Por Santiago Fioriti
Sus fanáticos la ovacionaron, pero volvieron a ejercer presión rumbo a las elecciones 2023 y quedaron una sensación de vacío. En TV, varios militantes dijeron: “Si no es Cristina, voto a Milei”.
“¿No llueve ahora? Milagro. Dios”, dijo Cristina Kirchner a los pocos segundos de comenzar a hablar en Plaza de Mayo, y se llevó la mano al pecho para exhibirle el rosario a la multitud. Luego habló varias veces de “él”, pero no para referirse a Dios sino a Néstor Kirchner, como lo hacía durante el año que duró su duelo tras el fallecimiento, cuando vestía de negro de pies a cabeza y, subterráneamente, en su entorno construían el camino hacia la reelección.
A 20 años de la asunción de su marido a la presidencia, la jefa del Frente de Todos intentó motivar a su feligresía. El discurso no escapó en nada a sus últimas presentaciones. Solo pareció pensado para la autocelebración y para convencer a los que ya están convencidos. Mismos argumentos, las mismas dudas sobre cómo pararse frente a una crisis impiadosa que sacude los bolsillos, los enemigos de siempre y los golpes de efecto que se repiten. Hasta los mismos silencios, como si fueran parte de una obra teatral.
En la Plaza se palpaba emoción, pero no euforia. La lluvia apuró el éxodo. De los que llegaron en micros financiados desde el Conurbano y de los que fueron espontáneamente a pie y le compraban paraguas a 3 mil pesos cada uno a los vendedores ambulantes.
Cristina Kirchner junto a referentes del kirchnerismos. Foto Maxi Failla
En parte, Cristina cumplió su módico objetivo de arengar a los propios, porque los fanáticos la ovacionaron, como la ovacionan siempre, aunque no quiso -o tal vez no puede- despejar el principal dilema que enfrenta a ella, a su gobierno y a sus seguidores con la etapa que viene. Cuando falta menos de un mes para el cierre de listas (24 de junio), ni ella ni ellos avizoran un candidato a presidente atractivo que les asegure otros cuatro años de mandato.
En la Plaza, frente a un escenario montado entre la Pirámide y el monumento a Manuel Belgrano, los militantes le pidieron a su líder un esfuerzo adicional: “Una más y no jodemos más”, cantaron. “Cristina presidentaaa”, insistieron. Ella, esta vez, no dijo nada. Ya negó tres veces que no estará en la boleta. El vacío de representación quedó expuesto porque ninguno de los postulantes que suena termina de conformar a sus seguidores. Cristina colocó a todos ellos muy cerca: a la derecha a Axel Kicillof, a su izquierda a Máximo Kirchner y, pegado a su hijo, a Eduardo de Pedro y a Sergio Massa.
Los cronistas de TV pudieron comprobar aquel vacío y el desconcierto que genera en su propios votantes. Frente a la pregunta acerca de a quién iban a votar, afirmaban: “A Cristina”. En Crónica, el periodista les informó lo básico: que la vicepresidenta no será candidata. Dos de ellos, sorprendieron: “Entonces voto a Milei”.
Cristina Kirchner en el escenario de Plaza de Mayo. Foto Maxi Failla
En su discurso de 57 minutos, la vicepresidenta volvió a apelar al pasado, su artilugio predilecto para contrarrestar aquellos años con -supuestamente- las desgracias que trajo el advenimiento de Mauricio Macri y las que podrían venir en la Argentina a partir de diciembre si se vuelve a cambiar el rumbo. Ese factor, el de la amenaza, será recurrente en la campaña.
Ahora volvió a traer a escena el corralito de 2001 y la figura de Domingo Cavallo, al que no mencionó por su nombre, sino como un hombre calvo de ojitos celestes, pasando por alto -desde luego- los elogios que su marido y ella misma le hacían en esos años. “Fuimos los kukas los que pagamos los depósitos”, sostuvo. Despotricó contra Macri, pero también contra Javier Milei y contra Martín Lousteau. A la Corte Suprema le dio un golpe más: dijo que los jueces actuales son peores que los de los años menemistas.
En su única alusión a la actual administración, afirmó que todo sería “infinitamente peor” si hubiera continuado Macri. ¿Peor al 108,8% de inflación interanual? ¿Peor a la crisis cambiaria que mantiene al país al borde del precipicio? ¿Peor a la sequía de reservas que obliga a un ajuste para que el FMI desembolse el dinero para los próximos compromisos? Contrafáctico y difícil de sostener.
Cristina ignoró a Alberto Fernández, su elegido para la cuarta y más dramática administración K, que participó del Tedeum en la Iglesia Catedral y más tarde viajó a Chapadmalal para descansar durante el fin de semana. El Presidente fue el único al que no invitaron a la fiesta, pese a que fue pieza clave en los primeros años del kirchnerismo. A esa condena lo sometió su mentora. Un fracaso tan ostensible no se perdona. Aunque ese fracaso sea también el de ella.
Fuente Clarin