LA HABANA, Cuba.- A pesar de que Fidel Castro hizo todo lo posible por arrebatarle el epíteto, Onelio Jorge Cardoso sigue siendo el Cuentero Mayor para los cubanos. Nacido en Calabazar de Sagua, Villa Clara, el 11 de mayo de 1914, comenzó a escribir desde niño. Con escasos once años ganó un concurso de cuentos de la revista Social, y continuó estudiando hasta concluir el bachillerato, pues la difícil situación económica de su familia le impidió asistir a la universidad.
Para contribuir a la economía doméstica, el joven Onelio realizó diversos oficios, entre ellos viajante de comercio, que le permitió conocer lugares y personajes populares que luego le servirían de inspiración para sus obras.
Su primer libro, titulado Taita, diga usted cómo, fue publicado en México en 1945. Otros dos cuentos suyos: “Nino” y “El carbonero”, fueron incluidos en las antologías Cuentos Cubanos Contemporáneos y Cuentos Cubanos, compiladas por José Antonio Portuondo y Enma Pérez, respectivamente, también publicadas en la nación azteca.
Ese mismo año ganó el Premio Nacional de Literatura Alfonso Hernández Catá, uno de los más prestigiosos de la región, cuya convocatoria era internacional y con anterioridad había sido recibido por grandes narradores cubanos como Lino Novás Calvo y Carlos Montenegro, o el dominicano Juan Bosch.
Tres años más tarde, en 1948, se trasladó a La Habana. En la emisora Mil Diez trabajó como redactor del noticiero, escribió libretos y asumió como jefe de Redacción del noticiero Cine-Revista.
Aunque sus cuentos continuaron apareciendo periódicamente en revistas y antologías, no fue hasta 1958 que vio la luz su segundo libro, que llevó por título El Cuentero, editado por la Universidad Central de Las Villas. En 1960 fue publicado su tercer libro, El Caballo de Coral, y un año después los lectores recibieron con agrado la primera entrega de sus Cuentos Completos, con ilustraciones de René Portocarrero.
Onelio Jorge Cardoso es un escritor de obligada visita para los cubanos. Su narrativa fresca, imaginativa, se centra en el acontecer rural que marcó su infancia y en la vida del campesinado, lo cual le permitió describir las duras condiciones en que sobrevivían los guajiros. A través de su narrativa aportó otra visión de la identidad nacional, sustentada en costumbres y tradiciones de medular importancia para la cultura cubana.
Fuente Cubanet.org