No por previsible, el porcentaje de inflación alcanzado en el mes de marzo dejó de impactar en el seno de un gobierno cada vez más deshilachado. El 7,7% resultó ser más elevado de lo esperado, pero más que nada por los decimales; ya varias consultoras anticipaban que el número “arrancaría con 7”. El índice de la Ciudad había marcado un 7,1 para el tercer mes del año.
El anualizado causa escozor: 104,3%. Ya estamos en inflación de tres dígitos, lo cual le otorga al diputado Luciano Laspina la certeza de haberle ganado a Carlos Heller el lechón que le apostó en pleno recinto el 15 de junio de 2022, respecto de que la inflación llegaría este año a ese nivel.
Es comprensible por lo tanto la sensación de desolación que impera en el oficialismo. Los números de los últimos días que anticipan algunas encuestas que aún no han sido difundidas públicamente -y tal vez eso no suceda- marcan una fuerte caída que abarca a todos los candidatos, pero fundamentalmente en la imagen del Presidente de la Nación y su vice. Sobre todo -para alarma del kirchnerismo- en el conurbano bonaerense. Semejante caída alteró los ánimos en el oficialismo en general y el núcleo duro K en particular, que da casi por descartada la posibilidad de retener la Nación, pero apuesta todo y más a conservar la provincia de Buenos Aires. Hasta hace unos días consideraban consolidada la posibilidad de reelección de Axel Kicillof. Hoy los consultores les han inoculado ciertas dudas. Para peor, las encuestas son previas al crimen del colectivero.
De ahí que la comitiva de sindicalistas afines a CFK, que la visitó el jueves en su despacho del Senado, le haya insistido con la necesidad de que ella esté en algún lugar de las listas de este año. Puntualmente los gremialistas preferidos de la vicepresidenta -no había ninguno de la conducción cegetista- le pidieron que sea candidata presidencial, pero se conformarán al menos con que juegue. Y se fueron con cierto entusiasmo con aquella frase que dicen que ella pronunció: “Los que estén pensando que me voy a dedicar a cuidar a los nietos, mejor que se olviden”.
Siempre esperan que Cristina tenga un as en la manga que muestre bien cerca del cierre de listas. Es verdad que la vicepresidenta suele sorprender en esa materia, pero también que no necesariamente eso se traduce en resultados positivos. La realidad es que la sorpresa esta vez podría estar en que ella cumpla con lo que anticipó en diciembre del año pasado: que no será candidata. A nada.
Y no porque quiera preservar al peronismo de cargar en la campaña con la imputación de que llevan en sus listas a una figura “condenada”, o que esté buscando fueros. La comparación con el final político de Carlos Menem, refugiado en el Senado para protección de su libertad, la espanta.
La verdadera razón de la vicepresidenta pasa por una cuestión estratégica. Sabe, como acabamos de decir, que lo más probable es una derrota, y que la misma puede ser muy severa para el Frente de Todos. Quiere entonces preservarse. Así como ha buscado siempre mantenerse de alguna manera ajena a su propio gobierno para que no se la asocie con las consecuencias de una gestión fallida, ahora buscará que el resultado electoral no la roce a ella. Eso sí: la confección de las listas pasará en líneas generales por su lapicera.
El analista Lucas Romero aboga este razonamiento y le aporta otro dato: no solo ella no será candidata, sino que tampoco alguien de su cercanía, por ejemplo Wado De Pedro. Porque se buscará evitar que la derrota esté asociada al kirchnerismo puro. Por eso el candidato ideal de Cristina sería, para el director de Synopsis, Sergio Massa. Porque ella estará esperando que después de las elecciones en el peronismo salgan a disputarle el liderazgo, y en ese caso mejor que el actual ministro de Economía cargue para entonces con una derrota.
Pero si bien no hay antecedentes de que con semejante nivel de inflación y cero perspectivas de encauzar el problema, un gobierno haya podido ser reelecto, en el Frente de Todos no faltan optimistas. Tienen cierto grado de razón, cuando perciben un panorama electoral dividido en tres tercios. Distinto hubiera sido que Juntos por el Cambio se cortara solo, mas surgió el factor Milei, que les saca votos a las otras dos partes, pero más a la principal oposición.
Una encuesta de Analogías, consultora cercana al gobierno, le daba esta semana un 25,2% a las posibilidades presidenciales del Frente de Todos; un 24,5 a Juntos por el Cambio y un 20,7 a “la derecha de Javier Milei. Con un importante 21,1% correspondiente al “no sabe”. Como para que se ilusione el oficialismo en que no todo está perdido para ellos.
Contribuye el elevado nivel de internismo en la principal oposición, que esta semana llegó al extremo, con la máxima tensión alcanzada en el seno del Pro. Cuando ya se daba por descontada la decisión de Horacio Rodríguez Larreta de anunciar “elecciones concurrentes” en la Ciudad, Mauricio Macri hizo un último intento por torcerle el brazo al salir el domingo a alertar sobre esa alternativa. El jefe de Gobierno confirmaría su decisión 24 horas después, dinamitando la relación.
Tiene muchas interpretaciones la resolución de Larreta. La mayoría apuntan a un intento de mostrarlo como un dirigente “decidido”, de ahí que esa haya sido tal vez la palabra más citada por el jefe de Gobierno en todas sus acepciones en los últimos días.
Las encuestas muestran cierta paridad entre Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich de cara a la atractiva elección primaria de agosto entre ambos, pero con predominancia de la exministra de Seguridad. “En este tiempo, los duros predominan”, sostienen muchos al augurarle a la presidenta del Pro (en uso de licencia) mayores chances. Con todo, aquí hay dos bibliotecas, pues una corriente importante sostiene que pese al “voto enojado” que empuja a figuras como Milei, ese efecto no llegará a percibirse en las urnas, donde en realidad, y ante tal nivel de crisis, “prevalecerá la moderación”.
Como sea, la apuesta de Larreta fue a todo o nada y habrá que ver si termina favoreciéndolo o liquidando sus chances. Para la corriente que opina sobre “una halconización de la política”, el jefe de Gobierno es el mejor candidato… pero para una segunda vuelta. Para eso primero debe atravesar las PASO, y ahí la tiene complicada.
Dependerá también del nivel de virulencia que adquiera esta interna en el partido amarillo. Porque si se exceden en la diferenciación, una parte de los que voten en esa interna se inclinará por otra alternativa en octubre, y eso sería letal para las chances de JxC.
Por eso es que esta última semana se intensificaron los contactos entre el establishment y Rodríguez Larreta y Bullrich, para pedirles que moderen sus diferencias.
El destino de la Ciudad, donde el Pro gobierna desde hace 16 años, no es una cuestión menor. Larreta ha prometido que habrá un solo candidato del Pro, pero todavía sigue habiendo tres. Todo hace pensar que el definitivo será Jorge Macri, pero la realidad es que está “flojo de papeles” y a tiro de una denuncia que lo inhabilite. En estas circunstancias, esa denuncia no saldrá del radicalismo, pero no hay que descartar que provenga desde el FdT, o algún particular enmascarado detrás de alguna de las partes. Tendría sabor a descarte que en ese caso la candidatura quede para Fernán Quirós o Soledad Acuña. ¿Y si en esas circunstancias María Eugenia Vidal acepta asumir el desafío? Ella siempre fue la opción deseada por Larreta.
El jefe de Gobierno -dicen- está pensando más allá del 10 de diciembre, con él sentado en el sillón de Rivadavia. Y si bien las señales que viene dando parecieran apuntar a diferenciarse de la comparación con Alberto Fernández y su relación con Cristina Kirchner, como decir que “no será un títere como el presidente actual”, en su subconsciente habría otra analogía, más afín al espacio. La relación entre Fernando de la Rúa y Raúl Alfonsín, en tiempos de la Alianza. Un presidente que no lideraba su partido, rol que sí mantenía el “padre de la democracia”, y que lo perjudicó fuertemente.
Ya se sabe cuál fue el final de ese experimento. Tras el derrumbe de esa administración, Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín, que eran amigos, trabajaron juntos para encarrilar la situación. Hoy nadie imagina a Cristina Kirchner y Mauricio Macri personificando semejante rol.
Fuente Mendoza Today