LA HABANA, Cuba. — El pasado sábado, la gran noticia nacional fue la valiente protesta escenificada por centenares de lugareños en la localidad de Caimanera, provincia de Guantánamo. Debido a su cercanía a la Base Naval norteamericana, la propaganda castrista la ha bautizado como “primera trinchera antiimperialista”. Esto se ha reflejado en las especiales dificultades que confrontan los forasteros para acceder a ese municipio costero.
Pero la cercanía del “enemigo yanqui” también se ha reflejado en algunos pequeños privilegios para los caimanerenses. Como el modesto sobresueldo asignado en su momento a los trabajadores de la localidad. O las mejoras en las famélicas cuotas asignadas por la cartilla de racionamiento que el régimen denomina “libreta de abastecimiento”.
Pese a los cortes de internet que los castristas realizaron acto seguido, en la tarde-noche de este sábado fue posible ver a una nutrida muchedumbre que de manera clarísima exteriorizaba su rechazo a las políticas oficialistas. Aclaro que, al referirme al número considerable de los manifestantes, hablo en términos relativos; debemos tener presente que el municipio de Caimanera cuenta apenas con unos 11.000 habitantes.
Confieso que, al conocer de esa nueva muestra de rebeldía ciudadana, me interesé por conocer cómo se había celebrado en la citada localidad, el viernes 5, el Día Internacional de los Trabajadores. Me parecía oportuno e instructivo hacer algunas comparaciones de lo sucedido allí en los dos días sucesivos. Pero tuve que quedarme con las ganas.
Mis búsquedas relativas a Caimanera resultaron infructuosas. Una pesquisa más amplia, enfocada en la celebración en el conjunto de la provincia, me condujo a un breve reportaje de título pretencioso: En Guantánamo se ‘inundó’ la plaza. El texto es breve —apenas cuatro parrafitos de tamaño normal—, y va acompañado por una quincena de fotos.
Las imágenes son coloridas y atractivas, pero a uno, que conoce las malas mañas de estos comunistas, le llama la atención que no haya ni una sola tomada desde un nivel superior que permita apreciar el conjunto de los manifestantes. El texto de Leonel Escalona Furones es bastante comedido. En este reporte, el colega tuvo el tino de no intentar dar números. Nada, pues, que se pareciera a los “más de 27.000 guantanameros” que aventuró el jueves el Noticiero Nacional de Televisión.
Pero toda la información de Venceremos se circunscribe a la capital provincial y a su plaza, que lleva el nombre de la gran patriota Mariana Grajales Cuello. De los restantes municipios del territorio —en particular, de Caimanera—, ni una palabra, ni una imagen. Por esa razón nos vemos privados de la posibilidad de hacer comparaciones.
Pero tampoco resultaba imprescindible hacerlas. Con la gran demostración de coraje que se evidencia en los videos circulados, basta y sobra. Y, como resultaba inevitable en una demostración popular dirigida contra las contraproducentes políticas del continuismo castrista, resonaron en los lugares públicos de la pequeña localidad guantanamera los gritos de “¡Libertad!”, “¡Patria y vida!” y “¡Vivan los derechos humanos!”.
Conviene precisar que la decidida muestra de inconformidad comenzó por reclamaciones menos elevadas. Al parecer, el reclamo inicial de los protestantes se centraba en la alimentación. Y es natural que así fuera. En estas mismas páginas de CubaNet aparece el testimonio de Victoria Martínez Valdivia, mamá de dos de los manifestantes pacíficos, que fueron golpeados de manera brutal y se encuentran desaparecidos.
Según la versión de la atribulada señora, la protesta se inició por lo que estaban comiendo sus parientes: “Chícharos con gorgojos, arroz y un plátano hervido, todo cocinado sin aceite”. Y, empleando el vocablo que suele usarse en esa región oriental para referirse a los cerdos, doña Victoria formula una pregunta retórica lapidaria: “¿Qué somos! ¿Machos!”.
Según informa la prensa independiente, las versiones oficiosas de lo sucedido las brindan plumíferos y ciberclarias de menor nivel. Esos elementos responsabilizan de la manifestación a “mercenarios alentados por el odio imperial contra Cuba”. Según Miguel Reyes Mendoza, “tres personas que consumían bebida alcohólica empezaron a manifestarse en contra del Gobierno cubano en el municipio”.
Este titulado “periodista” no esclarece cuál fue el silogismo portentoso que empleó y que le permitió determinar que el repudio de los tomadores no estaba dirigido contra el gobierno cubano en general, sino sólo contra el del “municipio”. Por lo demás, la ingestión de licor por parte de esos supuestos iniciadores de la protesta, que persigue el claro propósito de descalificarlos, me hace recordar el apotegma clásico: “En el vino está la verdad”; que, por supuesto, suena mejor en latín: In vino veritas.
Y que centenares de pobladores de un municipio pequeño y poco poblado respalden con decisión los dichos de “tres borrachos” habla muy alto y claro del grado de hartazgo y desesperación que embarga a la ciudadanía cubana en su conjunto. Porque forzoso es decirlo: el sábado fue Caimanera, pero mañana podrá ser otra localidad cualquiera, y pasado, Cuba entera, como sucedió el glorioso 11 de julio.
Cabe destacar que, hasta ahora (y a diferencia de lo ocurrido ese día de 2022), el régimen no haya atribuido la explosión caimanerense a las instrucciones o el financiamiento provenientes del Norte. Claro que este “comedimiento” no es gratuito. Hace 22 meses las protestas tuvieron por escenario más de 50 localidades distintas del país. Así resulta más fácil lanzar acusaciones de ese tipo, sin molestarse en hacer precisiones.
Pero en el caso de una protesta puntual como esta de Caimanera, las cosas se les complican a los cotorrones mentirosos del castrismo. Surgirían las preguntas: ¿Quién dictó la orden? ¿Cómo la transmitió? ¿Quién financió? ¿Cuánto? ¿Por qué vías? ¿Quién recibió las instrucciones y el dinero proveniente del Norte? Ante la imposibilidad de dar una respuesta satisfactoria a todas esas interrogantes, hasta el momento han optado por guardar silencio.
De la parte del régimen, cabe en lo posible que los más encumbrados dirigentes, como son ateos, se limiten a dar gracias a Marx y Lenin porque por esta vez los represores de los llamados “boinas negras”, mediante una brutal arremetida, hayan podido debelar esta protesta popular. Y quizás crucen los dedos para que no vuelva a suceder lo mismo en cualquier otra localidad de la Patria.
Pero es inevitable que los cubanos, en medio de la situación de miseria generalizada que padecen, protesten más y mejor. Porque basta una chispa cualquiera para que la reconcentrada indignación del pueblo ante la permanente calamidad que está viviendo, se exprese una y otra vez. Mejor les sería implantar un decidido cambio de rumbo en lo político, lo económico y lo social, que permita a los ciudadanos esperar fundadamente una clara mejoría de su situación.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org