LA HABANA, Cuba. — Tengo a mi única hija radicada en Italia, junto a su madre, desde hace 25 años. No he vuelto a verla en todo ese tiempo. Incluso no conozco a mi nieta, que ya cumplió 10 años. Muchos millares de cubanos tienen situaciones similares.
Hace pocos días, para ilustrarle la inflación que hay en Cuba, le envié a mi hija una foto de tres paquetes de refresco instantáneo de dos litros y le expliqué que me costaron 240 pesos. Su respuesta fue: “¡Qué horror!”
Cuando conversamos con algunos extranjeros y les explicamos la situación cubana nos miran cual si fuéramos extraterrestres. No conciben que lo referido sea verdad. Algunos piensan que mentimos y otros ponen cara de lastima y adoptan una actitud compasiva.
Pero resulta asombroso que algo similar pase con compatriotas nuestros, que, aunque lleven mucho tiempo fuera de Cuba, enfrentaron situaciones similares a las nuestras. A muchos cubanos que viven en el exterior les cuesta trabajo entender a los que permanecemos en el país. Los modos diferentes de vida crean entre nosotros un abismo mayor al que se generó, según el Antiguo Testamento, cuando se separaron las aguas del Mar Rojo para que pasara el pueblo hebreo. Y esa situación de incomprensión, por razones ideológicas o de distancia geográfica, nos angustia y duele.
Muchos compatriotas nuestros radicados en el exterior cuando visitan a sus seres queridos en Cuba se quedan pasmados ante nuestra dura existencia. Las carencias, dificultades y precios de todas las cosas son su sorpresa constante.
Similar es el asombro de quienes tienen la dicha de viajar al exterior para ver a los suyos, y tienen la oportunidad de comparar su existencia con la que ellos llevan en Cuba.
Los cubanos que para visitar a sus familias o por razones de trabajo o estudio salen al exterior, si regresan, cuentan las maravillas que vieron y disfrutaron en otros países, como contaba Marco Polo las experiencias de sus viajes a las tierras del Gran Kan.
Muchos de los amigos que marcharon al extranjero, olvidan con el tiempo a los que quedaron aquí. En los casos en que se recupera la amistad, hay lenguaje y opiniones diferentes. Es que viven realidades diferentes.
Un antiguo amigo mío que vive en Estados Unidos hace años, una vez contactó telefónicamente conmigo, y mientras yo le hablaba de mi realidad, él me contaba lo feliz que se encontraba porque pudo cambiar el carro y comprarse una costosa cámara fotográfica Hasselblad. Era como si me estuviese echando en cara que sus sueños se hicieron realidad, y los míos no.
Muy triste es la división de las familias por motivos políticos e ideológicos. Y son innumerables las familias que están divididas por la posición que toman algunos de sus miembros a favor o en contra del régimen. En no pocos casos han roto sus relaciones y no han vuelto a verse o a comunicarse durante el resto de sus vidas. Lo mismo pasa con amigos o vecinos de muchos años que, por razones políticas, ni siquiera se dirigen la palabra.
Los cubanos estamos cada vez más divididos. Y van siendo mayoría los que están contra la dictadura. Las protestas populares luego del 11 de julio de 2021 (11J), en particular la ocurrida recientemente en Caimanera, y las frecuentes opiniones en contra del régimen, expresadas públicamente y en alta voz, son reflejo de ello.
Las personas que sufrieron la pérdida de algún ser querido que fue fusilado o desapareció en el estrecho de la Florida mientras buscaba alcanzar la libertad, o los familiares de los presos políticos sienten un profundo resentimiento hacia el régimen.
Estamos ante un enorme abismo: de un lado está la cada vez más sufrida población debido a las carencias materiales y la falta de libertades; del otro lado, la alta dirigencia que impone su política represiva y antidemocrática para mantenerse en el poder.
La solución para que se cierre ese abismo que hay desde hace 64 años entre los cubanos será la libertad, y llegará tarde o temprano.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org