ritmo de endeudamiento, solo hay que tener cuenta que, desde 2018 —en el futuro ya sin la ayuda de la inflación para reducir las ratios—, las economías avanzadas verán cómo su deuda habrá crecido 15 puntos de PIB (nueve en el caso de España). Habría que volver a periodos de guerra, en particular a 1945, para encontrar un nivel de endeudamiento tan elevado en el conjunto del planeta.
Durante la última década, los costes de financiación de esa deuda fueron más sostenibles porque los tipos de interés llegaron a ser equivalentes a cero o, incluso, fueron negativos, pero, ahora, sucede justo lo contrario. Los tipos de interés reales están creciendo y eso supone un coste adicional para los tesoros nacionales, algo que explica que el FMI reclame a los gobiernos políticas presupuestarias sostenibles dando prioridad a lo que denomina “colchones fiscales” en aras de reducir la vulnerabilidad de sus economías a largo plazo.
El caso de España es uno de los más evidentes a la vista de que el FMI prevé la existencia de déficits primarios (entre 1,5 y 2 puntos de PIB) hasta el final de la década. Es decir, que ni siquiera descontando el pago de intereses —este año cerca de 32.000 millones de euros— se producirá superávit fiscal, lo que hace más difícil reducir la deuda.
El caso de China y EEUU
Incluso China, un país históricamente de bajo endeudamiento, romperá la barrera del 100% en 2027, lo que es una novedad en una economía tan dependiente del capital extranjero y que ha estado durante décadas aislada del mundo, y que ahora crece casi la mitad de lo que lo hacía no hace mucho tiempo. Al FMI, de hecho, le llama la atención que China y EEUU, las dos potencias del planeta, junto a la Unión Europea, sean quienes tiren del endeudamiento global en medio de la competencia mutua. También en el terreno militar, lo que obliga a aumentar el gasto público. A esto hay que añadir la expansión de las políticas de estímulo a las demandas domésticas, lo que, en última instancia, mete más presión a los tesoros nacionales.
Es por eso por lo que el FMI ve la oportunidad de introducir en su informe una reflexión económica de carácter histórico. Según sus estimaciones, un aumento del gasto público de un punto del PIB entre 1950 y 1985 condujo a un aumento de la inflación de 0,8 puntos porcentuales, mientras que, a partir de esta última fecha, el incremento adicional en los precios fue de 0,5 puntos con ese mismo incremento del gasto. Su recomendación, por lo tanto, es que la respuesta de los gobiernos no sea tan contundente en términos fiscales, ya que pueden alimentar la inflación.
El FMI, igualmente, ha observado que una reducción del déficit combinada con transferencias a los sectores más pobres arroja una caída menor en consumo privado total y una reducción de la desigualdad entre los hogares. Estos efectos, sostiene, son incluso más robustos si la deuda es elevada porque la restricción fiscal limita el aumento del costo de los préstamos y reduce las vulnerabilidades de la deuda. Lo que constata el FMI, sin embargo, es que los “múltiples shocks”, como lo denomina, han anulado los avances en la reducción de la pobreza, y es probable que hayan retrasado el cumplimiento de la meta mundial de erradicar la pobreza extrema en 2030.
Según las previsiones del FMI, en 2023 los déficits fiscales globales aumentarán ligeramente hasta 5% del PIB en promedio, debido a que los gobiernos afrontan gastos en intereses más elevados y presiones para aumentar el gasto público, en especial el gasto en salarios y pensiones, para ponerse al día con la inflación pasada. Y son precisamente los elevados desequilibrios fiscales los que alimentan el crecimiento de la deuda.
Los elevados niveles de endeudamiento público han venido para quedarse. No solo en España, también en las principales economías avanzadas, donde la existencia de una deuda superior al 100% del PIB se ha convertido en un fenómeno estructural. Solo Alemania (67,2%) se salva de la quema, pero EEUU (122%), Italia (140%), Francia (111%) o Reino Unido (106%) y, por supuesto, España (110,5%) cerrarán este año con un endeudamiento claramente superior al 100% del producto interior bruto. Es decir, por encima de la riqueza generada por un país durante un año.
Fuente El Confidencial