PUERTO PADRE, Cuba. – Cándido Fabré, músico popular de origen campesino, protestó la pasada semana a través de sus redes sociales contra funcionarios actuantes del Ministerio de Agricultura, quienes le habrían negado la herencia de la que fuera la tierra de sus padres amparados en el vigente Decreto-Ley No. 125 “Régimen de posesión, propiedad y herencia de la tierra y bienes agropecuarios”. Se trata de una legislación promulgada el 30 de enero de 1991 por el entonces presidente del Consejo de Estado, Fidel Castro Ruz, que determinó ―con relevancia jurídica hasta el día de hoy― quiénes pueden heredar y poseer tierras y bienes agropecuarios en Cuba y quiénes carecen de esa capacidad sucesoria.
“Esto duele. Me desalojaron de algo que por historia me toca. Por derecho, yo soy el heredero. Hablo de mi familia, de mis hermanos. Los que nacimos en La Guadalupe”, se lamenta Cándido Fabré, como mismo se lamentan dentro y fuera de Cuba y desde hace muchos años, cientos, miles de cubanos a los que el régimen totalitario castrocomunista niega la herencia de la tierra u otros bienes, según costumbres y prácticas jurídicas que se remontan al derecho consuetudinario en cualquier país civilizado del mundo.
No es un secreto que el régimen actúa en Cuba como el perro del hortelano, que no come verduras, pero tampoco permite que otros las consuman. Así, mientras cientos de miles de hectáreas de caña, viandas, arroz y hortalizas, así como pastos ganaderos, permanecen cubiertos de marabú y toda suerte de arbustos invasores, los comisarios comunistas y sus burócratas niegan la posesión de la tierra a sus legítimos herederos.
En cualquier lugar del mundo, un médico, un abogado o un músico, como Cándido Fabré, puede heredar la tierra, el ganado, la maquinaria o cualquier bien de procedencia agropecuaria del que es sucesor, sin que jamás, nunca, trabajara un minuto en el campo. Para heredar esos bienes basta ser descendiente del propietario: por esa vía se accederá al caudal hereditario según la línea de sucesiones, entiéndase, en primer lugar, los familiares más cercanos, como esposa, esposo, hijos o hermanos, esto, salvo que mediante testamento, el propietario instituya y nombre como único y universal heredero de todos sus bienes, derechos y acciones, o de una parte de ellos, a una persona específica, sin dejar excluido, claro está, a ningún heredero especialmente protegido, que son las personas con alguna discapacidad, impedidas de obtener el sustento por sí mismas.
Pero esas costumbres jurídicas, ciudadanas, morales, que son leyes civiles universales en el mundo democrático, no tienen cabida en el panorama del derecho agropecuario cubano, donde, quien determina qué le corresponde o no le pertenece a un heredero no es un notario público o un juez, sino un burócrata del Ministerio de Agricultura que, guiándose por el artículo 18 del citado Decreto-Ley No. 125, adjudicará, única y exclusivamente, la posesión de la tierra y demás bienes que pertenecieran a un agricultor fallecido, en su totalidad o en partes iguales, a aquellas personas que fueran hijos, padres, hermanos, cónyuges o pueda demostrar otro parentesco con el propietario difunto, siempre que, repito, el heredero haya “trabajado la tierra en forma permanente y estable desde cinco años antes de la muerte del causante”.
Mientras que el régimen totalitario de los hermanos Fidel y Raúl Castro ―hoy administrado por Miguel Díaz-Canel― ha negado por más de 60 años negó la propiedad de la tierra a los cubanos ―lo que propició la destrucción de las agroindustrias azucareras, arroceras, los cultivos varios y las producciones lácteas y cárnicas―, ahora, entregará terrenos en usufructo cuasi perpetuo a ciudadanos rusos. Pero nadie se asombre: un régimen totalitario existe por la fuerza, sin oposición. Como ya lo dijo T. E. Lawrence, “una rebelión puede llevarse a cabo por un dos por ciento de activistas y un 98 por ciento de simpatizantes pasivos”. Como tantos otros segregados, Fabré se lamenta pero ―siguiendo a Lawrence― no es “activista” ni “simpatizante” (incluso asegura que no es opositor). Así que, sin luchar, parece improbable la adjudicación de un derecho más que agrario, libertador.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org