Cuando parecía olvidada, la guerra fría entre Madrid y París a cuenta del hidrógeno rosa ha vuelto emerger en la víspera de la cumbre de ministros de Energía de los países mediterráneos (Med9), que tendrá lugar este jueves en La Valeta (Malta). Esta vez, el ataque ha venido del sur de los Pirineos, a través de unas declaraciones de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, a la agencia Reuters. El titular para calentar la reunión está servido: el Gobierno cerrará el grifo hacia Francia si París se aprovecha de la electricidad española mientras usa la suya para producir hidrógeno nuclear.
“Lo que no estamos dispuestos a hacer es suplir la demanda de electricidad doméstica porque estén usando sus plantas para producir hidrógeno. Eso sería una locura“, ha dicho la también vicepresidenta tercera a la agencia internacional. En otras palabras: un no rotundo a que Francia use la electricidad española para cubrir el hueco dejado por su nuclear, mientras emplea esta en el proceso de electrólisis, que permite separar las moléculas de hidrógeno a partir del agua. Actualmente, el 70% de la capacidad instalada en Francia corresponde a las centrales atómicas.
El movimiento de Ribera llega en un momento en que las exportaciones al país vecino baten récords históricos, debido al parón de la planta nuclear francesa. El saldo lleva 19 meses en negativo —se envía más de lo que se recibe—, un hecho insólito hasta la fecha. Según Red Eléctrica, 2022 fue el primer año desde 2010 en que las exportaciones superaron a las importaciones, una tendencia que se consolidará en el futuro debido al auge de las renovables en nuestro país. Al apetito de los consumidores franceses por los menores precios en España —apoyados hasta hace muy poco por el tope al gas— se le podría sumar en los próximos años los desajustes en el mercado francés provocados por el uso de la electricidad como una fuente secundaria para generar hidrógeno.
En ese sentido, Ribera ha recordado el esfuerzo que ha hecho nuestro país para surtir a Francia, y que ha llevado a España a incumplir los objetivos europeos de ahorro de gas, de acuerdo con Eurostat: “Nos vimos obligados a exportar al máximo de nuestra capacidad, produciendo electricidad más allá de nuestras capacidades de energía renovable, por lo que usamos más gas del que nos hubiera gustado”.
La solidaridad tiene un límite
Las declaraciones de este miércoles establecen una línea roja que España que no quiere traspasar. La solidaridad promovida por la Unión Europea desde el inicio de la guerra, basada en el refuerzo de los flujos entre países, tiene un límite, según la interpretación de Madrid. Pero lo que importa no es la electricidad: al fin y al cabo, España defiende promover las infraestructuras que la conecten al resto del continente, como el cable submarino a través del Golfo de Vizcaya, para dejar de ser una isla energética —el grado de interconexión actual es del 3%, frente al objetivo europeo del 15% para 2030—, y Francia es la que siempre ha puesto más objeciones.
La cuestión de fondo tiene que ver con el propio hidrógeno. Con un potencial renovable excepcional, nuestro país cuenta con todos los recursos para convertirse en la principal potencia europea de esta fuente de energía, que está llamada a sustituir progresivamente al gas a partir de 2030. Pero, a diferencia de Francia, realiza la electrólisis a través, principalmente, de energía solar, para obtener lo que se conoce como hidrógeno verde. Por eso Madrid desconfía de los intentos de París para promover el hidrógeno rosa, obtenido con electricidad generada en las centrales atómicas, y más si se hace a costa de la propia España, que ejercería de tonto útil a través de sus exportaciones de luz.
Ambos países ya mantuvieron una agria disputa el pasado invierno, que se saldó con un acto delegado de la Comisión favorable a las reivindicaciones francesas, al abrir la puerta a que el hidrógeno de origen nuclear pueda ser considerado renovable. Esto permitiría que los proyectos de ese país obtuviesen financiación del programa REPowerEU, con el que la Unión buscar reducir la dependencia del gas ruso y promover la transición energética. Las discrepancias en esta cuestión amenazan el futuro del H2Med, un conducto que está llamado a conectar Barcelona y Marsella para transportar hidrógeno verde español hacia el continente, pero que Francia quiere que también bombee su hidrógeno rosa hacia la Península.
Cuando parecía olvidada, la guerra fría entre Madrid y París a cuenta del hidrógeno rosa ha vuelto emerger en la víspera de la cumbre de ministros de Energía de los países mediterráneos (Med9), que tendrá lugar este jueves en La Valeta (Malta). Esta vez, el ataque ha venido del sur de los Pirineos, a través de unas declaraciones de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, a la agencia Reuters. El titular para calentar la reunión está servido: el Gobierno cerrará el grifo hacia Francia si París se aprovecha de la electricidad española mientras usa la suya para producir hidrógeno nuclear.
Fuente El Confidencial