LA HABANA, Cuba.- ¿Cuántas generaciones de cubanos no enamoraron o bailaron alguna vez bajo el influjo de ese gran cantante que fue Charles Aznavour? Como Nat King Cole, Frank Sinatra o Paul Anka, el intérprete galo, de origen armenio, fue un fenómeno de su tiempo y dejó huella para la posteridad. Aznavour fue el último crooner de la canción francesa.
Aunque le dijeron que era muy feo, muy pequeño y que no sabía cantar, Charles Aznavour perseveró en su deseo de ser artista y hoy es reconocido como una de las grandes voces masculinas del siglo XX. Muchos lo etiquetaron como el Sinatra francés, pero a diferencia del estadounidense, Aznavour componía sus propias letras, en las cuales muchas veces criticó tabúes como el matrimonio, la homosexualidad, la (in)capacidad de los hombres para hablar de sus emociones, el sexo y la depresión.
Aznavour se sumergió cómodamente en territorios que otros evitaban, o pisaban con extrema cautela. Su honestidad y valor lo convirtieron en un eficaz activista en favor de que la matanza de los armenios a manos del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial fuese reconocida como un genocidio.
En paralelo a su exitosa carrera artística, fungió como Embajador de Armenia en Suiza y delegado permanente en Naciones Unidas, credenciales que no mereció solamente por su activismo, sino también por haber sido él mismo hijo de padres que lograron escapar a aquella masacre, refugiándose en Francia.
Le gustaba definirse a sí mismo como un actor que cantaba, más que como un cantante que actuaba. Apareció en más de sesenta filmes y escribió más de 1.300 canciones a lo largo de su longeva existencia, donde jamás hubo espacio para el aburrimiento ni el desánimo.
Hijo de inmigrantes, Charles Aznavour se había iniciado en el arte desde muy temprana edad, bailando y cantando junto a su hermana en el pequeño restaurante que sus padres habían abierto en París, y que sirvió como refugio a judíos y armenios perseguidos por la Gestapo durante la ocupación alemana, en la Segunda Guerra Mundial. Su coraje fue honrado, años más tarde, por el gobierno de Israel.
El joven Charles no fue un estudiante aplicado, de modo que renunció a la escuela en edad temprana para seguir el camino del arte. Aunque él mismo aseguró haber lamentado tal decisión toda su vida, la suerte le sonrió después de la guerra, cuando abrió un concierto de la naciente estrella Édith Piaf.
Con ella se fue a Estados Unidos, donde trabajó como su manager por ocho años. Luego comenzó, no sin dificultades, su carrera en solitario. Para los años sesenta había conquistado la Gran Manzana y era adorado por multitudes.
Considerado el embajador por excelencia de la canción francesa, a lo largo de su trayectoria grabó decenas de discos y obtuvo importantes premios. Cantó en francés, inglés, alemán, español e italiano. Estrellas de la talla de Barbra Streisand, Bob Dylan, Nina Simone, Plácido Domingo, Johnny Mathis, Sting y un larguísimo etcétera han cantado sus temas. Entre sus canciones más famosas se encuentran “Venecia sin ti”, “Sur ma vie” y “La Mamma”.
Fuente Cubanet.org