El Gobierno toca fondo, aunque diga que le alcanzan los dólares que tiene
Por Alcadio Oña
La emergencia de las reservas escasas aparece por todas partes y de maneras difíciles de ocultar. El caso de los yuanes chinos, los soja dólares que no alcanzan, el éxito de la veda a la importación de autos y una caída de las exportaciones que impresiona.
Todo vale, en la emergencia verde de las reservas escasas. Y lo prueba el hecho de que, por no mucho más que un puñado de dólares, el Gobierno haya asumido el riesgo y los costos de meter ruido donde el ruido sobra y, en el mismo acto, alimente incertidumbres cuando ha entrado en tiempo de descuento.
Eso implica la decisión de estos días que obliga a las provincias a usar divisas propias o a buscar financiamiento a su costo para afrontar el 60% de la deuda externa, en lugar del 100% que históricamente adquirían en el Banco Central. El 40% restante sale del mercado de cambios oficial, o sea, del BCRA.
Según datos de la consultora Aerarium, de las obligaciones de capital que este año se les vencen a las provincias US$ 457,7 millones caen durante el segundo semestre. Y como este es el paquete sobre el que se aplica el 60%, estamos hablando, entonces, de que el Gobierno se ahorraría US$ 274,6 millones.
El fondo de la cuestión no se modifica si en vez de seis meses decimos un año: poca plata, al fin, para una movida que todo el mundo lee en modo escasez y crisis de reservas. Si se prefiere, en modo cubrirse o tomar posiciones en monedas fuertes: nada que no conozcamos del derecho y del revés.
Un caso en varios sentidos semejante y otra prueba del apurón aparece en el plan dólar soja 3, es decir, en la decisión de seguir exprimiendo la misma fuente de recursos con el mismo método: concederle al sector un tipo de cambio más alto que al resto de las exportaciones y hacerse cargo de la diferencia. Esta vez, 300 pesos y una diferencia del 42% durante mayo.
Hubo otro costado de la jugada que también dejó al descubierto los apremios que enfrenta el Gobierno. Fue la decisión de estirar la vigencia del régimen hasta entrado junio y así, con algún añadido de última hora, conseguir que la liquidación de divisas pasara los US$ 5.000 millones que se había fijado como meta.
El punto es que, limpios de polvo y paja, de esos 5.000 millones y pico al Banco Central le quedó alrededor del 28%, unos 1.400 millones. Evidente para cualquier operador, entre intervenciones para frenar a los dólares paralelos, pagos de la deuda y cobertura de importaciones, al BCRA se le fue una montaña de dólares.
Ese mismo agujero y ciertas maniobras explican que la cosecha de los planes soja o agro en sus tres versiones le hubiesen rendido un cero redondo al BCRA. O algo peor a cero.
Si el resultado final se mide por el estado de las reservas netas, digamos disponibles, ahí tenemos hoy un rojo subido: alrededor de US$ 1.300 millones bajo cero, según algunas consultoras. Y una pérdida de US$ 2.000 millones durante el mayo del dólar soja 3.
Con este telón de fondo y sus aspiraciones políticas muy comprometidas, se entiende por qué Sergio Massa salió de apuro hacia Beijing, en busca de lo que fuese posible encontrar para enfrentar la emergencia. Consiguió inversiones en áreas estratégicas, en energía, infraestructura y transporte y en otras cosas que también le interesan a China, como que la Argentina deje de trabarle exportaciones, un privilegio visto a través del cuadro completo.
En un mar de confusiones sobre los cambios en el swap de yuanes, en verdad un préstamo en la moneda de ellos para comprarles a ellos, costó dar con algo tan concreto y claro como un paquete de dólares de los llamados de libre disponibilidad que era, al fin, lo que el ministro de Economía había ido a buscar.
No por nada las expectativas del mundillo financiero estaban puestas ahí y, por lo mismo, ahora la gran duda ancla en saber si los dólares de China que pregonan los funcionarios están disponibles para usar cuanto antes. Con las reservas bajo cero y las sospechas que despiertan algunos malabares del BCRA y la incertidumbre dando vueltas, ese es un dato central.
Un objetivo color verde idéntico animó la gestión del ministro con Lula y el Banco de Desarrollo que integran Brasil, China, Rusia, Irlanda y Sudáfrica. Respuesta: la posibilidad de empezar a tratar un préstamo a la Argentina será en agosto, que es como decir el largo, largo plazo para las urgencias del gobierno kirchnerista.
Queda aún la posibilidad de que, finalmente, el Fondo Monetario dé vía libre a un paquete de US$ 10.000 millones que debía llegar hacia abril, junto con un equipo del FMI, y que por lo visto viene muy demorado. O, mejor dicho, trabado por una serie de condicionamientos que el organismo planteó y la Casa Rosada aceptó como parte del acuerdo firmado en marzo de 2012: entre ellos, un ajuste fiscal riguroso, eliminar la emisión y corregir el tipo de cambio, o sea, devaluar.
Todo, más un sistema de cláusulas de cumplimiento obligatorio que impidan usar los dólares del FMI para intervenir en el mercado cambiario, esto es, el poder de fuego que kirchnerismo considera necesitará en la carrera de obstáculos que habrá camino de las elecciones. Desde aquellos asociados a las candidaturas y a los primeros resultados hasta los derivados del vaivén de expectativas que habrá de día en día.
Dice alguien que sigue la película desde el comienzo: “El Fondo no quiere interferir en el proceso político ni que se lo pueda culpar por un crac del Gobierno, pero también debe cuidar que no se timbeen los dólares que presta a la Argentina y evitar que los amigos del poder se cuelguen de alguna fuga de divisas importante”.
Como quiera que sea, hay lo que hay y no escasean los nubarrones.
Para empezar por algún lugar, en los comienzos del 2023 se prendieron varias luces amarillas tirando a rojas que no solían aparecer: en tres de los primeros cuatro meses, las estadísticas del INDEC plantaron déficit comercial. Obviamente, cantaron lo mismo en el cuatrimestre.
Y si es cierto que ahí pegó la sequía, también lo es que en el conjunto pegaron las trabas interminables que el Gobierno les pone a las importaciones.
Un ejemplo bien de este momento aparece en la industria automotriz. Hasta 2021, los autos importados dominaron ampliamente el mercado interno y durante años llegaron a copar el 70% de las ventas. Ahora la relación es 50-50, empate.
No es un caso de sustitución de importaciones de esos que Cristina acaricia, sino uno pariente directo de la emergencia: cierre de las importaciones liso y llano y obstáculos al ingreso de autopartes que aquí no se fabrican. Y viene en continuado: fuentes del sector cuentan, ahora mismo, que las terminales tienen prohibido ingresar autos de afuera hasta el año próximo y autopartes por 75 días.
Y si algo faltaba en este panorama de divisas magras, ya tenemos caída de exportaciones y una de esas que expresan como pocas cosas la declinación argentina.
Medidas por las cantidades de bienes que se venden, o sea, excluidos los precios y sus vaivenes, los datos del INDEC dicen que estamos 4,4% por debajo de 2007 y 6% detrás de 2011. Esto es, peor que hace quince años o que hace once.
De ese cuadro es también la fuerte, creciente dependencia de las exportaciones agropecuarias. Y añadido, de cómo se comporte el tiempo, otra de las variables que está claro no manejamos.
Nuevamente el INDEC: entre soja, de lejos la gran estrella, maíz y trigo suman hoy ventas al exterior por US$ 39.000 millones o el 44% del total. Las denominadas manufacturas de origen industrial digamos puras marcan US$ 23.000 millones y 26%.
Fuera de cualquier valoración que pueda surgir de estos datos, esto es lo que ha tocado al kirchnerismo y sobre esta realidad debe trabajar, aunque obviamente no sea responsable de todo. Lo mismo vale para quienes sucedan al actual gobierno, a partir de diciembre próximo.
Fuente Clarin