El pasado 29 de marzo, publiqué una nota de opinión titulada “La ‘morsa’, el narcotráfico y el periodismo cómplice”. Allí alerté, textual: “No debe haber nada peor que defender a un narcotraficante. Alguien que comercia con la muerte. Y que no tiene miramientos a la hora de vender veneno dosificado”.
Refería en aquel artículo a la figura de Aníbal Fernández, a quien una legión de periodistas saben defender en redes sociales, la mayoría de ellos de manera gratuita. Convirtiéndose en ese preciso acto en “idiotas útiles” del tráfico de drogas.
En las últimas horas, ocurrió algo similar con Guillermo Cóppola, sobre quien escribí un libro en el año 2003, demostrando sus vínculos con el crimen organizado y el mundo narco, no solo en Argentina sino también en Italia.
Salió en su defensa un apolillado periodista llamado Luis Beldi, cuyo último “éxito” se dio a mediados de los 90 a través de un programa llamado “Soufflé a la tarde”, conducido por… ¡Moria Casán! También fue parte de “Polémica en el Bar”, pero eso no podría contar jamás como algo periodístico.
Como sea, el malogrado Beldi salió a defender a Cóppola y a criticar mi investigación, sin poder mencionar qué parte de mi libro estaba equivocada. Simplemente porque ¡no lo leyó!
Lo invité a hacerlo, incluso a otear el expediente por la muerte de Poli Armentano, asesinado en el año 1994 a pedido del propio Guillote. Allí, le adelanté que no solo encontraría muchas de las pruebas de rigor, sino también mi propio testimonio, ya que yo mismo declaré en el expediente y aporté copiosa prueba ad hoc.
Pero Beldi, quien no solo no supo decirme qué parte de mi escrito estaba mal, tampoco aceptó el convite. Descalificó mi libro so pretexto de que yo había pagado su publicación.
Curioso pretexto. Como si el hecho de pagar o no pagar la edición de una obra la vuelve más o menos verídica o creíble.
Muchos de los escritores más famosos del mundo han debido pagar algunas de sus obras, y ello no los vuelve menos geniales. Incluso Jorge Lanata debió pagar la edición de sus primeros libros. ¿Y?
En lo personal, no se me caen los anillos por decirlo. He escrito 11 libros y dos de ellos fueron pagados de mi bolsillo, ¿cuál es el pecado? Más aún: ¿No sería acaso una excusa de Beldi para escapar al debate?
Para comprobarlo, directamente lo desafié a discutir en cualquier red social, cara a cara, sobre Cóppola/Armentano o lo que le plazca. Pero tampoco se animó. En el mismo tuit en el cual le ofrecí debatir, le dije que estaba siendo funcional al narcotráfico. Lo cual es muy grave, por lo ya mencionado.
Cuando quieras debatimos cara a cara, Luis. Y te gano en 5 segundos. Mientras, leete el expediente. Y ojo, no defiendas a narcos como Cóppola, yo te creía diferente
— 𝕮𝖍𝖗𝖎𝖘𝖙𝖎𝖆𝖓 𝕾𝖆𝖓𝖟 (@CeSanz1) April 18, 2023
Creí que allí sí se animaría al convite, pero tampoco. No hubo caso. Aún cuando le ofrecí mostrarle prueba concluyente. Mientras escribo estas líneas, me pregunto: ¿No será que ello lo desinfló justamente, el hecho de no poder rebatir la evidencia?
Como sea, me dio pena la situación, sobre todo porque Twitter se llenó de mensajes de crítica hacia Beldi por su defección. Más aún porque fue el que inició la polémica al injuriarme sin sentido. Mejor dicho, con el sentido de defender a Cóppola.
Finalmente, vayan estas líneas para alertar sobre este nuevo fenómeno, el de los defensores de los malvivientes, muchos de ellos autotitulados periodistas. No me preocupa mucho el caso de Beldi, porque no tiene gravitación alguna, ni siquiera en redes sociales.
Pero sí me alerta que existan reconocidos comunicadores proclives a la defensa de narcos y criminales de diverso tenor. Ello realmente me sulfura.
Fuente Mendoza Today