LA HABANA, Cuba. – La Torre K o “Torre López-Calleja”, el hotel que habrá de convertirse en breve en la edificación más alta de Cuba, se alza a toda velocidad en medio de una Rampa casi despoblada de turistas y mientras los edificios en los alrededores se caen a pedazos.
El bloque tendrá 44 pisos y más de 500 habitaciones, según reproducen con inmenso orgullo los medios periodísticos financiados por el régimen cubano que, a su vez, es quien financia la construcción de ese gran elefante blanco “construido con los más altos estándares de calidad y seguridad”, aun cuando hospitales, cines, viviendas e incluso otros hoteles por toda la Isla no tienen las condiciones mínimas para mantener sus actividades normalmente o la habitabilidad.
De modo que la torre tiene sus admiradores entre cubanas y cubanos, por supuesto que sí, pero no tantos como detractores que, sufriendo a diario y en carne propia el abandono generalizado en que viven, les resulta ofensivo que un gobierno destine los recursos que dice no tener por “causa del bloqueo” a algo que evidentemente no es necesario, más bien perjudicial para una economía en crisis que depende totalmente de donativos, ayudas internacionales, renegociaciones y aplazamientos de las deudas.
Pero si la torre molesta al cubano de a pie, supongo que habrá de irritar aún más a los dueños de esas cadenas hoteleras que viendo alzarse la nueva joya de Gaviota (donde no se ha escatimado en gastos y en novedosas tecnologías: cristal de control solar, vidrios con cámara de gas argón para aumentar el aislamiento térmico y acústico, entre muchas otras “pacotillas” de la ingeniería) también han visto cómo sus instalaciones van en retroceso y aunque aún no llegan al estado de peligro mortal inminente en que se encuentra cerca de la mitad de todos los edificios de Centro Habana y Habana Vieja, algunos estarían casi a punto de alcanzarlos y hasta de superarlos en miseria.
Como es el caso del hotel Habana Libre, a unos pocos metros de esa Torre K cuyos arquitectos dicen haberla concebido como “guiño” u “homenaje” a su edificio vecino, administrado por la cadena española Meliá y desde hace más de una década clamando a gritos por una renovación capital que le devuelva el esplendor de antaño (incluso hasta el cartel lumínico que retiraron en febrero de 2019 y que aún no han vuelto a colocar) pero que, sobre todo, le haga honor a las cuatro estrellas que usa para su comercialización de manera engañosa, porque en buena lid tendrían que ser dos, o tal vez ninguna.
Cuatro estrellas las del hotel Habana Libre que alguna vez fueron cinco, pero llegó el día en que ya se hizo imposible mantenerlas: cuando el confort y los servicios fueron menguando, en la medida en que algunas “mentes brillantes” del régimen cubano descubrieron que, paradójicamente, se ganaba mucho más construyendo hoteles por montones (y abandonándolos posteriormente) que recuperando o dando sistemáticamente los mantenimientos requeridos a los que hay, incluso con menos recursos.
Así se pudiera decir que por cada tres o cuatro pisos terminados en la Torre K se clausuraría uno en el Habana Libre, al punto de que en este último hoy solo funcionan algunas pocas habitaciones en las plantas de la 17 a la 24 (el resto está fuera de servicio por deterioro), de acuerdo con los comentarios, en forma de verdadero aluvión de quejas, que han dejado algunos clientes en páginas como TripAdvisor, donde las calificaciones son las peores, a pesar de ser un “producto Meliá” y de que aún se cuenta entre los hoteles “emblemáticos” de Cuba.
Durante años numerosos han sido los reportajes periodísticos —entre ellos los de CubaNet— que han lanzado la alerta sobre el estado deplorable de la instalación pero no han sido suficientes para que se comiencen a emprender acciones a favor de esta verdadera joya de la arquitectura cubana ni para frenar la construcción de otras instalaciones hoteleras que, a juzgar por el bajo índice de ocupación que muestran las que están actualmente en explotación (rondando apenas el 15%, de acuerdo con los datos más recientes de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, de 2022), quedarán prácticamente vacíos, nada rentables y, por tanto, expuestos a un deterioro similar en apenas dos o tres años.
Ni han valido las notas de prensa ni los comentarios negativos de los huéspedes que continúan narrando sus amargas experiencias.
Así, como “penosa” y “horrible” calificó su estancia en el hotel Habana Libre una pareja que se hospedó en mayo de este año, y que por tanto no lo recomienda a nadie, de acuerdo con lo expresado en TripAdvisor.
“El agua caliente no funciona. Las ventanas, trabadas. De seis ascensores solo funcionan dos y a veces solo uno, que se puede tardar hasta 20 minutos esperando. La puerta de la habitación no tenía mirilla. Solo el agujero. No funcionaba la nevera. Pues cierren el hotel”, comentaba la usuaria que se identifica en TripAdvisor como Carmen PS84 y que describe ampliamente sus malas experiencias en ese lugar donde “solo importan las malditas propinas” a pesar de que, dice, “en [el] bar nunca hay agua y el mal trato abunda por todos lados”.
“Las alfombras del pasillo llenas de manchas”, “cuidado con la gente en la puerta que siempre intentan sacarte algo”, “cambien de personal y de dirección”, “son unos auténticos sinvergüenzas, un trato nefasto y maleducados”, “instalaciones sucias y mal mantenidas”, son otros comentarios que se pueden leer en el mismo sitio de internet.
Otra usuaria, identificada como Carolina C, que estuvo hospedada en abril de 2023, opina haberse sentido discriminada en la cafetería, aunque no aclara los motivos; sin embargo, es de conocimiento general que no dar propinas (aun cuando son conscientes del mal servicio que ofrecen) o ser cubanos (aun cuando sean de piel blanca y paguen en dólares) son causas frecuentes de discriminación en las instalaciones hoteleras de la Isla donde al parecer funcionan “directivas internas” que pretenden mantener una separación entre extranjeros y nacionales, y que dan “continuidad” a aquel apartheid de los años 90 por el que estaba prohibido que un cubano no solo se hospedara en ellas sino que merodeara en las cercanías.
Las quejas sobre el Habana Libre van desde el absurdo de tener que pagar la botella de agua en el bufet de desayuno hasta cuestiones básicas de higiene y seguridad en las habitaciones y zonas comunes.
Gonzalo Beaware, que estuvo en abril de 2023, lo califica como “un hotel de pesadillas”: “No vuelvo nunca más aquí (…), para no olvidar y sobre todo para no regresar nunca más (…). La caja de seguridad de la habitación, apoyada en un estante. Pésima limpieza. Cero mantenimiento. Horrible”.
Melanie m, también alojada por la misma fecha, denuncia que “cargan el ascensor que es para ocho con 15 personas”.
Juana M, cuya visita fue en marzo de 2023, habla de “muebles con hongos de humedad”, de “pésima atención en el restaurante” y advierte de las publicaciones que intentan desacreditar los comentarios negativos y que hasta pudieran ser generadas por personal del propio hotel para mejorar la calificación en TripAdvisor: “Siendo sincera, no volvería a Cuba. Fijarse bien porque hay muchos comentarios falsos en los hoteles de Cuba”.
El usuario identificado como ginecoespino, escribió en marzo de 2023: “Robaron dinero y unas gafas Armani con graduación médica. Habitación huele a humedad, a viejo, ropa de cama y toallas igual. Olor feo”. Igualmente habla de la pintura de las paredes cayéndose a trozos, los muebles llenos de óxido y la falta de personal suficiente para realizar la limpieza.
“Nunca imaginamos que un establecimiento con el prestigio de la cadena Meliá, reservando una habitación premium y pagando 500 euros por dos noches pudiese estar en el lamentable estado que nos la dieron”, escribió, en febrero de 2023, la usuaria Joana LL. “No hay papel higiénico en los baños. Techos caídos con goteras y humedad. Al salir de la habitación daba miedo que todo se fuera a caer”, agregó.
Pero, de acuerdo con lo que se puede leer en la misma página en internet, no solo se trata de un problema del hotel Habana Libre sino que el deterioro y los abandonos, sobre todo en los servicios, se han extendido a la mayoría de las instalaciones del país, incluso a las más emblemáticas, como el Hotel Nacional de Cuba; y hasta las de inauguración reciente, como el Grand Aston Habana o el Iberostar Grand Packard, pertenecientes a otras cadenas.
En cuanto al Hotel Nacional de Cuba, el usuario identificado como Odyssey21087111110, en mayo de 2023 se quejaba de su pésima experiencia en la terraza del hotel debido a la “mala atención del personal”. De igual modo, el usuario de TripAdvisor George louis h, un mes antes calificó el lugar como “peor imposible”.
La experiencia del usuario Samir B en el Gran Aston Habana, en marzo de 2023, fue calificada de “horrible”, Su recomendación fue: “No pierdan su tiempo ni su dinero en este hotel”. Una opinión similar a la de Rodolfo D, que un año antes, en mayo de 2022, habló en la misma página de su “pésima experiencia”.
Ni siquiera el hotel Iberostar Grand Packard, a pesar de los reconocimientos recibidos en los últimos tiempos, se ha librado de las malas calificaciones, algunas de las cuales pudieran explicar cómo hacen para obtener tantos honores al parecer sin merecerlos del todo. En ese sentido, la usuaria de TripAdvisor identificada como Gracia B, en mayo de este mismo año se refirió a su “horrible experiencia”, al “servicio pésimo” y de paso denunció el “acoso de los trabajadores” pidiéndole “comentarios en las redes sociales”.
“Da vergüenza que hagan esto cuando lo que ofrecen no merece la pena ni valorarlo”, expresó Gracia B.
Por su parte, el cubano Armando R, escribió en febrero de 2023: “El hotel más racista de Cuba”, y agregó: “Hotel que desde que entras, desde el portero a todos los (empleados) ven que eres cubano y como que ven un fantasma, se nota el no deseo de hospedarte (…), buscaron 70 maneras de no propiciar el hospedaje”.
Mientras tanto la majestuosa Torre K, futuro hotel “K 23” (que deberían bautizar de otro modo para que su mote actual no parezca el de un virus de laboratorio), continúa su ascenso por sobre los techos y estructuras descoloridas de una ciudad que languidece por causa de los abandonos. Abandonos de las instituciones que deberían ocuparse y no lo hacen, y de los turistas que no llegan, o que han decidido no regresar jamás después de tan malas experiencias.
Fuente Cubanet.org