LA HABANA, Cuba.- “El Tiburón se baña, pero salpica”, fue la ocurrente frase con la que el choteo popular definió al gobierno de José Miguel Gómez, quien ocupó la silla presidencial en Cuba entre 1909 y 1913.
Nacido en 1858 en Sancti Spíritus, entonces provincia de Las Villas, José Miguel Gómez se incorporó a la Guerra de los Diez Años en 1875, y empuñó el machete bajo las órdenes directas del Generalísimo, Máximo Gómez, durante la Guerra Necesaria, donde alcanzó el grado de General de Brigada del Ejército Libertador. Entre 1901 y 1902 participó en la primera Asamblea Constituyente republicana y en dos ocasiones fue gobernador civil de Las Villas.
Formó parte de la comisión presidida por el Mayor General Calixto García que viajó a Estados Unidos para entrevistarse con el presidente William MacKinley. Fue candidato a la presidencia en 1905 y líder del alzamiento liberal de agosto de 1906 contra la reelección de Tomás Estrada Palma.
Algunas fuentes lo describen como un hombre enérgico, de probado valor personal y carácter cordial. Miembro del Partido Liberal, su desempeño como segundo presidente de la República de Cuba estuvo marcado por la excesiva tolerancia ante escandalosos hechos de corrupción y, en paralelo, por un notable crecimiento económico acompañado del desarrollo de la infraestructura de servicios públicos, el respaldo a la enseñanza y el respeto a las libertades consagradas en la Constitución de 1901.
Pródigo en los placeres de la buena vida, aficionado a las tertulias y hombre de familia ejemplar, José Miguel Gómez fue el político más popular de su época, a pesar de que enfrentó varios conflictos que debió sortear con diligencia para evitar que la situación interna se tornara insostenible, justificando así una segunda intervención. Su gestión tuvo éxito hasta el sangriento capítulo represivo contra el partido de los Independientes de Color, que lo llevó a renunciar a su cargo en 1912 debido a la fuerte presión popular.
Pese a la galopante corrupción en su gabinete, evidenciada en el tráfico de influencias y la obtención de prebendas individuales a costa del erario público, durante la presidencia de José Miguel Gómez la producción azucarera creció notablemente gracias a la construcción de siete nuevos centrales. Sin embargo, los altibajos del mercado mundial provocaron un recorte salarial que se tradujo en masivas huelgas de tabaqueros y trabajadores azucareros.
“El Tiburón”, como lo llamaba el pueblo, procuró mantenerse dentro de la vida política del país. En 1917, tras la reelección del presidente conservador Mario García Menocal, inició un levantamiento militar que fracasó, y fue obligado a exiliarse en Estados Unidos.
Fuente Cubanet.org